lunes, noviembre 29, 2021

15 virus en la Izquierda




Este post en redes vale la pena guardarlo acá en el blog pues constituye una especie de programa de trabajo de exploración, investigación y reflexión. Algunos puntos ya los hemos desarrollado en algunas entradas sobre izquierda oscurantista o izquierda mítica, tanto en este blog como en el canal de Youtube.

La izquierda mítica u oscurantista es producto de la orfandad de teoría y corresponde a sectores de la izquierda influidos por posmodernismo, decolonialismo antioccidental, ciertas versiones del feminismo ideológico, ambientalismos románticos, indigenismos, progres y woke de EEUU, teorías conspiranoicas, religiones, entre otros. El estado de confusión que se vive en las protociencias sociales tiene mucho que ver con este ascenso del oscurantismo.


 15 virus en la Izquierda
-Subordinan el valor verdad al valor justicia
-Reduccionismo sociocultural, negación de la biología
-Revisionismo histórico moralista, presentista, anacrónico, con sesgo político y razonamiento motivado
-Sectorizar el conflicto social en contradicciones de género y raza por encima de la contradicción socioeconómica (a veces configura un reduccionismo)
-Idealización del indigenismo
-Exagerar causas justas exponiéndolas al ridículo o al fanatismo ultrarradical (la vieja "enfermedad infantil")
-Fanatismo dogmático y sectario con sesgo "mi lado" (tribalismo)
-Segregacionismo contrario a humanismo
-Romantización de la naturaleza (a veces hasta el animismo)
-Cultura de la cancelación contraria a la libertad de expresión sobre ideas y creencias
-Antioccidentalismo, antimodernismo (inconsecuentes)
-Conspiranoia, pseudociencias y anticiencia: oscurantismo en suma
-En ontología: Idealismo
-En epistemología: irracionalismo, subjetivismo, relativismo extremo, antirrealismo
-Pensamiento mágico-religioso (de vieja data pero agravándose).


Una izquierda que no sea oscurantista pero tampoco anquilosada en dogmas de los años setenta, tiene características como: defender la ciencia, la razón, la idea de progreso, la modernidad, la objetividad, el humanismo universal o cosmopolita y se afinca en una filosofía racioempirista, materialista, naturalista y realista.

jueves, noviembre 25, 2021

Video: ¿De qué está hecho el mundo?

 Nuevo video en mi canal de Youtube basado en una entrada de este blog de mayo de 2020, titulada ¿De qué está hecho el mundo?

El video está aquí.

sábado, noviembre 06, 2021

Conferencia Cosmovisión científica y educación - Tercera parte

 Una educación sin cosmovisión es como café sin cafeína

 

El siguiente texto es una transcripción de un audio de la conferencia ofrecida por Jorge Senior el 28 de octubre de 2021.  Es, por tanto, lenguaje oral.

Como la conferencia tiene tres partes, para efectos de presentación en este Blog, se hará en tres entradas.  Esta es la tercera.  


 

Tercera parte

¿Hacia dónde vamos? Reflexiones sobre el Antropoceno

 

Llegamos entonces al final de la película, que es nuestra época, el Antropoceno.  La humanidad está en una encrucijada. El COP26 que comienza esta semana es clave, aunque hemos aprendido a no hacernos muchas expectativas.  Nuestra caja de herramientas número 4, el Antropoceno, es quizás el concepto más importante del siglo XXI.  Sustento: porque caracteriza nuestra época y nuestras responsabilidades.  Implica que el ser humano está convertido en el gestor del planeta Tierra, gústenos o no nos guste.  Por el impacto que tenemos el Antropoceno es un concepto geológico, en primer lugar, pero también es biológico, histórico, tecnológico y ético político. Implica que la especie humana se convirtió en una fuerza geodeterminante, con más influencia que muchas de las fuerzas naturales, con más impacto positivo o negativo. Implica que la mayor amenaza para la especie humana es la propia especie humana. Implica que la humanidad está a cargo del Sistema Tierra, que asume la gestión planetaria y se hace responsable ante sí misma: no hay dios que nos venga a salvar, nadie nos va a salvar, eso es lo que podemos llamar (ahí sí siguiendo a Kant) mayoría de edad, esto no se resuelve rezando, esto se resuelve con conocimiento.

Ser útiles a la sociedad no refiere a la reproducción del sistema sino a su transformación en función del bien común.

A riesgo de ser esquemático, la idea se aclara, quizás, con una simplificación expresada en dos rutas extremas.

Por una ruta marcada por una educación deficiente, tendríamos súbditos acríticos envueltos por las redes (ya los medios han dejado de ser tutores), menores de edad (no importa si tienen 30 o 40 o 50 años), alienados, manipulables, hackeables.  El resultado podría ser una democracia doxástica, si es que no dictadura de frente, con una profunda desigualdad en la sociedad entre una reducida élite y las grandes mayorías, una civilización incapaz de enfrentar los desafíos del cambio climático y las nuevas condiciones generadas por la tecnología.  El planeta no será destruido, pero la biodiversidad será golpeada y la civilización con sus esplendorosos niveles de confort no será sostenible.  Algunos le apuestan a una élite salvadora, de tipo tecnocrático, administrando una inteligencia artificial que, a su vez, administraría al mundo. Las últimas 4 décadas ya nos dan un atisbo de esta opción.

Por la otra ruta, ideal, se prioriza la formación de ciudadanos críticos (una redundancia), algo que parece aterrorizar a los gobiernos colombianos desde que se instaló el orden conservador en 1886.  Ciudadanos mayores de edad, conscientes, autónomos, son el sustento de una democracia epistémica, única opción que yo veo para una sociedad sostenible sin abismos de desigualdad.

Volvemos aquí a la contradicción fundamental del Antropoceno entre Homo Deus y animal hackeable, inteligencia colectiva e inteligencia individual, con la primera hegemonizada por unas élites en ciertos países determinantes y la segunda cada vez más atomizada y carente de herramientas políticas que no sean mesías.

Hay cuatro escenarios posibles a toda esta historia. 

Dos negativos: la extinción (que pareciera una “ley” evolutiva implacable, pero ante la cual todos parecemos ser negacionistas) y una situación distópica, como a veces nos las pinta Hollywood, pero que efectivamente es posible. Yo crecí en una época bajo la amenaza de la guerra nuclear, ahora no se habla mucho de eso pero la amenaza está allí, los misiles están allí.  El cambio climático y las derivaciones de la tecnología cuyo futuro es opaco para nosotros, son también factores que pueden desembocar en el escenario distópico.

Del otro lado tenemos dos escenarios positivos: el más fantástico de todos, el ideal soñado, es alguna utopía épica de maravillosa civilización, como nos la prometen los transhumanistas o algunos otros optimistas, entre ellos Pinker.  La alternativa parece aún más utópica: el decrecimiento, como plantean algunas corrientes anarquistas, que equivale a parar la máquina acumulativa del capitalismo, generar una nueva sociedad poscapitalista que no esté prisionera de esa máquina que nadie sabe cómo se detiene, que no tiene freno, mejor dicho que es un caballo desbocado que puede reventar este planeta por lo menos en términos de lo que nuestra civilización necesita para mantenerse y prosperar.

Sostengo que la disyuntiva entre democracia doxástica y democracia epistémica, inclina la balanza hacia las opciones negativas o positivas, aunque, desde luego, se trata de una simplificación.  Los escenarios realistas son híbridos y confusos, pero el esquema ayuda a ver el fondo de la cuestión, por lo menos para los que aún creemos en la opción moderna de los Ilustrados, con su énfasis en la democracia y la educación.

Casi siempre se ha dicho que democracia y capitalismo van juntos y en armonía.  La realidad parece indicar lo contrario, el capitalismo llamado “salvaje” choca contra la democracia cuando no es regulado o domesticado de alguna forma.  El poder económico, en los últimos 40 años, se ha ido imponiendo sobre el poder político y realmente el destino del mundo ni siquiera se decide en las votaciones o por lo menos su incidencia es baja a nivel global.  En últimas, el destino del mundo depende de la ciencia y la tecnología, fuerza determinante de la civilización actual, pero la ciencia y la tecnología la hegemonizan élites o los factores de poder del capitalismo.  Hay corrientes políticas que critican al capitalismo, pero no entienden que no pueden regalarle a la ciencia y la tecnología a las élites.  Al contrario, tendrían que asumir a fondo la democratización del conocimiento científico y tecnológico.

La gran paradoja de nuestro tiempo es que vivimos en el filo entre un futuro oscuro y un futuro luminoso.  Estamos en una encrucijada que es el momento más importante de la historia humana. No es una exageración, no es una hipérbole, se trata de un momento único.  Si nuestra especie sobrevive los próximos milenios, esta época será recordada como la era pionera: por primera vez en 3.800 millones de años de historia de la vida sobre la faz de la Tierra, una especie controló la evolución y manipuló a su antojo la genética; por primera vez una especie viajó al espacio y a otros cuerpos celestes; por primera vez hubo un sol en la Tierra al desatar la energía del núcleo de los átomos; por primera vez se construyó una nueva forma de seres complejos, las máquinas pensantes.  Los mojones históricos de 1945, 1953 y 1969, siempre serán recordados.  Sin embargo, esta especie que logró la hazaña increíble de conquistar el planeta, dominar todos los nichos, pudo ser también el detonante de la sexta extinción masiva e incluso de su propia extinción, víctima de su propio éxito, al meterse en un callejón sin salida: tener demasiado poder sin haber dejado de ser un animal de naturaleza contradictoria, producto de la selección natural multinivel.  Porque esta especie conquistó el mundo, pero esa conquista es precaria.

Conferencia sobre cosmovisión científica y educación - Segunda parte

 Una educación sin cosmovisión es como café sin cafeína

 

El siguiente texto es una transcripción de un audio de la conferencia ofrecida por Jorge Senior el 28 de octubre de 2021.  Es, por tanto, lenguaje oral.

Como la conferencia tiene tres partes, para efectos de presentación en este Blog, se hará en tres entradas.  Esta es la segunda.  


 

Segunda parte

 Gran Historia y Cosmovisión científica

 

La Gran Historia y la cosmovisión científica solo son posibles por el avance convergente del conocimiento científico en los últimos 70 años y además por una disciplina que siempre pasa de bajo perfil, la cronología, y que muy bien merece nuestro elogio, porque gracias a ella podemos reconstruir la línea del tiempo del pasado de la naturaleza y de la sociedad.  La gran historia o gran relato, decíamos, es el producto de las últimas 7 décadas.  Sería interesante comparar (lo he hecho en algunas conferencias) cómo se pensaba en 1948, en la posguerra, y como se piensa hoy en día sobre la naturaleza y la sociedad.  Veríamos los grandes cambios que ha habido en en ese trayecto.  Por ejemplo, se corroboró el 'big bang', se estableció la edad del universo, se descubrió la tectónica de placas y se estableció la edad de la Tierra y el Sistema Solar, se fundamentó el origen de la Luna; se descubrió la doble hélice del ADN, el código genético unos años después, la endosimbiosis y las rutas metabólicas, bueno, todo lo que aportó la biología molecular y se logró acotar la datación del origen de la vida, que hoy está más o menos entre 3.800 a 4 mil millones de años; se reconstruyó también la hominización, el proceso que llevó al surgimiento del Homo Sapiens, ampliando y datando el registro fósil, usando la genografía y la paleogenómica; y como ya dijimos se desarrollaron potentes tecnologías de cronología, con las mejores técnicas de datación, que antes eran imposibles.  En la época de nuestros abuelos ninguna de estas cosas se sabía y hoy en cambio lo tenemos perfectamente claro.  Eso debería marcar una diferencia gigantesca entre un ciudadano del siglo XXI y un ciudadano de comienzos del siglo XX. 

Actualmente se ha implementado el Big History Project en muchos países.  En la Universidad de Macquarie, en Australia, hay un Big History Institute que nuclea ese proyecto y sus redes. Pero por fuera del mismo hay múltiples iniciativas, como hemos hecho en Barranquilla (por ejemplo con la Fundación Stellam).  Este campo disciplinar ha crecido y actualmente hay una bibliografía amplísima. También hay debates de hondo calado, como la aguda crítica que propone Fred Spier, de la Universidad de Amsterdam, al concepto de “Umbral” o “umbrales de complejidad” que defiende David Christian (el historiador cuya charla en TED ha sido vista por más de 10 millones de personas). 

La Gran Historia es la historia del universo, del planeta Tierra y la biosfera terrestre y la historia de la especie humana hiladas en una narración multidisciplinar.  Constituye un valioso aporte a la solución del déficit pedagógico de una educación fragmentaria y carente de sentido profundo.  Como dijimos el Big History Project está trabajando en muchos países del mundo, en varios continentes, adiestrando docentes para implementar creativamente proyectos en sus colegios.  Estos proyectos son transversales a las asignaturas de la educación básica y media.  Se pueden dar, por ejemplo, en el noveno grado, perfectamente, a lo largo de un año, haciendo sinergia entre los profesores de todas las áreas: de ciencias sociales, de arte, de ciencias naturales, de matemáticas, de deporte, de español, de inglés, de filosofía.  Por cierto, en los colegios no se suele enseñar filosofía sino historia de la filosofía, lamentablemente.  Un proyecto de Gran Historia permitiría subsanar en algo ese déficit. La Gran Historia brinda acceso a la cosmovisión científica del siglo XXI, o sea, la presenta de manera narrativa, contando desde el big bang hasta el presente.  La Gran Historia nos da una perspectiva cósmica del lugar de la humanidad en el universo, que desde luego no es nada central.  La Gran Historia nos hace conscientes de la encrucijada cósmica de las actuales generaciones, porque estamos viviendo un momento decisivo en la historia humana.  Desde un ángulo religioso, algunos han dicho que estamos en una época de nihilismo.  No es así, o más bien no debería ser así, deberíamos llamar a esta época, “la época de la mayoría de edad”, desde el punto de vista del deber ser.  Bueno, entonces tenemos la respuesta a la pregunta “de dónde venimos” a través de la Gran Historia, que tiene cuatro capítulos: la historia del universo, la historia de la Tierra, la historia de la vida y la historia de la especie humana; sin embargo, la historia de la Tierra y de la vida tienen que unificarse porque no se puede entender la una sin la otra, están integradas.  No obstante, el proyecto Big History lo trabaja en ocho umbrales.  Les comento que hoy recibí una comunicación de uno de los líderes mundiales de Big History, Fred Spier, profesor jubilado en la universidad de Amsterdam, en la cual él hace una crítica profunda a otro de los líderes mundiales que es David Christian, de la universidad de Macquarie.  Sobre este punto de los umbrales específicamente.  Ese es un debate bien interesante, pero será para tratarlo en otra ocasión.  Yo siempre digo, de todas maneras, que los ocho umbrales son simplemente un recurso didáctico simplificado, hasta cierto punto arbitrario (en cuanto al número) y uno podría subdividirlo en muchos más umbrales, como voy a plantear en la próxima diapositiva que habla de 30 umbrales.  ¿Pero cuáles son los 8?  (1) el big-bang, origen de la expansión del universo conocido, el universo observable; (2) el surgimiento las estrellas y galaxias;  (3) la núcleosíntesis, que alude al proceso de formación de los elementos de la tabla periódica o sea la complejidad química.  Hasta ahí estamos hablando el universo entero.  Luego hay un salto a un rinconcito del universo que es nuestro sistema solar.  Entonces ahí comenzamos a hablar (4) del surgimiento de nuestro sol, del planeta Tierra, de los otros planetas del sistema; luego pasamos al (5) quinto umbral que es el surgimiento de la vida en la Tierra, la única biosfera conocida hasta ahora, que es una sola vida o sea la vida es una unidad, eso podría no haber sido así pero lo fue, la vida tiene un origen único en un evento único hace unos cuatro mil millones de años o sea muy poco tiempo después de la formación de la Tierra, unos 500 millones de años después.  Bueno, luego de los umbrales 4 y 5 viene un salto hacia los umbrales 6, 7 y 8, que se refieren exclusivamente a la especie humana: (6) el aprendizaje colectivo, que yo a veces denomino coevolución biológico – cultural; (7) la revolución del neolítico y el surgimiento de las civilizaciones agrarias; y por último, (8) la revolución moderna, que nos lleva hasta el Antropoceno.  En esa enumeración de 8 umbrales ustedes ven un ejemplo de subdivisión en el 5.  Eso es debido a que allí aparece la vida compleja eucariota; realmente eso fue un salto más significativo que el surgimiento de la vida propiamente dicha. 

En realidad podríamos hablar de muchos más umbrales, en los cuales la complejidad de la organización de la materia aumenta, al menos en alguna región del universo y esto lo podríamos trabajar en cinco líneas del tiempo: (1) la línea del universo, desde hace 13.800 millones de años; luego le ponemos la lupa y trabajamos (2) la línea del planeta Tierra, su biosfera y el sistema solar al que pertenece, que sería más o menos de unos 4 mil 500 millones de años;  luego trabajamos (3) la línea del tiempo del Fanerozoico, que serían los últimos 541 millones de años y luego sí aterrizamos en (4) la línea de los homininos, de unos 6 millones de años, que son nuestros antecesores, y finalmente, (5) la línea del Holoceno que ya corresponde al final de la edad de hielo, hace un poquito más de 10.000 años: ahí está la historia social que conocemos.  Bueno, estoy trabajando una sexta línea que sería la del Cenozoico, que tiene 66 millones de años, desde que cayó el famoso meteorito que mató a los dinosaurios, como se suele decir.  Bueno, esa línea de 66 millones de años es el surgimiento de una nueva época en la historia de la vida bajo el “imperio” de los mamíferos, sin lo cual no existiríamos; allí surge el orden de los primates, que es el nuestro. Es una línea de tiempo sobre la cual se conoce muy bien la evolución del clima, con algunas lecciones claves, como el calientamiento global del PETM o “máximo térmico, hace 55 millones de años, una lección de cambio climático.


Nota: en este punto se muestra un doble imagen en una diapositiva: a la izquierda la huella de un hominino bípedo, un Australopithecus, y a la derecha la huella de Neil Armstrong en la Luna.  La separación temporal entre esas dos huellas supera los tres millones de años y enmarca la epopeya del Género Homo. 

¿De dónde venimos? La imagen de la izquierda puede ser una respuesta.  ¿Hacia dónde vamos?  La imagen de la derecha puede ser una respuesta. Y entre las dos está lo que somos, una especie exploradora que se yergue para conquistar el mundo y más allá, con su gran cerebro y con sus manos. 

Este animal tiene un gran desarrollo cognitivo y ha desplegado toda una historia épica que nos ha llevado al punto en el cual estamos, e incluso nos ha llevado hasta la Luna.

Pero allá lejos, en el punto de partida de la revolución cognitiva, hace decenas de milenios, había maravillas como éstas:

 


 Cualquiera de estas obras maestras del paleolítico se puede medir de tú a tú con el arte moderno y hasta Picasso tendría que ponerse de rodillas.



Esta es la filogenia de la especie humana.  Ustedes pueden ver allí que la taxonomía del Homo Sapiens son por lo menos 25 niveles.  Algunos son claves para posibilitar un animal capaz de producir tecnología y muy interesantes para estudiarlos desde el punto de vista de la biología universal, para mirar, por ejemplo, cómo podría ser la vida extraterrestre inteligente.  En todo caso, al final aparece que somos eucariotas.  Recientemente se descubrió que somos en realidad simbiontes: en nuestro cuerpo hay más bacterias que células eucariotas y esa microbiota juega un papel en lo que somos, sin duda influye en la digestión que nos recicla y parece que influye en alguna medida en nuestros pensamientos y estados de ánimo.  En otros animales el asunto es aún más radical.

Preguntar qué somos es preguntar por la naturaleza humana.  Bueno, esto es un intento de resumen muy compacto.

Somos animales, producto de una evolución contingente en un planeta marginal de un cosmos inhóspito.  Miren esa frase: choca contra la religión por lo menos cuatro veces. Somos improbables, eso sí. Sabemos que no somos necesarios y que tampoco somos probables. Nuestra probabilidad de existencia es cercana a cero, pero existimos.  Cercana a cero no es igual a cero en un universo con trillones de planetas.  El cálculo exacto de nuestra (im)probabilidad no es posible aún, pues no conocemos todos los detalles, todas las combinatorias, qué procesos son necesarios (o cuasinecesarios según la química probabilística) y qué procesos son contingentes.

Somos seres materiales complejos: físico-químico-biológicos y sociales.  No menciono allí lo neuropsicológico porque es una interfase entre lo biológico y lo social.

La especie humana es una sola actualmente, pero durante miles de años existieron diversas especies o subespecies de homininos. No somos infinitamente plásticos, como cree el reduccionismo culturalista o construccionismo social, pero tampoco somos robots-esclavos genéticos.  En otras palabras: ni el determinismo culturalista, ni el determinismo genético nos dan una respuesta al “qué somos”.  Hay que articular varias subdeterminaciones.  Entonces, tanto el individuo como la sociedad humana, en sus formas diversas, está subdeterminada por (1) la geología y -en sentido más amplio- el medio ambiente; (2) la genética y -en sentido más amplio- la biología; y (3) por factores socioculturales.  Generalmente en las ciencias sociales se quedan en el 3 y se les olvida el 2 y el 1.

Todos estos conocimientos, todo lo narrado en la Gran Historia, se han elaborado en los últimos 70 años, pero se cimientan sobre teorías científicas que surgieron entre, más o menos, la mitad del siglo XIX y la mitad del siglo XX.  Hay más de 20 teorías exhibibles en primera línea, pero tenemos poco tiempo, así que no voy a hacer ese listado.  A este conjunto de teorías las podríamos denominar “la segunda revolución científica”, la cual es una resultante de una serie de siete procesos que se produjeron en Europa entre 1430 y 1830 para dar a luz lo que llamamos la Modernidad. Estos son: (1) el Renacimiento; (2) la exploración geográfica; (3) la Reforma religiosa; (4) la primera revolución científica; (5) las revoluciones políticas de Inglaterra, EEUU y Francia; (6) la Ilustración en el plano filosófico; (7) la primera revolución industrial (vamos en la tercera, es falso que haya una cuarta revolución industrial, eso es propaganda política del Foro Económico Mundial y Karl Schwab). 

Lo interesante es que la técnica, que es un conocimiento de más de 2 millones de años de antigüedad, que se fue acumulando a través de miles de años, y la ciencia, que surgió hace apenas 400 años, con algunos antecedentes brillantes en la antigua Grecia y Alejandría, se van entrelazando, y se va trenzando la tecnología, columna vertebral de nuestra civilización.

Veamos algo sobre la cosmovisión científica, hasta donde alcancemos porque ese es un tema demasiado amplio.

¿Cuáles fueron los mayores descubrimientos de esta revolución moderna?  En primer lugar el macromundo; en segundo lugar, el micromundo; en tercer lugar, el naturalismo (ya no como filosofía, sino como un resultado científico); y en cuarto lugar…  mal podríamos hablar de ciencia y de conocimiento científico si no sabemos cómo surge ese conocimiento, cómo funciona esa producción de conocimiento, qué exigencias tiene, cuál ha sido su historia, etcétera, etcétera, y a eso le llamamos pensamiento científico, que se ha ido perfeccionando durante estos 400 años. El pensamiento crítico es hermano gemelo del pensamiento científico, son casi iguales, lo que pasa es que el pensamiento crítico se aplica a situaciones más de la cotidianidad, situaciones no contoladas, bajo incertidumbre.  Recientemente salió un libro de Steven Pinker que se llama Racionalidad. Muy bueno como compendio para enseñar pensamiento crítico.

El macromundo. Eso fue un descubrimiento más o menos de 1543, cuando salió el libro de Copérnico y el de Vessalio en Anatomía. Tomamos casi siempre esa fecha como como un referente.  En todo caso a partir de allí hay que decir que la teoría de Copérnico demoró más de 100 años en ser medio aceptada, pero lo cierto es que a partir de ese hito cambió el lugar del ser humano en el cosmos y significó la muerte del antropocentrismo. Bueno, en realidad lo que significa el logro de Copérnico y la aceptación de que la Tierra no es el centro del universo, más bien sería como el inicio de la muerte del antropocentrismo, pues el antropocentrismo está vivo.  “Los muertos que vos matáis gozan de buena salud”, dice el dicho. El antropocentrismo se las ha arreglado para sobrevivir. Precisamente, Fred Spier acusa a David Christian en Big History de antropocentrismo. El principio cosmológico, que es muy conocido en astronomía, significa que no estamos en un lugar especial, por eso podemos conocer cómo es el universo.  Si estuviéramos en un lugar especial tendríamos una perspectiva especial y no podríamos conocerlo.  Esto choca contra las ideas posmodernistas que dicen que el enunciado depende del lugar de enunciación.  Falso, falso de toda falsedad, incluso a nivel cultural.  Sí es cierto que puede suceder, pero no necesariamente, no siempre y muchas veces el conocimiento trasciende su origen. Vamos de la mano de Copérnico, Galileo, Shapley, Hubble, Gamow, Guth, digamos, por mencionar algunos nombres, en realidad son muchos más, quienes nos fueron ampliando la escala de la realidad.  Y así vamos encontrando que cada vez la Tierra está ocupando un lugar más marginal.  A medida que se fue desarrollando el conocimiento de la astronomía nos dimos cuenta que nosotros habitamos un planeta, que antes nos parecía que era todo el universo, y resulta que apenas es un pequeño mundo entre miles de millones y que ocupa un rinconcito insignificante y marginal del universo.  Como si fuera poco llegó Albert Einstein y nos cambió de manera rotunda la concepción del espacio y el tiempo.  Ésta es una revolución mental ya centenaria, que es fundamental, y no ha llegado plenamente a los colegios, a lo mucho llega en fragmentos.  El niño aprende información, pero los conceptos no, o los asimila de manera equívoca, mientras la verdadera dimensión de esta transformación mental y las implicaciones filosóficas y culturales para el ser humano, no las asumimos en los colegios. Esa es nuestra realidad desde la ciencia, muy diferente a la visión antropocéntrica de las religiones, por ejemplo.

El micromundo.  Éste sí que tuvo impacto, no sólo en la mentalidad o en lo cultural, sino además un impacto práctico: en la producción de energía, en la civilización tecnológica, en la medicina, en el tratamiento de las enfermedades, en el conocimiento de la herencia y, por lo tanto, de cómo funciona esa cosa misteriosa que es la vida y se fué desmitificando…. en la química, en la electrónica, en la energía nuclear, el conocimiento de los átomos y su estrcutura interna, la realidad íntima de la materia.  Ayer la noticia fue que China sacó un computador cuántico millones de veces más capaz que lo que se conocía hasta ahora, dando un paso más en la supremacía de la computación cuántica, que sabemos donde empieza pero no dónde termina.  Sí, estamos viviendo una revolución.  Si no nos ponemos a tono, pues vamos a ser cada vez más marginales en el concierto mundial, en el vagón de cola del progreso.  La investigación del micromundo nos llevó a la revolución cuántica, que  desde el punto de vista filosófico es la revolución más profunda de todas, más allá de la imaginación más febril.

Entonces, uniendo las dos cosas, el descubrimiento del micromundo y el macromundo, imagínense en perspectiva lo que sucedió en este último medio milenio: los humanos descubrimos por primera vez que todo eso que creíamos durante miles y miles de años que era la realidad, en verdad es apenas una pequeña lámina de una realidad que es inmensamente más amplia.  Hacia lo grande, hacia el universo más allá de la galaxia a miles de millones de años luz.  Y hacia el micromundo, hacia lo pequeño donde estaba la respuesta a muchos interrogantes sobre las enfermedades, que no eran por espíritus ni sutiles entidades malignas, ni por castigo divino;  las enfermedades son producidas por agentes patógenos, virus, bacterias, parásitos, etcétera, en dialéctica con las defensas de nuestro organismo.  Por esa vía del micromundo se descubrió la base del funcionamiento de los sistemas vitales y se pudo entonces empezar a fundamentar la medicina científica.

Desde una perspectiva de filosofía científica, como la ontología de Mario Bunge, la realidad es una sola, pero se presenta estructurada en niveles de organización de la materia, donde todo lo que existe es un sistema o parte de un sistema.  Este monismo materialista es, sin embargo, pluralista en cuanto a las propiedades, y admite propiedades emergentes, de tal manera que lo social no se reduce a lo psicológico, ni lo psicológico a lo biológico, ni éste a lo químico, ni lo químico a lo físico.  Al menos por ahora.

En la imagen siguiente están los niveles de organización de la materia en potencias de 10, o sea en órdenes de magnitud.  Y en la pequeña franja de la mitad que dice “mesomundo” está representada todo lo que era la realidad humana durante miles y miles de años.  Esa era la escala natural humana en el paleolítico y aumentó un poco con las civilizaciones agrarias, mientras permanecían completamente desconocidos todos los niveles hacia arriba (macromundo) y todos los niveles hacia abajo (micromundo).


En la siguiente imagen puede verse cómo se incrementó la escala de interacción (segunda columna) y de conocimiento (tercera columna), primero de manera muy lenta y luego, a partir de los tiempos de Colón y Magallanes, de un modo cada vez más acelerado.  Los inventos de telescopio y microscopio a comienzos del siglo XVII marcaron sendos hitos.


La realidad de un humano en el paleolítico era de 8 órdenes de magnitud, en la época de Cristóbal Colón y Magallanes era de 11 órdenes de magnitud y actualmente es de 26 órdenes de magnitud en interacción y 62 en conocimiento.  Y ésta es una escala logarítmica, de modo tal que la ampliación de la escala de la realidad para el Homo Sapiens ha sido verdaderamente gigantesca en los últimos 500 años.  ¿Se aprende esto en la escuela?

Otro de los grandes descubrimientos del pensamiento científico que se aprende aisladamente en el colegio sin sacar las consecuencias para nuestra concepción del mundo se puede enunciar en una frase: De lo simple surge lo complejo.  Es la idea medular de la Gran Historia.  Esta idea aparentemente sencilla destruye el idealismo ontológico, la visión animista, las creencias religiosas en almas inmortales, espíritus incorpóreos, dioses antropomórficos, seres sobrenaturales, las ideas vitalistas. La metáfora del relojero y el reloj para referise a la naturaleza es espuria, es una falacia de falsa analogía, es puro antropomorfismo.  El mundo funciona al revés, lo simple se organiza y de ese proceso autoorganizativo probabilístico (porque no es necesario sino probabilístico) surge lo complejo, surge la complejidad.  Esto es lo que se observa en los laboratorios y en los procesos naturales. 

El programa reduccionista ha sido tremendamente fecundo, sin embargo debe complementarse con la idea de emergencia.  La filosofía científica, decíamos más atrás, es una filosofía sistémica, monista desde el punto de vista ontológico substancial, pero pluralista respecto a las propiedades, porque la emergencia permite el surgimiento de propiedades nuevas a niveles más organizados de la materia.  Es una realidad de sistemas y procesos, dinámica, con historia, con niveles de organización que van surgiendo por integración de lo más simple.  Esto no es especulación, esto no es filosofía, esto es algo que se puede mirar en el laboratorio y es algo que de hecho es un resultado científico.  Incluso puede hablarse de progreso en términos de complejidad o sea hay procesos que llevan a mayor complejidad, también se pueden revertir o sea la complejidad se puede perder, es frágil.  En la materia organizada hay procesamiento de información y a medida que hay más complejidad, pues ese procesamiento es más también más potente, pero eso no puede suceder sin una base energética, sin condiciones termodinámicas.  Y contrario a lo que a veces se piensa la materia organizada compleja no choca contra la idea de entropía porque la materia organizada produce más entropía. Por ejemplo, el planeta Tierra produce más entropía que la Luna o el Sol, si lo calculamos con respecto a la masa, el Sol es un monstruo al lado de la Tierra, pero por unidad de masa la Tierra produce más entropía.  Por unidad de masa el amazonas produce más entropía que un desierto.

El tema de “los umbrales de creciente complejidad” es, como dijimos el punto que está al rojo vivo en el debate entre David Christian y Fred Spier.  En últimas es un debate filosófico,  importante en lo conceptual.  Spier dice que hay que acabar con ese concepto de “los umbrales de complejidad”, pero no para negar el incremento de complejidad que es algo real y comprobable en el universo, sino para evitar la generalización simplificadora que hace Christian.  Dejamos dos preguntas para reflexionar: ¿cuál es la concepción de progreso que sustenta la Gran Historia? y ¿no se está violando la segunda ley de la termodinámica?  En algunas conferencias yo he tratado ese tema porque efectivamente se podría narrar la Gran Historia de manera equivocada si no se aclaran esos dos conceptos. Es erróneo presentar como una fórmula automática, que si hay unos ingredientes y ciertas condiciones favorables (Goldilocks conditions) se obtiene un salto en complejidad.  En realidad es un proceso probabilístico, lo cual nos lleva a un tema profundo de la cosmovisión científica: el papel del azar.

Hemos visto algunos elementos de cosmovisión científica, no todos, pero a lo largo de estos últimos siglos lo que fue quedando en claro es que lo sobrenatural no existe.  Que no hay dioses, ni ángeles, ni seres espirituales, ni fantasmas, ni alma, ni espíritu, ni espiritismo, ni telepatía, ni clarividencia, ni telekinesia, ni reencarnación, ni viajes astrales y ¡que siga la lista!  Pero así como decimos eso con contundencia, igual decimos que no hay movimiento perpetuo, no hay flogisto, no hay calórico, no hay elan vitae, ni éter luminífero y tampoco hay fuerza de gravedad. Es decir, estamos aplicándole a esas fantasías de la cultura popular de muchos continentes, de muchas sociedades, estamos aplicando lo que aplicamos en la ciencia.  O sea, la carga de la prueba la tiene quien afirma la existencia de X.  Tú dices que existe la antimateria, pruébalo.  Dices que existen los neutrinos, pruébalo. Así lo hizo la ciencia a comienzos del siglo XX y lograron probarlo.  También dijeron en el siglo XIX que existía el éter, intentaron probarlo y nada, no lo pudieron probar y llegó  Einstein y acabó con el éter.  Entonces la carga de la prueba la tiene quien afirme la existencia de algo. Además, a esto le podemos aplicar la navaja de Ockham y pelar todas esas barbas.  No existe lo sobrenatural: a esta visión la llamamos naturalismo. Algunos preguntarán si es igual que materialismo. Yo diría que “casi, pero no exactamente”.  Ese es un cotejo que hay que hacer en otro momento.

Decíamos hace un rato que el ser humano es un animal de ficciones. ¿Por qué? ¿cómo es esto?  Esta característica tiene una base neurológica y evolutiva.  (1) Nuestro cerebro es capaz de pensar en términos causales y patrones, eso nos ayuda mucho en el esfuerzo científico y filosófico.  (2) También los seres humanos pensamos en términos de agencia, de ahí surgió el animismo, pero esto era necesario porque somos seres sociales, necesitamos interpretar qué es lo que quiere el otro, el otro ser humano, necesitamos entrar en sintonía, sincronizarnos, funcionar colectivamente, tener cohesión social en los grupos, gracias a eso sobrevivimos. La “teoría de la mente” la alcanza un niño a los 4 años más o menos, ser capaz de interpretar que el otro humano tiene una mente como la suya.  Pensar en términos de agencia era una manera de explicar por qué existe el rayo, el trueno, la lluvia, no sé qué, bueno, eso era natural hace miles de años, pero no tiene razón de ser hoy en día, en pleno siglo XXI, para aplicárselo a cosas que no son agentes (la “Madre Tierra”, la “Madre Naturaleza”, la “Pacha Mama”, el agua, el mar, “el universo conspira”).  No distinguir entre seres animados e inanimados en el siglo XXI, que la escuela no lo enseñe con claridad, es regresar a la premodernidad y nos muestra en algunas culturas populares (incluso en países del “primer mundo”) que la Modernidad es aún un proceso que está lejos de acabar. (3) Algo que si es muchísimo más difícil, es pensar en términos de azar y probabilidades y eso es fundamental para la cosmovisión científica. Nos cuesta bastante, en nuestro pasado evolutivo la presión selectiva favoreció en alguna medida cierto tipo de pensamiento bayesiano, probabilístico subjetivo, que generalmente funciona bien en contextos naturales.  Pinker llama a esta capacidad, “racionalidad ecológica”.  Pero con el conocimiento actual sobre probabilidades y la psicología experimental sabemos que estamos llenos de sesgos y trampas en las que caemos, pisamos cáscaras constantemente.

Dice Carl Sagan que “la ciencia es más que un simple conjunto de conocimientos, es una manera de pensar”.  Bueno, cuando en los colegios hay clases de física, química, biología y no se enseña la ciencia como manera de pensar estamos fracasando en la educación.  Entonces el niño aprende cuáles son los elementos químicos, la tabla periódica, y se aprende la fórmula del tiro parabólico, pero no ve más allá, no conecta los saberes fragmentarios ni se hace consciente de los procesos histórico-sociales y de razonamiento que llevaron a esos conocimientos ni cual es su sustento probatorio. Eso es instrumentalizar la educación.  Claro que a las élites les interesa preparar a la gente para el trabajo, no para pensar críticamente.  Para trabajar no se necesita una cosmovisión científica.  Al contrario, podría “estorbar” según algunos discursos que, a la postre, son justificatorios de la educación de mala calidad.  O mejor dicho, miden la “calidad” con otros parámetros, bien alejados de saberes “inútiles” como la filosofía.  De esa manera se garantizaría que el súbdito –que no ciudadano- será mucho menos crítico y más fácilmente manipulable, hackeable.

El pensamiento científico entonces implica muchas cosas:

·         Eliminar el antropocentrismo

·         Eliminar la proyección antropomórfica

·         Eliminar lo sobrenatural

·         Ser capaz de pensar en grandes diferencias de escala

·         La causalidad

·         El azar

·         La necesidad y la contingencia

·         La complejidad

·         La racionalidad

·         La contrastación empírica (clave de la ciencia)

·         La línea del tiempo

Otras ideas clave que hemos tratado en conferencias de Gran Historia, como advertencias y aclaraciones preliminares antes de adentrarnos en la narración del Big Bang al Antropoceno son:

·         El subdeterminismo

·         La naturaleza humana universal

·         El progreso no teleológico

·         La unidad de la ciencia

·         La complejidad, los sistemas complejos

 

Estas ideas son filosófico-científicas.

Nota: en Racionalidad, el reciente libro de Steven Pinker, menciona el dualismo (cuerpo-alma o natural - sobrenatural), el esencialismo y el finalismo o teleología, como 3 maneras de pensar que son habituales en el ser humano.

Conferencia sobre cosmovisión científica y educación - Primera parte

 

Una educación sin cosmovisión es como café sin cafeína

 

El siguiente texto es una transcripción de un audio de la conferencia ofrecida por Jorge Senior el 28 de octubre de 2021 en Café-Filo.  Es, por tanto, un lenguaje oral.


Como la conferencia está dividida en tres partes, para efectos de presentación en este Blog quedará repartida en tres entradas sucesivas. Esta es la primera.

 

Primera parte

Cosmovisión científica  vs.  Sistema Educativo

 Empezamos entonces con la Gran Historia: ¿de dónde venimos?, ¿qué somos? y ¿hacia dónde vamos?  Estas son tres preguntas que la humanidad se ha hecho durante miles de años en todos los pueblos, en todas las culturas y que por fin creo que hemos logrado la respuesta, por lo menos a las dos primeras y ya veremos qué podemos decir sobre la tercera.

Hemos soltado un guiño que dice “para mayores de 18”.  Bueno, esto realmente tiene que ver con un guiño a lo que decía Kant sobre la mayoría de edad, porque no vamos a tocar temas sexuales ni nada de eso, solamente vamos a hablar de creencias; y bueno, hay personas que a veces son muy delicadas frente al tema de las creencias y creen que es un irrespeto criticar las creencias, cosa que no es así.  El tema que presenté como título es una cara de la moneda, la otra cara de la moneda es el choque que hay entre la cosmovisión científica y el sistema educativo.  En otras palabras voy a sustentar que el sistema educativo no asume la cosmovisión científica y que más bien está impregnado de oscurantismo.

Esto puede verse como un programa de investigación, como algo que está en curso, sobre todo desde el punto de vista de diagnóstico; pero a su vez, conlleva a un programa de trabajo, de acción, con el objetivo de hacer una transformación profunda y radical de la educación básica y media (y también la universitaria, sólo que la universitaria en últimas depende de lo que haya pasado antes en la educación básica y media, sin olvidar que es en la universitaria donde se forman los docentes que trabajan en la educación básica y media.

El protagonista central de todo esto es lo que yo llamo cosmovisión científica.  Hay cuatro herramientas para trabajar cosmovisión científica: (1) la Gran Historia; (2) la Filosofía Científica; (3) el Pensamiento Crítico;  y (4) el Antropoceno.  Podríamos hacer un cambio en este esquema y poner Antropoceno en el título y bajar la cosmología científica como cuarta herramienta.  En ese caso el Antropoceno sería como el contexto en el cual nos encontramos actualmente en el siglo XXI, en todo el planeta Tierra, y las cuatro herramientas para enfrentar sus desafíos, serían: Gran Historia, Filosofía científica, Pensamiento crítico y la propia Cosmología científica.

La buena noticia es que ya tenemos la respuesta a esas dos grandes preguntas: ¿qué somos? ¿de dónde venimos?  Los que tengan mi edad, y si tienen diez o veinte años más mejor todavía, han vivido una época privilegiada, han vivido en la época en que por primera vez se logró responder a estas dos preguntas de manera científica.  Porque los pueblos, las culturas, la han respondido siempre, pero de manera mítica, no de manera científica basada en evidencia y con todo el rigor de la lógica y la experimentación.  Para mí esto es una experiencia sublime, porque siempre -a lo largo de las décadas- he vivido pendiente de lo que pasa en la ciencia, lo que pasa en la tecnología, he sido espectador de estos grandes descubrimientos y de cómo ha cambiado desde que yo era un niño en primaria hasta ahora, cómo ha cambiado nuestra concepción del mundo.  Y yo hago divulgación científica precisamente por eso, porque me gusta compartir esa experiencia sublime, esa sensación maravillosa de adentrarnos en la resolución de los misterios y encontrar respuestas a nuestras preguntas.  La tercera pregunta en cambio, ¿hacia dónde vamos?, es una pregunta mucho más práctica, una pregunta de acción.  En el largo plazo es una pregunta existencial; en el corto plazo, que en este caso sería el siglo XXI, es una pregunta política y hay que responderla con acción política (precisamente dentro de pocos días comienza el COP26 que tiene que ver con el cambio climático).  Bueno, ese es un punto central de los desafíos del Antropoceno.

La respuesta a “¿de dónde venimos?”, está en la Gran Historia, que es nuestra caja de herramientas número 1.  La segunda pregunta se refiere a dos sistemas: el individuo humano y la sociedad humana, o sea, qué somos como individuos y qué somos como sociedad. La pregunta por cualquier sistema siempre tiene dos respuestas que hay que unir o integrar, y que la ciencia tiene que investigar: (1) la génesis del sistema y (2) el mecanismo de cómo funciona el sistema. Y si pensamos unificadamente las dos grandes preguntas (qué somos y de dónde venimos) su respuesta se integra en lo que llamamos la cosmovisión científica.  Por otra parte, como ya dijimos, la respuesta a la tercera pregunta es una decisión.  Y en sus dos niveles (el existencial y el político) tiene que fundamentarse en la respuesta a las dos primeras preguntas o sea en la medida en que respondemos que somos y de dónde venimos y lo tenemos claro, con base en eso podemos sustentar hacia dónde vamos, qué es lo que vamos a hacer a nivel planetario en el siglo XXI.

Entonces aquí vamos articulando una serie de componentes, que aún no hemos analizado internamente.  El primero es (1) la Gran Historia que relata la historia del universo, la historia del planeta Tierra y la historia de la especie humana.  Tal narración con lujo de detalles es posible gracias a que las ciencias han ido convergiendo.  Si miramos la historia de la ciencia, lo que vemos es un proceso de convergencia hacia la unidad y por eso es posible hablar de una cosmovisión científica; incluso hoy más que en tiempos del Círculo de Viena. Pero a esto hay que añadirle otro ingrediente que es (2) la filosofía científica que es nuestra segunda caja de herramientas.

¿Qué es la filosofía científica?  Bueno, primero que todo la idea es hacer filosofía científicamente y hacer ciencia filosóficamente.  Hay científicos como Claude Bernard, Hermann von Helmholtz, Ludwig Boltzmann, Ernst Mach, Albert Einstein, por ejemplo, que hacían ciencia filosóficamente y hay filósofos -como Mario Bunge- que hacen filosofía científicamente.  Esto recupera una tradición que había sido rota por el romanticismo y el idealismo alemán que separaron la filosofía de las ciencias.  Por el contrario creemos que la filosofía hay que hacerla ligada a la ciencia, en diálogo permanente con la ciencia.  El Círculo de Viena constituye un referente clave en este proceso hacia la exactificación de la filosofía.  Miremos entonces una definición de filosofía científica tal y como la plantea el argentino Gustavo Romero: “la filosofía científica es filosofía informada por la ciencia, que provee a la ciencia de sus conceptos más generales, utiliza lenguaje lo más exacto posible y está siempre en concordancia con el conocimiento científico del momento, fórmula hipótesis y teorías para responder a problemas filosóficos, se contrasta contra la ciencia y sus resultados; y por su coherencia interna aspira a minimizar la vaguedad”.

Stephen Hawking y algunos divulgadores hablaban mal de la filosofía. De seguro él no había entendido qué es la filosofía.  Tal vez tenía una idea a partir de la filosofía continental, con los filósofos más famosos que son generalmente de esa vertiente, pero no conocía la filosofía científica.  Ésta se sustenta en un trípode que es la semántica filosófica, la ontología y la epistemología.  Ahora bien, tenemos la cosmovisión científica, pero ella se quedaría en una élite, en los filósofos, en los científicos más pensantes, más reflexivos.  Pero, ¿cómo la llevamos a la cultura, sobre todo a la cultura popular? Allí tiene que jugar su papel la educación formal, sobre todo, no sólo la divulgación científica, sino el sistema educativo.  Hay que entrenarse y entrenar a los niños y a los jóvenes en pensamiento crítico, que es nuestra caja de herramientas número 3.  Si eso se logra tendríamos ciudadanía, tendríamos ciudadanos mayores de 18 con capacidades de pensamiento crítico, con conocimiento de la cosmovisión científica y podríamos llamar al siglo XXI la época de la ilustración antropogénica, para diferenciarla de la ilustración del siglo XVIII, que es otro cuento, pues han pasado muchas cosas desde aquel siglo hasta el presente.  Ese es un ideal, que esto se convierta en cultura y no solamente en algo de una élite, pero eso no es lo que está sucediendo.  En este momento pasa lo contrario, hay oscurantismo por todos lados. Hoy estuve en un congreso de investigación en el cual había algunas ponencias oscurantistas, una mezclaba la ciencia con magia y religión, o sea todo revuelto.

Surgen entonces estas preguntas: ¿por qué está oculta o marginada la visión científica del mundo? ¿por qué no se enseña en los colegios? ¿por qué aún predomina el pensamiento mágico religioso? ¿y qué pasó con el desencantamiento del mundo del que hablaba Max Weber?  Bueno, lo que sucede es que nuestros queridos ilustrados del siglo XVIII no conocían bien la naturaleza humana.  El ser humano en un animal de ficciones.  Más que animal racional es un animal de ficciones. Hay ficciones que son honestas, como el arte, la matemática y las ficciones que se presentan como tal, que son convencionales y todo el mundo sabe que son convencionales.  Pero hay ficciones deshonestas fraudulentas, que se presentan como verdaderas y no lo son.  Es el caso de las religiones; es el caso de las ideologías políticas cuando se alejan de la ciencia o se convierten incluso en anticiencia; y es el caso de un montón de ruidos que abundan en nuestra sociedad, como la pseudociencia, las pseudoteorías conspiranoicas y las pseudofilosofías como el posmodernismo.  La ciencia es como el antídoto frente a todo eso desde hace más de 400 años.

Ahora vamos a plantear el problema en cuatro partes.

En primer lugar el problema es político, se trata de la debilidad de la ciudadanía, hay escasez de ciudadanos, lo cual representa el fracaso educativo de la ilustración.  El proyecto de la ilustración, que era lograr una ciudadanía educada, no se ha logrado.  La concepción de democracia que se buscaba desde la ilustración era una democracia de ciudadanos, es decir de personas que tienen una fundamentación para hacer uso público de la razón, intervenir en la sociedad con muy buenos fundamentos.  Recuerden que en esa época había mucha gente analfabeta y se discutía si los analfabetas podían votar o no.  En ese contexto si se quería ampliar la democracia, tocaba ampliar la educación, democratizar la educación.  Entonces he ahí la gran diferencia entre una democracia epistémica, que se basa en ciudadanos ilustrados, con educación, y una democracia doxástica, la cual presume que el individuo sabe que es lo que mejor le conviene y cree que se pueden tomar decisiones sin tener, digamos, los elementos de juicio que se necesitan en cuanto a formación o conocimiento para tomar esas decisiones.  Y eso cada vez más es así, cada vez más la sociedad se hace más complicada, cada vez necesitamos más ciencia, más cultura científica, para poder entender lo que está pasando en sociedades complejas.  No somos una aldea, no somos una tribu.  Estamos en una sociedad planetaria con gran complejidad. Ello exige un concepto de ciudadanía que se caracteriza por la mayoría de edad (kantiana), capaz de hacer uso público de la razón, con un desarrollo pleno del potencial cognitivo de nuestra corteza prefrontal, como animales humanos que somos.

Así como nos entrenamos en el deporte, debemos entrenarnos en pensamiento crítico (que es pensamiento racional, abstracto, lógico, científico, lateral).  Sin olvidar, y eso lo dice la misma cosmovisión científica, que somos sentipensantes, como decían Alfredo Correa de Andréis y Orlando Fals Borda.

En segundo lugar el problema es cultural.  Se resume en el predominio del pensamiento mágico-religioso y el oscurantismo.  Pervive el encantamiento del mundo, claro que ya sin esa connotación terrorífica que tenía antes.  Y pululan la irracionalidad, los fanatismos y las ilusiones.  Lo vimos en enero de este año, en el propio congreso de los EEUU.  Lo hemos visto con el señor Bolsonaro en Brasil, por ejemplo, y lo vemos aquí con los pastores antivacunas, lo vemos por todos lados, lo vemos en la izquierda y lo vemos en la derecha.

El planteamiento del problema en un tercer sentido sería, usando términos de Yuval Harari, la contradicción del Sapiens como Homo Deus y animal hackeable. Homo Deus significa que nuestra especie ha adquirido un gran poderío, en nuestra civilización se acumula un saber de miles de años, pero a la vez nuestros individuos son cada vez más manipulables.  Digamos que la “inteligencia colectiva” ha aumentado con la civilización, pero la inteligencia individual parece ir hacia atrás.  Entre el individuo y la sociedad hay un abismo, cosa que no existía en la aldea.  Ese abismo se supera con un puente, que no puede ser otro que el conocimiento.  Sobre esto volveremos al final.

Ahora, como éste es un espacio de filosofía, café-filo, aquí cabe perfecta la cuarta manera de plantear el problema.  Todo lo que hemos venido diciendo a lo alrgo de la charla, desde el punto de vista filosófico sería una lucha entre distintas filosofías.  Se trata de un combate intelectual contra el idealismo en ontología y contra el subjetivismo, el ultrarrelativismo y el irracionalismo en la epistemología. Y también brilla la ausencia de una semántica filosófica. Alguien dirá: “bueno, ese es un asunto académico de los filósofos”.  Pero no. estas filosofías -que son malas filosofías- están irrigadas por toda la sociedad, aparecen en las ideologías políticas, aparecen en las creencias de las personas, así no sean conscientes de que están asumiendo una posición epistemológica o una posición ontológica.

Nuestra hipótesis de trabajo es que, si bien esta problemática es compleja y multicausal, toca enfocarse en algo y preferimos apuntarle al sistema educativo. Lo que observamos en allí es la desactivación durante el siglo XX del potencial revolucionario emancipador de la cosmovisión científica.  No es algo nuevo del siglo XXI, esto viene desde hace rato y lo han hecho por medio de la fragmentación del conocimiento, por medio de la especialización, dejando de lado la visión de conjunto.  Y lo han hecho también por medio de la incoherencia del currículo.  Así es. El currículo de la educación básica y media es incoherente y la pedagogía se ha dedicado a hablar de las formas, de la didáctica, del cómo enseñar, y ha olvidado el contenido, como si hubiese un consenso al respecto.  Y lo que tenemos es un contenido incoherente, donde al niño se le adoctrina en religión, por ejemplo, o sea en fantasías, y se le adoctrina en ciencia.  Sobra decir que la ciencia no debe ser adoctrinamiento.  Cuando digo que se adoctrina en ciencia es que la enseñanza de la ciencia se vuelve dogmática.  Aprendes cuánto es dos más dos, la fórmulita, alguna información fáctica en el mejor de los casos, pero no se sabe de dónde viene eso, cómo se llega a eso, qué experimento sustenta eso, cuál es la evidencia.  Entonces estamos formando personas que no son ciudadanos sino que se rigen por un pensamiento mágico religioso, oscurantistas en últimas.

La continuación de la hipótesis de trabajo sería que el pensamiento crítico integral está prácticamente prohibido en la educación básica, media y superior.  Soy testigo de eso.  No he hecho una investigación empírica para llegar a este diagnóstico en Colombia.  Pero sí se han hecho en otros países. En colombia muy poquito, quizás algo de Julián de Zubiría y la fundación Alberto Merani.  Hay algunos trabajos, pero muy poco se ha investigado esto en Colombia. Por eso lo planteo como hipótesis, pero en otros países ya esto no es hipótesis sino una realidad comprobada a través de investigación.  En el sistema educativo, si acaso existe el pensamiento crítico, es sumamente débil, fragmentario, limitado, está arrinconado, está disociado de la visión de conjunto, que es la cosmovisión.  Y está esterilizado.  Es  casi impotente frente a la incoherencia. 

¿Cuál sería la solución? Pues hay que cambiar el currículum.  Hay que hacer una educación coherente, hay que meter de lleno la cosmovisión científica en ese currículum, partiendo de la unidad de la ciencia y la filosofía científica, hay que entrenarse en pensamiento crítico integral.  Claro que, si el docente no está entrenado, pues ¿cómo va a entrenar al niño?  Entonces hay que empezar por los docentes, porque en las Facultades de Educación de las universidades pasa exactamente lo mismo que estamos diciendo aquí, reina el oscurantismo de decano para abajo.  Todo esto en últimas es educación para la democracia mediante la construcción de ciudadanía. Ustedes seguramente han escuchado muchísimo estas expresiones de “educación para la democracia”, “construcción de ciudadanía”, se habla mucho de “competencias ciudadanas”, se menciona mucho, pero se olvida que la principal competencia ciudadana es el pensamiento crítico.  Sin visión científica tampoco hay pensamiento crítico, el cual no es sólo cuestión de forma, pues exige   unos contenidos de referencia.  Ahora bien, si se lograse todo esto, en la sociedad habría mucho más nivel de cultura científica.  Y aquí establecemos una ecuación entre cultura científica y cultura política democrática.  Esto significa que un ciudadano del siglo XXI tiene que tener cultura científica para poder tener cultura política democrática, o si no, cómo va a meterse en una discusión sobre las 5G o sobre la computación cuántica o sobre algunos aspectos bioéticos o sobre las tecnologías relacionadas con la biología sintética, por ejemplo la terapia génica, sobre el cambio climático.  Todo ello necesita cultura científica, de otra manera qué tipo de interlocutor sería, ¿sería acaso un interlocutor válido?  Se necesita entonces ilustración antropocénica para poder asumir con fundamento la participación en la deliberación pública.

Bueno, hemos terminado la primera parte.  Hasta ahora no hemos hablado de cosmovisión científica desde adentro.  No sé cómo estaremos de tiempo, pero hagámosle.

martes, noviembre 02, 2021

El debate Spier vs Christian en Big History

 


Antecedentes

Se ha desatado un debate entre dos de los más connotados líderes mundiales del campo de la Big History: Fred Spier y David Christian

Fred Spier, antropólogo e historiador holandés, fue la persona que acuñó la expresión Big History en los años 90. Ha sido profesor en la Universidad de Amsterdam, institución en la cual se jubiló y donde desarrolló sus ideas de Gran Historia. Es autor de múltiples publicaciones en el campo, dentro de las cuales cabe destacar dos libros: The Structure of Big History (1996) y Big History and the Future of Humanity (2005). 

David Christian, historiador australiano, es profesor de la Universidad de Macquarie y el líder más visible del Big History Project (BHP).  La mencionada universidad australiana tiene un Big History Institute que orienta al BHP y publicó un libro de gran formato, ya traducido al español, titulado Big History. David Christian es autor de muchos libros sobre historia de Rusia e historia mundial y los siguientes dos títulos: Big History (2011) y Origin Story (2018). Su video de 18 minutos en TED tiene más de 10 millones de vistas.

Sobre Big History hay otras entradas en este blog, por ejemplo ésta, o esta otra, o ésta que tiene el link de un video.

El debate académico se centra en dos conceptos: “Threshold” (umbrales de complejidad) y “Goldilocks conditions” (que habría que traducir como “condiciones ricitos de oro” en alusión a un cuento infantil). 

Fred Spier hace una serie de críticas al concepto de “umbral”, tal y como lo usa Christian para referirse a 8 saltos de complejidad en tres escalas diferentes: los 3 primeros a escala del universo, los dos siguientes a escala planetaria y los 3 últimos restringidos al ser humano.  Es decir, tres escalas que implican tres objetos de estudio muy diferentes.  Entonces, ¿cómo podría ser aplicable el mismo concepto de “umbral”? Básicamente Spier acusa a Christian de antropocentrismo, por poner al ser humano como protagonista de la Gran Historia universal.  También lo acusa de arbitrariedad y poco rigor en el concepto, y sostiene que hay muchos otros saltos de complejidad en la historia del universo, de la vida y de la humanidad, algo que nadie puede negar.  Las razones de Christian para sus 8 umbrales parecen ser de tipo didáctico.  Pero Spier no valida ese criterio, pues precisamente cree que se está haciendo una enseñanza errónea. 

Personalmente, estoy de acuerdo con Spier.  De hecho, si bien yo he utilizado los 8 umbrales siguiendo el juego del BHP desde 2018 hacia acá, lo combino con aclaraciones y advertencias sobre diversos aspectos filosóficos que si no se trabajan adecuadamente pueden llevar a mistificaciones y errores. También lo combino con historia de la ciencia, filosofía de la ciencia, filosofía científica.

Mi experiencia personal comunicando Big History

En 1995 fui fundador del Planetario de Barranquilla y su primer director de 1995 a 1997 (actualmente se llama Planetario de Combarranquilla).  En el planetario se hacía (y aún se hace) una conferencia gratuita semanal.  En 1996 dicté una serie de 3 conferencias sobre el origen del universo, el origen de la vida y el origen de la especie humana. Actualmente ya no utilizo la expresión “origen del universo” para referirme al Big Bang, sino “origen de la expansión del universo observable”.  Esa fue, quizás, mi primera experiencia en Big History, obviamente sin usar tal nombre.  De 2018 al presente empecé a usar el término Big History y he dictado cursos y conferencias sobre ello, por ejemplo con Fundación Stellam y el Planetario de Combarranquilla, también en universidades y colegios.  Y he escrito material de lectura para esos cursos, así como columnas divulgativas.

Los problemas filosóficos de Big History

Como filósofo, estudioso de historia de la ciencia y la epistemología, mi enfoque es crítico.  El modelo del Big History Project es un referente que menciono para darle contexto internacional a mis conferencias o cursos, pero no utilizo los materiales de su website.  En cambio uso una bibliografía muy amplia, propia de mi autoformación durante décadas.  El libro Origin Story de Christian y el volumen de gran formato Big History de la Universidad de Macquarie son apenas una mínima parte de la bibliografía.  Debo reconocer que gracias a David Christian supe de las obras de Fred Spier. Salvo la crítica a Christian, no he leído aún los textos que Spier tuvo la generosidad de enviarme, pero pronto lo haré.

Hay varios problemas teóricos interesantes en Big History, entre ellos los siguientes:

·         Complejidad: un concepto elusivo que alude a la cantidad y variedad de componentes de un sistema y de sus articulaciones.

·         Progreso no teleológico (en el parámetro “complejidad”): entendido como aumento de la complejidad en un universo en el cual aumenta la entropía

·         Necesidad y contingencia: el problema del determinismo (frente a esto asumo un enfoque probabilístico, subdeterminista); aquí entra la causalidad y el azar

·         Antropocentrismo y el problema del “lugar de enunciación”: se resuelve con el Principio Cosmológico (a veces llamado “copernicano”)

·         El denominado “punto de vista de Dios”: relacionado con el anterior

·         El tiempo: la Relatividad Especial nos prohibe la simultaneidad y la Relatividad General nos presenta un “universo de bloque” cuatridimensional, pero en Big History se suelen eludir

·         Conceptos como “materia”, “energía”, “información”

·         Astrobiología o biología universal: el problema de la singularidad o no de la vida

·         Unidad de la ciencia (consiliencia): tema planteado por el Círculo de Viena y muy debatido en filosofía de la ciencia

·         Cosmovisión científica o concepción científica del mundo: relacionado con el anterior

·         Naturaleza humana (aquí se encuentran los problemas de la psicología evolucionista, el problema de Nature vs Nurture y el construccionismo social)

·         La cientificidad en las ciencias sociales

 

¿Cómo enfoco la Gran Historia?

Teniendo en cuenta los problemas teóricos o filosóficos mencionados es claro que una exposición narrativa de la Gran Historia conlleva múltiples advertencias o aclaraciones para la audiencia o lectores.  Por ejemplo, yo combino la narración con la historia de la ciencia para mostrar cómo surgió cada conocimiento.  Así, antes de hablar del Big Bang como “umbral 1”, hago un recorrido por la historia de la cosmología desde el debate Einstein – De Sitter hasta los modelos inflacionarios actuales con energía oscura y materia oscura.  De esa manera muestro la base teórica y empírica de los modelos de Big Bang.

El tema de la entropía merece también una aclaración primordial.  Hablo entonces de la “Super Gran Historia”, que es la historia del universo dominada por la entropía creciente.  Dejo en claro que nuestra Gran Historia es en cierto sentido “terracéntrica” en cuanto a la focalización local planetaria (o de nuestro sistema solar) a partir del “umbral 4” y más aún en la focalización antropocéntrica a partir del “umbral 6”.  En otras palabras, dejo en claro que la Gran Historia en realidad es un encadenamiento de tres historias: la del universo, la del sistema solar (con la Tierra y su biosfera) y la de la especie humana.  El carácter relativamente arbitrario de los ocho umbrales es abordado explícitamente.

Al entrar en el concepto de los aumentos de complejidad enfatizo que la narración en ocho umbrales es una simplificación, pues bien podrían ser unos 30.  Entonces advierto a la audiencia que tales umbrales son como capítulos y que cada uno se puede subdividir en varios y diversos aumentos de complejidad.  Por ejemplo, el Big Bang permite mencionar varios “subumbrales” como las transiciones de fase en el primer segundo que dan origen a las cuatro interacciones fundamentales (advirtiendo que sólo hay base experimental para la unificación electrodébil), también está la inflación propuesta por Alan Guth en diciembre de 1979, luego la integración de la materia (sopa de quarks, confinamiento de quarks en protones), desacoplamiento de neutrinos, final de los neutrones libres, formación de átomos neutros liberando a los fotones (radiación cósmica de fondo). 

El “umbral 2” lo denomino “la formación de estructuras” (estrellas de primera generación, galaxias y macroestructuras de varios niveles, todo ello en un orden no muy claro aún) y conlleva la reionización del gas. El punto es que la formación de estrellas prosigue hasta el presente y que en ellas ocurre la nucleosíntesis que en BHP aparece como otro umbral.  En realidad la nucleosíntesis empieza en el Big Bang con protones, núcleos de Helio y trazas de Berilio y Litio. En las estrellas de primera generación no se genera más allá del hierro, hasta que haya procesos muy energéticos como las supernovas para dar lugar a los elementos más pesados.  Por último, la nucleosíntesis transuránica es artificial y, que sepamos, se produce sólo en laboratorios de la Tierra. 

En esa historia universal hay etapas no muy claras, pero las hay.  En la evolución de las galaxias, por ejemplo, de ahí que no haya quasars cerca a la Vía Láctea. Hay, además, un momento en que la energía oscura se empieza a imponer y la expansión se acelera, lo cual ocurre más o menos en la mitad de toda esta historia de 13800 millones de años. 

Cuando uno explica todo esto queda claro que los tales “umbrales” son una simplificación didáctica, son capítulos, pero la realidad tiene múltiples cambios.  Sólo que una historia de 30 umbrales, por mencionar un número aproximado, sería poco didáctica.  El número de ocho enganchando las tres historias (universo, Tierra, humanos) parece práctico, de fácil recordación.

Con la historia de la biosfera terrestre pasa lo mismo: surgimiento de la vida, de la fotosíntesis, de las eucariotas, de las plantas, de los seres pluricelulares, del sexo, de las neuronas, de la simetría bilateral, de estructuras duras como endoesqueletos y exoesqueletos, la explosión del Cámbrico, la conquista de la tierra firme, el huevo amniótico, la “sangre caliente”, para mencionar algunos hitos.  Nota: la palabra “hito” bien podría reemplazar el concepto de “umbrales”.

Y en la historia humana, ni se diga.  El “aprendizaje colectivo” y la técnica (fabricación de herrmientas) tiene como prerrequisito el bipedismo.  Prefiero la expresión “coevolución biológico-cultural” en vez de “aprendizaje colectivo”. Aunque es un tanto especulativo se habla de una revolución cognitiva hace unos 60.000 años. La división de la humanidad en dos hace unos 14.000 años al final de la edad de hielo es otro hito clave, el inicio del más grande experimento natural (Nuevo Mundo y Viejo Mundo). Unos 5 mil años después de la revolución del neolítico hay otro salto hacia las grandes civilizaciones: metalurgia, rueda, escritura, distritos de riego, construcciones monumentales.  Los niveles de organización de las sociedad humanas son también “umbrales de complejidad”. De las manadas a las tribus, a las jefaturas que unifican varias tribus hasta llegar a los Estados o imperios.  La escritura, en particular, es un salto en materia de procesamiento de información.  Y como filósofo siempre resalto el paso del mito al Logos en los presocráticos como un salto fundamental (también en otras culturas como la Chárvaka en India).  Los últimos 500 años de nuestra historia constituyen un salto multidimensional a través de varios procesos, y 1492 es la fecha clave.  En historia de América uso fuentes como el libro 1491 de Charles Mann y sobre la historia milenaria de Colombia uso el libro Antes de Colombia de Carl Langebaek.  Dado que estoy en Barranquilla ese énfasis es necesario y creo que hace falta mucha más historia de África.  

Dicho todo lo anterior creo que es evidente que comparto la crítica de Spier al modelo del BHP y al concepto de “umbrales”.  Sería muy fácil prescindir de ese concepto.  Hay una imagen en BHP que es claramente peligrosa. Aparece como una fórmula matemática, una ecuación: ingredients + Goldilocks conditions = new complexity.  Alguien podría entender que es algo automático o necesario y no es así.  El concepto de “Goldilocks conditions” también es criticable. Además la traducción al español (“condiciones ricitos de oro”) resulta ridícula.

Se podrían utilizar tres capítulos, como hice en 1996: historia del universo, historia de la Tierra y su biosfera, historia de la especie humana.

O se podrían utilizar seis capítulos con seis líneas del tiempo, como suelo hacer actualmente:

1.       1. Línea del universo de 13.800 millones de años

2.      2.  Línea del Sistema Solar de 4.560 millones de años

3.       3. Línea del Fanerozoico de 541 millones de años

4.       4. Línea del Cenozoico de 66 millones de años

5.       5. Línea de los homininos de 6 millones de años

6.       6. Línea del Holoceno de algo más de 10.000 años

Finalmente, el concepto de Antropoceno yo sí lo utilizo, pero no por Christian.  Por ejemplo, hay un buen libro del español Manuel Arias al respecto.

Más allá de La Gran Historia

La Gran Historia es posible por los avances en técnicas de datación y cronología de las últimas décadas.  Y desde luego se fundamenta en las teorías científicas desarrolladas desde mediados del siglo XIX.  Por eso debe complementarse con la historia de las ciencias, para mostrar cómo se llegó a ese conocimiento.  Pero al lado de la Gran Historia, la educación debe incluir el entrenamiento en pensamiento crítico.  En cierto sentido la Gran Historia es la versión narrativa de una cosmovisión científica actualizada.  Pero esta cosmovisión también hay que abordarla en forma no narrativa, es decir, analítica y filosófica.  La epistemología, la ontología y la semántica filosófica son el trípode que sirve de base a la cosmovisión científica, aunque no son el punto de partida como en tiempos clásicos.  Hoy la filosofía debe ponerse a tono con la ciencia, no es normativa. 

En conclusión, la visión de conjunto de la educación debería integrar, según mi concepto, todos esos campos: Gran Historia, cosmovisión científica, filosofía científica, filosofía de la ciencia, historia de la ciencia y pensamiento crítico.

Barranquilla, Noviembre 1 de 2021