domingo, septiembre 27, 2020

¿Qué es ser autodidacta?

Ser autodidacta es combinar todas las formas de aprendizaje, incluyendo la enseñanza

Ser autodidacta es hacer productivo el insaciable apetito de la curiosidad poniendo en práctica lo aprendido

Ser autodidacta es explorar inquisitivamente el mundo por dentro y por fuera de la academia

Ser autodidacta es generar preguntas e investigar sus respuestas

Ser autodidacta, como el maestro Estanislao Zuleta, es entender como él que leer es trabajar

Ser autodidacta, como nos enseñó Gabo, es entrenarse en el dominio de la palabra escrita, es ejercer la disciplina de escribir

Ser autodidacta es evaluar a conciencia y asimilar racionalmente la experiencia

Ser autodidacta hoy en día es saber aprovechar las TIC y sus recursos como la educación virtual, las bases de datos, el monitoreo del avance de la ciencia y la tecnología en tiempo real, es ejercer la búsqueda recursiva y con criterio en el casi infinito mar de datos de internet

Ser autodidacta es padecer de algún nivel significativo de polimatía

Ser autodidacta es aprender por inmersión lenguas distintas a la nativa


Jorge Senior

sábado, septiembre 19, 2020

Ejercicio de lógica (Wason)

Tarea de selección de Peter Cathcart Wason (1966)


Hay 4 cartas expuestas en la mesa.  Cada carta tiene una letra por un lado y un número por el otro lado.

Regla: si hay una consonante de un lado, entonces hay un número impar del otro.

Caso: en la mesa aparecen las 4 cartas con los siguientes números y letras: 1, 2, A, B.

La misión es responder con fundamento lógico cuáles cartas mínimo hay que levantar (para mirar el otro lado obviamente) con el objeto de testear la regla.



El pensamiento crítico en grupo (otro comentario a La Actitud Científica de McIntyre)

 En el editorial de la revista Ingeniare (No. 23, 2017) propuse que el pensamiento crítico tiene tres componentes:

  • Actitudinal: disposición contra el autoengaño, apetito por la verdad
  • Evaluativo: detección de sesgos y falacias
  • Contenido: referencia en el acumulado de la ciencia

 

En La Actitud Científica, Lee McIntyre referencia al libro de Cass Sunstein titulado Infotopia: How Many Minds Produce Knowledge (cómo muchas mentes producen conocimiento).

Sunstein sustenta, con base en hallazgos experimentales, lo siguiente: en general, en lo que se refiere al razonamiento humano, tres conclusiones se extraen:

  • Los grupos piensan o razonan mejor que los individuos
  • Los grupos interactivos lo hacen mejor que grupos de meros agregados
  • Los expertos lo hacen mejor que los no expertos.

Resumiendo 3 en 1 podemos decir que los grupos interactivos de expertos optimizan el razonamiento humano.  La institucionalidad de la ciencia, por ejemplo, ha de ser terreno fértil para tal optimización por su carácter de comunidad abierta y pública que maximiza la interacción grupal de expertos y a un segundo nivel la interacción intergrupal en redes.

El pensamiento en grupo tiene, sin embargo, ciertos riesgos: el efecto de autoridad (si el grupo es jerarquizado), el efecto cascada (quien habla primero influye más), entre otros sesgos psicológicos. En casos donde estos efectos negativos logran predominar no sólo se diluyen las ventajas del pensamiento en grupo sino que hasta se vuelve contraproducente.  (Hay que analizar, por ejemplo, el efecto de las ideologías en el pensamiento grupal).

Sunstein propone los siguientes criterios para eludir o minimizar esos riesgos:

  • Los grupos deben apreciar el disenso como una obligación
  • La crítica debe ser valorada positivamente
  • Hay que estimular el rol de “abogado del diablo”

Tales criterios aluden al pensamiento crítico.

La conclusión, en mi concepto, se resume así: Las redes de grupos interactivos de expertos con pensamiento crítico optimizan el razonamiento humano basado en la evidencia.

El pensamiento crítico en la educación superior

Publicado como Editorial de la revista Ingeniare No. 23 (2017-2)

Por Jorge Senior

El pensamiento crítico en la educación superior

Numerosas instituciones, tanto de educación básica y media como de educación superior, afirman en sus misiones o en sus P.E.I. que forman ciudadanos con pensamiento crítico.  Sin embargo, el investigador en educación Julián De Zubiría, de la reconocida Fundación Alberto Merani, sostiene que en Colombia sólo el 1% de los mayores de 18 años tiene capacidad de lectura crítica.  Para el año 2012 un colombiano leía en promedio 1,9 libros al año, cifra que aumentó a 2,7 en 2017 según encuesta de hábitos de lectura del DANE, datos que muestran un rezago gigantesco con respecto a países desarrollados.  Estas cifras sobre una competencia tan básica como la lectura indican un déficit importante en la construcción de ciudadanía e incluso en la formación de buenos profesionales.  A la hora de buscar culpables las miradas se dirigen a la educación, aunque no se puede obviar el contexto en que ésta se desenvuelve.

Si bien podría argüirse que la formación en pensamiento crítico es tarea de la educación básica y media, lo cierto es que la educación superior no puede eludir olímpicamente su cuota de responsabilidad.  De ahí que es tiempo de reflexionar en el ámbito universitario sobre el proceso de enseñanza – aprendizaje de pensamiento crítico y explorar nuevas estrategias para formar el talento humano que llega de la educación media, empezando por el diagnóstico de sus carencias o debilidades.  Es claro que el pensamiento crítico es un tema transversal presente de una u otra forma en todas las asignaturas del pensum, pero no hay que descartar la creación de una asignatura específica de entrenamiento y la realización de seminarios para docentes en este eje.

El pensamiento crítico es el hermano gemelo del pensamiento científico pero criado en un entorno libre, no acotado.  Una primera definición de pensamiento crítico lo caracteriza como “pensamiento científico extrapolado a la cotidianidad”, esto es, en condiciones de incertidumbre, con información incompleta y muy limitado control de variables.

El pensamiento científico es el mayor descubrimiento de la humanidad, pero no surge de la nada ni por una travesura de Prometeo.  Utilizando una licencia para esquematizar, se pueden simplificar las formas de conocer en dos niveles: el conocimiento empírico y el conocimiento científico.  El primero precede a la especie humana, pues fue innovación de nuestros antecesores homininos desde hace más de dos millones de años y su producto práctico es la técnica.  El Homo Sapiens no inventó la técnica, por el contrario, es producto de ella.  La técnica creó a la especie humana en el sentido de que fue condición necesaria, aunque no suficiente, para su cambio evolutivo.  En contraste, la ciencia es un invento reciente, de hace apenas 400 años, con algunos antecedentes en la antigüedad griega.  Y concomitante con ella aparece la tecnología, que equivale a técnica pero con fundamento científico.  Al igual que el conocimiento empírico, la ciencia trabaja con ensayo y eliminación de error, pero ha compactado y sistematizado el proceso, refinándolo en un aprendizaje colectivo de dos milenios, hasta decantar una condición de calidad denominada “rigor”.  El conocimiento científico se fundamenta en dos tipos de rigor, el lógico y el experimental.

El pensamiento crítico debe negociar rigor por razones prácticas, pero sin perderlo de vista como ideal regulativo.  Una segunda definición lo caracteriza como “pensamiento evaluativo en un espacio de comunicación, comprometido con la verdad y con un propósito”.  Evaluación, comunicación, verdad y propósito son, pues, cuatro componentes claves para clarificar el concepto de pensamiento crítico.

Evaluación, en este contexto, es primariamente autoevaluación, como proceso metacognitivo de monitoreo y diálogo interno ejerciendo el control de calidad del propio pensar lingüístico y de su exteriorización oral o escrita.  Puede ejercerse por el emisor antes, durante y después de la comunicación.  Pero también es, desde luego, evaluación del discurso del otro, oral o escrito, por parte del receptor.  Toma elementos de análisis del discurso, pero no se reduce a él, pues ante todo es un proceso metacognitivo.  La psicología cognitiva, y cada vez más las neurociencias, cimientan el ejercicio crítico del pensamiento y dotan parte de su caja de herramientas, con recursos cognitivos para analizar, sintetizar, clasificar, comparar, ordenar, sistematizar, inferir, decodificar significados y operar con abstracciones, entre otros.  Pero quizás el aporte más útil es el “detector de sesgos cognitivos”, el cual conlleva un proceso autorreflexivo.

La comunicación es el principal teatro de operaciones del pensamiento crítico, pero debajo de esa superficie subyace la teoría de la argumentación y, a un nivel más fundamental, la lógica.  La lógica, como ciencia formal, y la teoría de la argumentación, como nueva retórica, brindan las herramientas para el análisis crítico del discurso propio y ajeno, en especial para la determinación de su estructura.  Y en este terreno, sin duda, el aporte más útil es el “detector de falacias”, que pone en evidencia fallas estructurales.

La “verdad” como concepto epistemológico tiene una larga historia en el debate filosófico.  La “verdad como correspondencia” y la “verdad como coherencia” son, quizás, lo más aproximado al consenso en este tema y, en cierto sentido, se conectan con el rigor experimental y el rigor lógico, respectivamente, por lo cual el pensamiento crítico que se mueve en territorios prácticos podría asumirlas, a riesgo de eclecticismo, como complementarias.  A diferencia de la teoría de la argumentación que tiene como objetivo la persuasión y, por ende, se somete al pensamiento estratégico, el pensamiento crítico tiene como objetivo la verdad.  Así que no bastan las técnicas evaluativas, como los detectores de sesgos y falacias, ni el trasfondo de la ciencia, sino que se exige además un componente actitudinal: aborrecer el autoengaño.  El filósofo alemán Friedrich Nietzsche lo expresó de manera magistral: “¿cuánta verdad eres capaz de soportar?”.  La verdad es filosa y puede herir nuestra identidad, autoestima o imagen de uno mismo.  Incluso a nivel de las organizaciones también aflora el temor a la verdad, especialmente en aquellas en que hay resistencia al cambio, el llamado “Factor R” que se estudia en administración de empresas.

A pesar de su compromiso con la verdad, el pensamiento crítico no es una isla, puesto que se trata de un aspecto funcional parcial de un sistema nervioso central muy complejo y juega en la práctica de las interacciones personales en el contexto de una sociedad también compleja.  Así que el pensamiento crítico, como ejercicio consciente que es, no se solaza con atesorar la verdad, sino que debe negociarla, por ejemplo, con el pensamiento creativo que busca la novedad o con el pensamiento estratégico que busca la victoria, y por el otro lado con el pensamiento escéptico que no busca nada, salvo jugar al francotirador o al purgante.  Para esa negociación consciente el pensamiento crítico se guía por un propósito que nace de la vida social, de otra manera estaríamos absolutizándolo y esto nos reportaría altos costos y escasos beneficios compensatorios.  A esta sabiduría social del individuo la podríamos denominar el “dosificador del pensamiento crítico”.  Tal valoración de propósitos la realizamos en tres direcciones: con uno mismo, con el interlocutor y en una dinámica que es muy importante para las organizaciones, el trabajo en equipo.

Después de esta sucinta y un tanto esquemática caracterización, es preciso abordar, aunque sea brevemente, la enseñabilidad del pensamiento crítico.  Hacia este objetivo referenciamos tres componentes:

·   Actitudinal: constituye el máximo desafío para docentes y discentes, pues tiene un carácter existencial e identitario muy fuerte.  Sólo la investigación psicopedagógica permitirá optimizar la enseñabilidad de este aspecto.

·       Técnico: es el núcleo duro del proceso de enseñanza – aprendizaje del pensamiento crítico y, cual si fuera un deporte, el entrenamiento tiene primacía sobre la teorización.  Al estar aquí la máxima enseñabilidad, este componente constituiría la mayor parte de un curso o seminario sobre el tema.

·    Contenido de referencia: en el campo especializado de un individuo el método científico y su experticia priman, pero al salir hacia áreas de conocimiento ajenas, el pensamiento científico debe dar paso al pensamiento crítico.  Tal salto exige cultura científica, esto es, un nivel de conocimientos científicos que, sin alcanzar la experticia, nos brinde la posibilidad de valorar información y fuentes, para establecer hechos y evidencias.  En un sentido más profundo este punto puede entenderse como asimilar una concepción científica del mundo, clave en la visión ilustrada de construcción de ciudadanía. 

Es así como desde la revista Ingeniare y el sistema de I+D+i de la Universidad Libre queremos abonar el terreno para la reflexión de una temática de gran importancia en la formación de los ingenieros del siglo XXI: el pensamiento crítico.

 

Jorge Senior Martínez

Director Seccional de Investigación

miércoles, septiembre 16, 2020

Comentarios iniciales a La Actitud Científica de Lee McIntyre

 


Pre-Reseña de La Actitud Científica de Lee McIntyre (MIT, 2019)

Por Jorge Senior

Tras leer la Introducción y los 4 primeros capítulos elaboro este comentario sobre el libro, ejercicio que servirá después para escribir la reseña.

La Actitud Científica (en adelante AC) es un libro que retoma el hilo de los clásicos, en especial Popper, Kuhn y Laudan (también, pero en menor medida, el empirismo lógico y Merton).  No es, por tanto, un libro de filosofía de alguna ciencia particular, sino filosofía de la ciencia en general. Básicamente retoma el problema de la demarcación para darle un giro con un propósito: la defensa de la ciencia (también comprender la ciencia y desarrollarla). 

Esa defensa muestra otra carácterística del texto: no es academicista, no es la típica obra escrita desde la torre de marfil. A diferencia del típico filósofo profesional, McIntyre entiende y asume la importancia política central de la ciencia en el siglo XXI y su punto de partida es que la ciencia está bajo ataque. Incluso menciona la Marcha por la Ciencia de 2017.  Indudablemente el negacionismo del cambio climático de Trump y un vasto sector de la sociedad estadounidense es un acicate para este esfuerzo argumentatitivo del autor, así como el movimiento antivacunas. Fue publicado en 2019, por tanto no sale la pandemia del novel coronavirus, pero si hubiera salido este año incluiría sin duda las teorías conspiranoicas sobre la pandemia.  El creacionismo defendido por el fundamentalismo evangélico cristiano (base social del Partido Republicano y mayoría política en muchos estados del centro de EEUU) es otro referente de la deliberación pública y judicial estadounidense sobre la ciencia, en este caso relacionado con la educación (en este punto aparece en escena el filósofo de la biología Michael Ruse).  El ataque posmodernista, más evidente en Europa como enemigo de la ciencia, es mencionado pero no aparece de manera nítida, en los primeros capítulos por lo menos.  Este carácter dialéctico se vislumbra en el título completo o subtítulo que hace referencia al negacionismo, el fraude y la pseudociencia.

Su principal contrincante actual dentro de la filosofía de la ciencia parece ser Massimo Pigliucci.  Un libro mencionado muchas veces en el texto es Filosofía de la Pseudociencia, una recopilación con capítulos de múltiples autores (Universidad de Chicago, 2013). Toca leerlo.

McIntyre, decíamos, retoma el hilo del problema de la demarcación, recapitula la discusión desarrollada en el siglo XX.  Muestra que debe precisarse la demarcación respecto a qué, pues al principio se trataba de deslindar ciencia y metafísica, luego apareció el reto de la pseudociencia.  McIntyre engloba todo lo que no es ciencia en el término “Non-scientific”.  Pero este campo se divide en “Un-scientific” (que se refiere al arte, la filosofía, etc, campos que no pretenden o aspiran a ser ciencia) y pseudociencia (astrología, creacionismo, etc, que sí pretenden ser ciencia).

El autor analiza los intentos de solución lógica o metodológica al problema de demarcación desde la exigencia planteada por Laudan de condiciones necesarias y suficientes. McIntyre recapitula los problemas que llevaron a esos esfuerzos a un callejón sin salida y entonces lanza su propuesta de criterio, el concepto de “actitud científica”.  El autor no considera que esta propuesta solucione el problema de demarcación, pero indica que sí sirve para lo que verdaderamente importa: defender a la ciencia.  Al hacerlo argumenta a favor de la superioridad epistémica de la ciencia, su privilegio epistémico, una posición que comparto plenamente.  Esta alternativa no es lógica o metodológica, pues se introduce en el campo de los valores y actitudes.  Y algo muy importante: la actitud científica es condición necesaria pero no suficiente y el autor argumenta que precisamente esa es su ventaja.  De hecho, el capítulo 4 (por ahí voy) es una magistral argumentación lógica a partir del manejo de las categorías de “necesario” y “suficiente”.  Por eso considero a este capítulo 4 como excepcionalmente bueno para estudiantes de filosofía, por esa brillante demostración de manejo de la pareja conceptual mencionada, una herramienta fundamental en el quehacer filosófico.

Al ser condición necesaria pero no suficiente, el criterio AC puede servir para detectar lo que no es ciencia, pero no sirve para caracterizar o identificar a la ciencia, es decir, para delimitar qué es ciencia.  Pero no importa, puesto que se trata de poner en evidencia a los charlatanes, pseudocientíficos, negacionistas y también sirve para señalar la mala ciencia, pues McIntyre lo propone como un criterio normativo, no descriptivo.  Por esta misma razón el criterio normativo AC puede servir también para desarrollar científicamente aquellos campos que aspiran ser ciencia, como las “ciencias sociales”, que el autor reconoce aún están deficientes de AC (en el índice veo que hay un capítulo dedicado a las ciencias sociales).  En este punto el autor aún no ha precisado su criterio en términos prácticos: ¿cómo se identifica la AC en el mundo real?  Pero promete hacerlo en subsiguientes capítulos.

Comentario crítico:

En el libro aparecen errores inconcebibles como calificar de “elíptica” la trayectoria de una bola pateada en la superficie de la Tierra, o poner el problema de la precesión del perihelio de la órbita de Mercurio como algo que venía merodeando desde antes del siglo XIX.  Asimismo, en algún momento parece aceptar la tesis vieja de Popper sobre el carácter no falsable de la biología evolutiva, algo que el propio Popper reconoció como error y por tanto ni siquiera valía la pena de ser mencionado.  El criterio de falsación no deja a la biología evolutiva por fuera de la ciencia.

Otro comentario que me suscita el texto es que lo que el autor viene llamando AC se corresponde muy bien con el “pensamiento crítico” (PC) o “critical thinking”.  En un escrito sobre el tema expuse que el PC tiene 3 aspectos: el actitudinal, el evaluativo (detector de falacias y sesgos, que es la parte de mayor enseñabilidad) y el contenido científico de referencia (cosmovisión científica).  La AC corresponde al aspecto actitudinal del PC.  En ese mismo escrito menciono que el pensamiento crítico es el hermano gemelo del pensamiento científico o, dicho en otras palabras, es el pensamiento científico aplicado a la vida cotidiana, en condiciones de incertidumbre y sin mayor control de variables.

Me interesa mucho un capítulo que aún no he leído, que se refiere a la historia de la medicina, pues es el tema que estoy trabajando actualmente. En uno de los capítulos que leí, McIntyre menciona el trajinado ejemplo de Semmelweis (muy usado en CTS) y el de la fusión en frío, para ilustrar la AC y la ausencia de AC.  

Para estudiar Introducción a la Lógica, McIntyre recomienda Beginning Logic de EJ Lemmon (Cambridge, MA: Hackett, 1978).



martes, septiembre 15, 2020

Tu filogénesis





Perteneces a la especie Homo Sapiens

Del Género Homo

De la subtribu Hominina (junto con Ardipithecus, Kenyanthropus, Australopithecus y Paranthropus)

De la tribu Hominini (junto a Chimpancés y Bonobos)

De la subfamilia Homininae (junto a Gorilas)

De la Familia Hominidae (junto a Orangutanes)

De la superfamilia Hominoidea (junto a Gibones)

Del parvorden Catarrhini

Del infraorden Simiformes

Del suborden Haplorrhini

Del Orden de los Primates

Del granorden Euarchonta

Del superorden Euarchontoglires

De la infraclase Placentalia

De la subclase Theria

De la Clase Mammalia

De la superclase Tetrapoda

Del infrafilo Gnathostomata

Del subfilo Vertebrata

Del Filo Chordata

Del superfilo Deuterostomia

Del combo bacano de los Bilateria

Del subreino Eumetazoa

Del Reino Animalia

Del Dominio Eukaryota