En esta entrada del blog La
Mirada del Búho recopilo algunos de los argumentos más socorridos por
los creyentes en dioses para tratar de justificar racionalmente su creencia o
sus intentos para rebatir el ateísmo. Y luego paso a refutarlos de manera relativamente
breve.
Hablo de dioses en plural, aunque
se trate de monoteísmo. Esto se debe a que aún en religiones monoteístas, como
el cristianismo por ejemplo, diferentes creyentes tienen diferentes ideas de
ese “dios único”, lo que en la práctica significa una multiplicidad de dioses
bajo una sola etiqueta. Y eso sin mencionar que suelen acompañar al dios de una
serie de seres sobrenaturales que, sin tener la categoría de divinidad, son
igualmente fantásticos. El truco de hablar de “Dios”, con mayúscula y como un
nombre, es para crear la sensación psicológica de que el nombre tiene un
referente objetivo y que todo el mundo habla del mismo ente, lo cual no es lo
que sucede.
Argumento 1. “No se ha demostrado la inexistencia de Dios”.
Refutación. Esta frase debe traducirse como “No se ha demostrado la
inexistencia de un dios o dioses”. Podría aplicarse al dios cristiano,
musulmán, hebreo, o a algún dios sacado de las colecciones de dioses de los
nórdicos, los griegos antiguos, los hindúes o los de cualquier tribu. Este
argumento falla, en primer lugar, porque ignora que la carga de la prueba le corresponde a quien afirme la existencia
de X (sea X lo que sea), debido -entre otras cosas- a que no es posible
demostrar la inexistencia de algo, ya que siempre es posible imaginar hipótesis
ad hoc, como por ejemplo que ese “algo”
existe en otro lugar o tiempo o fuera de nuestro espacio y tiempo (en otro
planeta por ejemplo, o in extremis en
otra región del universo con otras leyes o en otro universo del “multiverso”).
¿Alguien ha demostrado que Zeus no existe? ¿o que Odín no existe? Esas
creencias fueron abandonadas por diversas razones, pero no por demostraciones
de inexistencia.
Veamos como funciona este
criterio en la ciencia. Por ejemplo, si un científico postula la existencia de
átomos, de un éter lumínico, del flogisto, del calórico, del elan vital, de los
fotones, de los neutrinos, de la antimateria, de la energía oscura, de la
materia oscura, etc, la idea sería sólo una hipótesis hasta que haya evidencias
de su existencia. Lo mismo aplica para las propiedades (o “poderes”) como las propiedades
físicas, químicas, biológicas, psicológicas y por esa misma vía “poderes” como
la telepatía, telekinesis, videncia del futuro, reencarnaciones, inmortalidad,
“mal de ojo”, embrujos, etc. Ahora bien, para
que una idea sea una hipótesis científica interesante debe servir para explicar
y predecir fenómenos, debe ser fecunda para la investigación, debe ser
contrastable empíricamente y debe estar acorde con el conocimiento científico
en general o por lo menos chocar lo menos posible con el conocimiento acumulado.
En el caso de los átomos, los fotones, los neutrinos, la antimateria, esas
hipótesis se convirtieron en conocimiento firme al obtenerse evidencias experimentales
y encajar en el viejo o nuevo marco teórico. En el caso de la energía oscura y
la materia oscura, hay evidencias incompletas por lo que aún se presentan dudas
y todavía no encajan bien en el marco teórico de la física. En el caso del
éter, el calórico, el flogisto, el elan vital, esas hipótesis fueron
abandonadas, pero no por demostraciones de inexistencia sino porque nuevos
desarrollos teóricos y experimentales hicieron inútiles o innecesarias esas
hipótesis y, en consecuencia, el principio de parsimonia (ver más adelante) las
barre. En los casos de las propiedades físicas, químicas, biológicas,
psicológicas, la lista se ha ido ampliando a medida que se prueba su
existencia. Pensemos en propiedades tan sorprendentes como la
superconductividad o el entrelazamiento cuántico, por ejemplo, o las ondas de
espacio-tiempo (gravitacionales). En cambio, los “poderes mentales”, mencionados
arriba, tales como la telepatía, telekinesis y los demás de ese estilo, se
investigaron pero nunca se pudo probar su existencia, por lo cual son rechazados
por la ciencia. Nótese que no se trata de probar su inexistencia, lo cual es
imposible. Es al revés, su rechazo es porque no se pudo probar su existencia y
el que quiera seguir investigando es asunto suyo, igual que si alguien quiere
seguir intentando construir una máquina de movimiento perpetuo. Lo importante
es que no sea a costa de los recursos de la sociedad, dilapidando dineros
públicos.
Al argumento nítido de la carga de la prueba ilustrado arriba
es pertinente complementarlo con otro criterio de la ciencia y la filosofía: el
principio de economía, principio de parsimonia o navaja de Ockham, que nos indican que
hay que evitar la inflación ontológica,
es decir, la postulación de entidades innecesarias que no tienen valor agregado
para el conocimiento. Las hipótesis inútiles se desechan.
Nota adicional: vale aquí
recordar las críticas que recibió el criterio popperiano de la falsabilidad (refutabilidad). La tesis
Duhem-Quine, la carga teórica de la observación y otras ideas de la filosofía
de la ciencia como los paradigmas de Kuhn o los programas de investigación de
Lakatos, destrozaron la falsabilidad estricta, obligándola a flexibilizarse
hasta perder el sentido para el cual fue propuesta por Popper. La contrastabilidad empírica sigue siendo
muy importante, pero está lejos de ser un proceso simple y automático. Los
llamados experimentum crucis, que se
supone sirven para dirimir entre alternativas, también han sido relativizados.
Todo esto aplica para las hipótesis que postulan la existencia de un X y
muestra por qué no hay “demostraciones absolutas de inexistencia”. En todo
caso, un popperiano diría que la hipótesis de un dios o dioses no es falsable,
por tanto no es científica, cae afuera de la ciencia y cae dentro de lo que
algunos autores llaman “lógica paranoica” (para el paranoico todo es prueba de
aquello que presume, ya sea que suceda una cosa o su contrario, su creencia se
adapta a todo y la persona entrampada en esa “lógica” defectuosa no puede ser
convencida jamás). Así funcionan los dogmas.
Argumento 2. “La ciencia no ha logrado explicar X o Y fenómenos, luego
es pertinente una explicación sobrenatural o milagrosa”. Por ejemplo, el
“ajuste fino” del universo, el origen del universo (antes se hablaba del origen
del sistema solar), el origen de la vida, la complejidad de los seres vivos, la
conciencia, etc. Dentro de este tipo de argumentos entran los del denominado
“diseño inteligente”.
Refutación. Este argumento es denominado “el dios de los huecos”.
Se llama así porque el truco es aprovechar cualquier hueco que haya en el
conocimiento humano de la época para proclamar que aquello nunca podrá ser
explicado de forma científica y que por tanto la única “explicación” es la
acción mágica de un agente sobrenatural. Hay una variante naturalista que
utiliza como “explicación” a agentes naturales como podrían ser unos supuestos
visitantes extraterrestres. Si no sabemos aún cómo un pueblo antiguo construyó
un monumento extraordinario, entonces eso se “explica” por la acción de dioses
o extraterrestres. Si no sabemos aún cómo se explica un fenómeno natural o una
característica de la naturaleza, entonces se acude a la pseudoexplicación
milagrosa o mágica que involucra la
agencia intencional (sospechosamente parecida a la humana) de un ser
sobrenatural, de seres extraterrestres o de seres de otra dimensión o universo.
Así eran las explicaciones
primitivas sobre la lluvia, la sequía, el trueno o el rayo, los terremotos,
tsunamis, la cosecha, las enfermedades y hasta las derrotas o victorias en las
guerras. Todo estaba intervenido por espíritus de la selva, dioses o poderes
brujos. El cerebro humano evolucionó en sociedad y así como un niño de pocos
años atribuye mente a otros humanos (se suele llamar “teoría de la mente” a esa
capacidad infantil que se adquiere como a los 4 años), esa misma capacidad se
proyecta a todo tipo de seres: animales, vegetales, ríos, montañas, muñecos,
etc. Es una proyección antropomórfica.
En contraste la ciencia explica
los fenómenos naturales como procesos objetivos no intencionales, es decir, no
intervenidos por agentes naturales espurios o sobrenaturales, procesos que
obedecen a patrones también objetivos que se pueden estudiar y que luego sirven
para predecir, lo cual abre inmensas posibilidades para los seres humanos (“el
conocimiento es poder” decía Bacon). La ciencia es naturalista, objetivista,
rechaza las pseudoexplicaciones sobrenaturales (mágicas) y las proyecciones
antropomórficas más allá de lo específicamente humano. Es bajo ese enfoque que,
en los últimos cuatro siglos, ha progresado el conocimiento científico de la
naturaleza, depurándose gradualmente de lo subjetivo, lo sobrenatural y lo
antropomórfico.
La historia nos enseña que el
conocimiento científico ha ido reemplazando las “explicaciones” mágicas,
milagrosas, sobrenaturales y antropomórficas una y otra vez a lo largo de los
siglos. De ahí que podamos esperar que todo aquello que aparezca como
inexplicado al día de hoy, pueda ser explicado más adelante gracias a la
investigación científica y no inventando respuestas mágicas sin fundamento,
esto es, arbitrarias.
Nota: sobre “ajuste fino”, origen
del universo, origen de la vida, la conciencia y otros temas por resolver
podríamos decir mucho más, pues en las últimas décadas se ha avanzado
enormemente en esas líneas de investigación. Por ahora basta decir que no hay
carencia de hipótesis científicas al respecto como se estudia en el campo de la
Gran Historia o Big History. Por el
contrario, lo que hay es fecunda investigación en curso. Y sobre esos temas he
producido otras entradas en este blog, conferencias en Youtube, cursos de Big
History.
El punto es que el creyente cree
que necesariamente lo complejo produce lo simple, así como un relojero produce
un reloj (metáfora del siglo XVIII que hoy se podría cambiar por un sistema
informático) (nota: el razonamiento por analogía no es argumento válido, no
tiene fuerza probatoria, sólo sirve para ilustrar). Según él es imposible que
lo complejo surja de lo simple. Pero semejante creencia choca frontalmente con
todas las ciencias. El creyente de este tipo está desconociendo el concepto de emergencia, que es un concepto
metacientífico obtenido a partir de la ciencia y significa que lo complejo emerge de lo simple. Es lo
que se ha encontrado en astronomía, en geología, en física, en química, en
biología, en historia social. Algunos ejemplos pueden ser nucleosíntesis de
elementos químicos en el Big Bang, estrellas y supernovas; síntesis de
moléculas a mayores niveles de complejidad, incluyendo biomoléculas; surgimiento
de eucariotas a partir de endosimbiosis de arquea y bacterias; formación de sistemas
termodinámicos alejados del equilibrio (basta ver los huracanes o el agua
hirviendo con sus estructuras ordenadas); evolución de los seres vivos con la
complejización de una parte de la biosfera; evolución de los cerebros y
sistemas nerviosos centrales; emergencia de conductas; progreso y
complejización de las sociedades humanas.
Los creyentes suelen repetir
discursos que hablan de la improbabilidad del surgimiento de la vida, citando
por ejemplo a Hoyle y su imagen del huracán que arma espontáneamente un boeing
747, la cual es una analogía que no se sostiene, pues allí no hay selección
natural. La evolución biológica no es un producto exclusivo del azar, sino el
resultado de interacciones de procesos deterministas que pueden modelarse en un
esquema de variación y selección. Por cierto, los modelos de variación y
selección pueden utilizarse también con la materia no viva, por ejemplo en
astronomía. Quien no domine esos esquemas de pensamiento no puede entender
procesos como la evolución. La abiogénesis hace unos 4 millardos de años en la
Tierra primigenia es abordable perfectamente con ese enfoque, aplicado a la
química.
Sobre el origen de la vida
terrestre ver esta entrada: Abiogénesis
En cuanto al diseño inteligente
del sistema solar, como lo llegó a pensar Kepler con los sólidos platónicos,
ese problema fue resuelto con un esquema darwiniano de variación y selección:
existen trillones de sistemas planetarios y aunque la mayoría no ofrezca
condiciones favorables para la vida, puede haber una minoría de miles o de
millones de planetas que sí las ofrezcan. Es decir, que la improbabilidad no es
imposibilidad, cuando hay trillones de oportunidades. De hecho, el término “improbable”
es muy vago mientras no se cuantifique y actualmente nadie puede calcular, ni
siquiera en forma aproximada, cuál es la probabilidad real de que surjan
fenómenos biológicos. Para ello hace falta más investigación.
Sobre el ajuste fino hay una
solución similar a la del sistema solar que podemos imaginar. Ver esta
explicación especulativa pero naturalista en: Video
Conclusión: a medida que avanza
la ciencia el dios de los huecos retrocede. El dios de los huecos siempre va en
retroceso, nunca avanza.
Argumento 3. “El
ateísmo no se deriva de la ciencia o no tiene que ver con la ciencia”.
Refutación. Este argumento es increíble porque las evidencias de lo
contrario son abrumadoras. Ya en la refutación del argumento 2 mostramos cómo
la ciencia es naturalista, rechaza las explicaciones mágicas sobrenaturales, antropomórficas
y teleológicas. Eso es filosofía de la ciencia a un nivel muy básico. Avanzando
en esa misma dirección se puede argumentar que la ciencia tiene la misma
ontología y la misma epistemología que el ateísmo racioempirista (ver entrada
en este blog sobre el ateísmo racioempirista). La ciencia es también
racioempirista (tiene rigor lógico y rigor experimental) y rechaza el
irracionalismo dentro de la ciencia, es objetivista y rechaza o minimiza el
subjetivismo dentro de la ciencia, su ontología es materialista y rechaza el
idealismo. La neurología o neuropsicología, por ejemplo, nos muestra que la
mente es una función del cerebro y que no hay mente sin cerebro (mentes
incorpóreas, fantasmas, alma o espíritu humano inmortal, son fantasías, nunca han
sido detectadas), lo cual es plenamente coherente con la biología evolutiva que
nos expone el origen natural de la especie humana. También es consistente con
los experimentos de interfase cerebro humano – máquinas, que permiten a un ser
humano interactuar con una máquina por medio del pensamiento (que es actividad
cerebral plenamente material pues consume energía). Ahí se desmoronan todas
esas fantasías sobre seres espirituales, dioses pensantes incluidos.
Otro eje de refutación es la
ciencia de la historia. La historia de las religiones nos muestra que son
creaciones idiosincrásicas subjetivas de los diferentes pueblos. Contrafáctico:
si la historia mostrara que todos los pueblos produjeron la misma religión o
llegaron a la misma idea de la divinidad, se tendría que reconocer, a partir de
ese carácter universal, que debe haber algo objetivo que explique esa
universalidad. Pero ese no es el caso. En contraste, la universalidad de las
ciencias naturales proviene de su metodología experimental y replicable que
minimiza lo subjetivo y maximiza la objetividad como ideal regulador.
La historia también nos muestra
que el ateísmo reflexivo, colectivo, cientificista, surge en el siglo de las
luces, especialmente con la Ilustración, como un efecto colateral de los
avances científicos que desvirtúan la biblia (católica o no católica) y posibilitan
el surgimiento de una cosmovisión mecanicista y materialista en aquella época.
La ciencia lo hizo posible. No sobra recordar la oposición institucional de la
iglesia católica, especialmente el tribunal de la Inquisición, al progreso de
la ciencia en los albores de la modernidad. Las sociedades islámicas y
protestantes, que fueron más proclives al avance del conocimiento en los siglos
anteriores, han dado un vuelco negativo hacia el dogmatismo y fanatismo en los
últimos tiempos, mientras que el catolicismo se ha flexibilizado.
Otro punto clave es la
correlación estadística entre avance de la ciencia y mayores niveles de ateísmo
(esto se puede ver en forma diacrónica en el mismo país o en comparación
sincrónica entre países con niveles distintos). Alguien podría decir que EEUU
es la excepción. Pero si se analiza esa país internamente, se verá que la
correlación es clara entre los estados más avanzados y los más atrasados que
son precisamente los del bible belt.
Ese fenómeno del fundamentalismo evangélico de las zonas más atrasadas de EEUU
proviene de la peculiar historia de esa nación. Asimismo se puede estudiar la
correlación inversa entre mayores
niveles de educación y mayores niveles de creencia en dioses. La comunidad
científica tiene un porcentaje de ateos mucho mayor que la ciudadanía en
general, en practicamente todos los países. Y dentro de las propias comunidades
científicas se va a encontrar mayor porcentaje de ateos en los niveles más
altos (por ejemplo en los premios Nobel) que en los niveles más bajos (por
ejemplo, las comunidades científicas latinoamericanas).
Resumiendo: el choque entre
ciencia y religión, y la fuerte conexión entre ateísmo y ciencia se encuentran
en:
·
La cosmovisión científica que nos brindan las
ciencias naturales y su Big History.
·
La neuropsicología que niega las mentes
incorpóreas en coherencia con la biología evolutiva.
·
La historiografía científica que nos muestra,
por un lado, el carácter idiosincrásico de las creencias religiosas y, por otro
lado, el carácter universal de las ciencias naturales; mientras que muestra el
desarrollo del ateísmo como efecto derivado del avance de las ciencias desde
los siglos XVII y XVIII hasta hoy.
Hasta aquí la primera parte. En
la segunda parte (siguiente entrada del blog) abordamos otros alegatos que no son
verdaderos argumentos sino trucos retóricos: el argumento de autoridad mediante
citas, la explotación de algún error particular de la contraparte y la crítica
ad hominem al comportamiento del ateo militante (voy a referirme a un
comportamiento que sí está justificado: darle importancia a ciertas creencias
metafísicas que impactan la sociedad).