miércoles, agosto 14, 2019

Cuestión étnica y victimismo

Por Jorge Senior

Está en boga una suerte de idealización de lo indígena que en parte tiene relación con la nueva tendencia del victimismo. Conocemos las maravillas desarrolladas por las civilizaciones de Mesoamérica y los Andes. Y ya sabemos las barbaridades cometidas por los europeos en la conquista de este continente que casi fortuitamente llamaron América. De tantos genocidios perpetrados en la historia humana durante varios milenios, creo que la conquista de América por el cristianismo fue el peor, si de juicios morales anacrónicos se trata, aunque sólo sea por la escala multimillonaria de víctimas letales y no letales. Sin embargo, la mayor mortandad no provino de espadas, perros y mosquetes sino de la desigual guerra entre los gérmenes que viajaron en animales humanos y no humanos desde el viejo continente contra el sistema inmunológico de los antiguos inmigrantes asiáticos que poblaron estas tierras en las postrimerías de la última edad de hielo. Por ejemplo, la viruela. 

Pero la historia es compleja. La tergiversación simplista y maniquea de la historia a lo Galeano olvida que antes de la llegada de los europeos en este continente ya había guerra y otras formas de violencia (como el asesinato y la violación), y había esclavitud y clases sociales, canibalismo y sacrificios humanos, enfermedades venéreas y machismo, racismo y opresión. Y también había malos manejos ambientales. La civilización maya, por ejemplo, colapsó por una inadecuada gestión ambiental del territorio. Y posiblemente estos inmigrantes asiáticos que colonizaron el continente hace más de 14.000 años tuvieron que ver con la extinción de algunas especies de la megafauna. América, antes de ser América, no era el paraíso. Era otro territorio más en el camino expansivo del Homo Sapiens. Y la naturaleza humana no se formateó ni se reconfiguró en los milenios de aislamiento.

La conquista de América tuvo otro capítulo terrible, precisamente suscitado por el factor inmunológico que ponía en desventaja estratégica a los aborígenes respecto a los invasores recién llegados (las causas de esta desventaja son conocidas). Otro continente se convirtió en fuente de recursos humanos al catapultarse el comercio de esclavos, una práctica antigua que en Europa había casi desaparecido en los siglos anteriores. El África subsahariana, en especial el occidente, territorio bantú, sufrió el embate de este comercio inhumano.

Hoy América es territorio multirracial, multicultural y parte integral de la civilización mundial. Pero un par de siglos de accidentada vida republicana no han solucionado la cuestión étnica originada en la colonia. Mestizaje, integración, aculturación y asimilación han predominado sobre la segregación. Aun así, en el marco de la agenda de profundización de la democracia, los territorios locales con poblaciones relativamente homogéneas de etnias indígenas o afrodescendientes, ameritan políticas públicas especiales que permitan conservar la diversidad y riqueza cultural al mismo tiempo que coadyuven al mejoramiento de condiciones de vida. Una relativa autonomía es posible sin romper la unidad nacional. 

En el caso colombiano, la constitución del 91 significó un gran avance de la visión multiétnica y multicultural de la nación, un legado del M19 y demás fuerzas políticas que forjaron el estado social de derecho. No obstante, la agenda de profundización de la democracia es una lucha continua, muchos anhelamos caminar hacia adelante, pero no faltan quienes están interesados retroceder. El componente étnico es parte del proceso de descentralización y regionalización que Colombia aborda con dificultades. La LOOT fue un fracaso y una nueva ley de regiones se cocina en el congreso. Por otra parte, algunos quieren retroceder a la constitución de 1886 en múltiples aspectos, como por ejemplo en el tema de las consultas previas. Las deficiencias organizativas y la penetración del clientelismo en las diversas etnias enreda más el asunto, algo que las propias comunidades tendrán que afrontar. Las esperanzas de la nación hoy están depositadas en las ciudadanías libres y progresistas, cada vez más libres de politiquería y de mentalidades premodernas. Los procesos relativos a la cuestión étnica deben confluir en la agenda democrática incluyente de las fuerzas alternativas. Construir ciudadanía es tarea vital en la Colombia plural del siglo XXI, pero sin mitificar la historia, sin idealizaciones maniqueas y neoconservadoras, sin victimismos conmiserables y mendicantes. La agenda del humanismo moderno en este país es la profundización de la paz y la democracia tal y como visionamos desde 1980, sigamos caminando, vendrán otros octubres.

12 de octubre de 2018

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