lunes, agosto 19, 2019

Comentarios a ¿Qué es la Vida?

¿Qué es la vida?

Comentarios de Jorge Senior a propósito de la conferencia del profesor Roberto Carmona

Julio 2019

Alcancé a escuchar parte de la conferencia “¿Qué es la vida?” del profesor Carmona el 17 de julio de 2019 en Uniatlántico y no detecté nada con lo cual estar en desacuerdo. Eso significa que fue una buena exposición (cum grano salis). Así que no me referiré a la charla sino a la conversación posterior con el público participante y algunas de las inquietudes expresadas por los estudiantes..

Edward Trifonov hace un inventario de 123 definiciones de vida agrupadas en 9 categorías: sistema, materia, química, complejidad, reproducción, evolución, entorno, energía, habilidad. Pero todas las definiciones de vida consisten, en últimas, en un listado de condiciones (ver, por ejemplo, el capítulo 2 de La vida bajo escrutinio de Antonio Diéguez). No veo problema en ello, dado que esas condiciones no son arbitrarias, sino que se derivan de la física, la química y la biología, en todos los casos, y de la teoría computacional en algunos casos (los que buscan una definición con enfoque informacional). El hecho de que existan diversas definiciones de vida no es preocupante, dado que no implica arbitrariedad o convencionalismo, pues tales definiciones están aglutinadas, no dispersas, en un cluster que comparte una misma base de conocimiento.

La discusión entonces se delimita a ciertas zonas grises debido a que las fronteras entre vida y no vida o entre lo biótico y lo químico no es una línea fina sino una línea un poquito gruesa o ligeramente borrosa. Que las fronteras no sean nítidas no significa que no existan, sólo significa que la identificación de a cuál lado de la frontera se encuentra determinado evento u objeto será nítida casi siempre, pero no siempre, pues habrá algunos casos que caen en la zona gris fronteriza, como sucede, por ejemplo, con los virus.

Las zonas grises sirven para que los filósofos escriban papers, pero no suelen causar problemas prácticos en la investigación, a excepción, quizás, de la incipiente astrobiología. En biología es, además, común que existan excepciones a las reglas o patrones generales, lo cual no debe ser motivo de incomodidad, sino lo contrario, pues tales excepciones suelen ser fecundas fuentes de problemas de investigación y permiten profundizar en los mecanismos subyacentes a tales reglas y patrones.

Todo lo anterior apunta a sustentar que la categoría “vida” refiere a una clase natural, aunque esa clase natural es, por ahora, un conjunto con un solo elemento o individuo, dado que sólo conocemos la vida terrícola y ésta es un solo flujo o proceso de 4 mil millones de años. Pero la categoría de “clase natural” no puede entenderse como si viviéramos en tiempos escolásticos, pues no corresponde a una “esencia”. Estrictamente, el esencialismo está muerto en la ciencia actual y, por ende, en la (buena) filosofía, aunque perviva en el lenguaje común. Como clase natural, “vida” no es un concepto arbitrario, así que el nominalismo tampoco acierta. En conclusión, la discusión medieval de los universales no ha lugar en el siglo XXI.

Hay que reconocer, desde luego, que nuestro conocimiento biológico actual es aún insuficiente para establecer plenamente qué es lo necesario y qué es lo contingente en esta clase natural de proceso único. Ese es el tema de la biología universal, que es un horizonte programático de conocimiento al cual nos dirigimos vía astrobiología y también investigando la física y la química subyacente a los procesos bióticos para entender cómo se producen las propiedades emergentes.

También hay que reconocer que en las clasificaciones naturales (y no me refiero sólo a la biología) hay, además de la información científica objetiva que es su sustento, criterios pragmáticos regidos por la utilidad y propósito de los usuarios de tales clasificaciones. Esa es la pizca de convencionalismo que incomoda a algunos. Y es una de las razones por la cual disponemos a veces de una multiplicidad de clasificaciones naturales sobre el mismo fenómeno, incluso sin cambiar de marco teórico. Ello no es problemático desde que no haya contradicción. Y cuando la hay el problema se ataca investigando y no haciéndole venias al subjetivismo o al idealismo.

Parece haber cierta ansiedad en los estudiantes por la no existencia de una ontología absoluta. En los siglos XX y XXI la ontología es subsidiaria de la epistemología, no la precede, aunque desde luego puede retroalimentarla. Y es así porque la ontología que vale la pena hacer es la que se fundamenta en el conocimiento científico actual, que es cambiante, por supuesto. La otra opción es no hacer ontología. Pero ya no vale la pena hacer ontología al estilo apriorista, trascendente, absolutista y especulativo de hace siglos.

Por último, recomiendo la lectura del libro La cuestión vital de Nick Lane, para profundizar en una hipótesis sobre el origen de la vida en fuentes hidrotermales alcalinas en el fondo oceánico, y también en un misterio aún mayor, el surgimiento de las eucariotas.

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