sábado, febrero 17, 2024

Oferta de conferencias y cursos

 De 1993 al presente he realizado centenares de conferencias y cursos de divulgación científica, filosófica e histórica (sin mencionar las decenas de asignaturas formales como docente universitario durante 27 años). Una buena parte de ellas se han hecho en el Planetario de Barranquilla (hoy Combarranquilla), escenario que pervive y es mi orgullo como legado a la ciudad y la región. También en universidades, colegios y escenarios diversos de Barranquilla y otras ciudades. Algunas conferencias están grabadas en mi canal de YouTube o en otros canales, sumando miles de vistas.

Asimismo he realizado múltiples ponencias en congresos nacionales e internacionales de filosofía, historia, astronomía, educación, ingeniería, propiedad intelectual e investigación, en Colombia y otros países.

También he publicado varias decenas de artículos en revistas académicas o prensa, algunos libros o capítulos de libro, casi 200 columnas en el portal El Unicornio y un número similar de entradas en mi blog La Mirada del Búho. Algunas de las columnas se recopilan, agrupadas por temas, en otro blog llamado Buhografías del Unicornio. Ambos blogs se ubican en blogspot.

Por último, debo mencionar la divulgación científica que realicé en radio, con el programa El Sonar del Búho que tuvo más de mil emisiones en el período 1993-1998, y en televisión, específicamente en Telecaribe, incluyendo la transmisión en vivo y en directo del eclipse total de sol de 1998. Y aún me falta explorar el nuevo formato de los podcasts (busco aliados para ello).

Tal ha sido, en síntesis, mi aporte a la construcción de ciudadanía.

Con base en esa experiencia de más de 30 años me permito ofrecer la siguiente selección de conferencias y cursos para público escolar, universitario, profesional y ciudadanía en general.

OFERTA DE CONFERENCIAS Y CURSOS

1.       Historia del universo

2.       Historia del Sistema Solar, la Tierra y su biosfera

3.       Historia de la especie humana

4.       La Gran Historia:  integra 1, 2 y 3 (conferencia o curso)

5.       El surgimiento de la Modernidad (1430-1830)

6.       Las revoluciones industriales y tecnológicas (1774-2024)

7.       Historia del mundo moderno: integra 5 y 6 (conferencia o curso)

8.       Leonardo da Vinci: vida y obra

9.       La revolución científica (siglos XVI y XVII)

10.   La segunda revolución científica (siglos XIX y XX)

11.   Historia de la ciencia: integra 9 y 10  (conferencia o curso)

12.   Historia y filosofía de la física (conferencia o curso)

13.   Preguntas y respuestas sobre el espacio y el tiempo

14.   Historia de la cosmología (conferencia o curso)

15.   Kepler, Darwin y el multiverso

16.   El Big Bang y los agujeros negros

17.   Una perspectiva diferente del Sistema Solar

18.   Historia de las geometrías no euclidianas.

19.   Los peces y los reptiles no existen.

20.   Las dos grandes ideas de Darwin

21.   Historia de la biología molecular.

22.   La vida extraterrestre (biología universal o astrobiología)

23.   Albert Einstein: su vida y su pensamiento

24.   Historia del siglo XX (conferencia o curso)

25.   1980: el año en que todo cambió

26.   ¿Qué es el Antropoceno?

27.   Historia de la filosofía de la ciencia (conferencia o curso)

28.   ¿Qué es la filosofía científica? (conferencia o curso)

29.   Materialismo del siglo XXI

30.   Ateísmo racioempirista: argumentos de ida y vuelta

31.   Cosmovisión científica  (integra 4, 11, 27, 28, 29, 30, 33, 34) (conferencia o curso)

32.   Exosomatización del conocer o el giro ingenieril de la epistemología

33.   ¿Qué es el pensamiento crítico?  (conferencia o curso)

34.   ¿De qué está hecho el mundo?

35.   Historia de Colombia (conferencia o curso)

36.   Historia de la insurgencia en Colombia (conferencia o curso)

37.   Epistemología para divulgadores científicos (conferencia o curso)

sábado, enero 06, 2024

Tim Maudlin y la interpretación de Copenhague

Tim Maudlin sobre filosofía de la mecánica cuántica: Teoría física, interpretación de Copenhague y realismo científico.

Traducción libre de extractos de la Introducción a Filosofía de la Física II: teoría cuántica de Tim Maudlin.

Una teoría física debería responder clara y francamente dos preguntas fundamentales: qué hay y qué hace. La respuesta a la primera es la ontología de la teoría y a la segunda es la dinámica. La ontología debería tener una definida descripción matemática y la dinámica debería ser implementada por ecuaciones precisas que describan como evolucionará o evolucionaría la ontología.

La interpretación de Copenhague no cumple estas demandas. Hay poco acuerdo acerca de qué es lo que postula este abordaje de la teoría cuántica sobre lo que existe o cómo la dinámica puede ser formulada sin ambigüedades. Actualmente la expresión es usada con frecuencia como una forma abreviada de referirse a un instrumentalismo general que trata al aparato matemático de la teoría simplemente como un dispositivo predictor, sin comprometerse para nada con una ontología o dinámica. Ese dispositivo predictor es lo que Maudlin llama “la receta cuántica”. En ocasiones, aceptar la interpretación de Copenhague se entiende como la simple decisión de usar la receta cuántica sin más preguntas: cállate y calcula. Tal actitud rechaza la aspiración de proporcionar una teoría física, como la definimos arriba. Por tanto la interpretación de Copenhague ni siquiera está en la búsqueda de una descripción del mundo físico y de lo que éste hace.

Además de rechazar la terminología usual de “teoría cuántica” vs. “interpretación de la teoría cuántica” en favor de “receta predictiva” vs. “teoría física”, y además de ignorar la cuestión histórica de qué (si algo) cuenta como interpretación de Copenhague, este trabajo difiere de la mayoría de discusiones estándar en una tercera manera. Se ha vuelto de rigor que la literatura sobre los fundamentos cuánticos sistemáticamente usa de modo equívoco los términos ‘realista’ y ‘antirrealista’ (en inglés son 4 términos: realist, realistic, antirealist y antirealistic). Estos términos tienen un significado preciso en filosofía de la ciencia, el cual parece ser poco familiar para la mayoría de los físicos. Y no es sólo que estos físicos usen los términos de manera equívoca, es que más bien ellos los manejan sin significado alguno. Esto ha tenido consecuencias terribles para las discusiones sobre los fundamentos de la teoría cuántica.

En el propio sentido del término, las teorías físicas no son realistas ni antirrealistas. Eso es un error categorial, como se suele decir. Es la actitud de una persona hacia la teoría física la que es realista o antirrealista. (Pone el ejemplo de Osiander y Galileo respecto a la teoría copernicana).

El realista científico mantiene que, al menos en algunos casos, tenemos buenas razones probatorias para aceptar teorías o afirmaciones teóricas como verdaderas, o aproximadamente verdaderas, o en camino de ser verdaderas. El antirrealista lo niega. Estas actitudes vienen en gradientes: se puede ser un realista científico leve, medio o fuerte y asimismo el antirrealista. En últimas, es un asunto de epistemología y teoría de la confirmación.

Extracto y traducción libre de la introducción de Filosofía de la Física II: Teoría Cuántica. Publicado en 2019 por Princeton University Press.

lunes, diciembre 04, 2023

Emergencia vs. Superveniencia en Filosofía

Emergencia vs. Superveniencia en filosofía

Por Rafael González del Solar (el traductor de Bunge).

Tomado del capítulo 6, Systemic Materialism in Biology en el libro Contemporary Materialism: its Ontology and Epistemology (Springer, 2022)

[Traducción libre de Jorge Senior]

Existe otra noción relacionada con la idea de que la materia está organizada en una estructura de niveles, la cual está ontológicamente menos comprometida que la noción de ‘emergencia’, es la noción de ‘superveniencia’. Considerada por algunos como un concepto central de la filosofía analítica (McLaughlin y Bennet 2018), superveniencia es usualmente caracterizada de la siguiente manera: “Un conjunto de propiedades A superviene a otro conjunto B sólo en el caso de que dos cosas no puedan diferir respecto a las propiedades A sin diferir también sobre las propiedades B”.

Uno de los problemas con la idea de superveniencia es que parece asumir la existencia de propiedades  en sí mismas [existencia autónoma]. En contraste, los procesos de emergencia siempre son descritos como procesos concretos que ocurren en las cosas. Otro problema de la superveniencia es que es biyectiva, si es analizada como una relación lógica estática, y en este caso es simétrica y como tal sólo puede describir correlaciones entre propiedades en dos niveles. En contraste, los procesos de emergencia son siempre descritos dinámicamente, a lo largo de un eje temporal que establece la precedencia de algunas cosas (precursores) sobre otras cosas (sistemas). Para más análisis crítico de la noción de ‘superveniencia’ ver Fundamentos de biofilosofía (1997) de Mahner y Bunge, y Materia y mente (2010) de Bunge.

martes, noviembre 28, 2023

Ontología de la mecánica cuántica de Gustavo Romero


 Nota: pensaba elaborar una reseña de uno de los mejores capítulos escrito por Gustavo Romero en el libro sobre materialismo contemporáneo, pero preferí hacer una traducción libre del último acápite del texto en inglés, esto es, el sumario y las conclusiones.

Entre corchetes van comentarios aclaratorios de mi parte y entre paréntesis van palabras en inglés como aparecen en el original, por si acaso la traducción no es idónea.

Ontología de la mecánica cuántica

Tomado de Contemporary Materialism: its Ontology and Epistemology (Materialismo contemporáneo: su ontología y epistemología). Capítulo 4: Quantum Matter (Materia Cuántica) por Gustavo Romero. Sección 4.8: Sumario y conclusiones.

La mecánica cuántica es una teoría extraordinaria. Es extraordinaria por sus logros y triunfos, y es extraordinaria por su opacidad de significado y la distancia que va desde su profunda visión a los dictados del sentido común. La extrañeza de la teoría se manifiesta principalmente a través del entrelazamiento, la dualidad onda – partícula, y la carencia de nítida definición (sharpness) de algunas propiedades cuánticas [indeterminación – superposición]. Todas estas características pueden encajarse dentro de una interpretación realista y objetiva [objetivista] de la teoría. En tal interpretación los referentes de la mecánica cuántica son los sistemas cuánticos y sus entornos.

Los estados de estos sistemas son representados por funciones complejas que corresponden a un espacio funcional llamado espacio de Hilbert. Las propiedades específicas de un sistema particular son dadas por operadores autoadjuntos (self-adjoints) que actúan a través del correspondiente espacio de Hilbert. Los valores propios (eigenvalues) de los operadores son identificados con los valores de las propiedades. Dado que los valores son discretos, se dice que el sistema está cuantizado. Si dos operadores no conmutan, los correspondientes valores propios no son simultaneamente definidos (sharp). Tal indeterminación de propiedades, llamadas desigualdades de Heisenberg o relaciones de dispersión, nada tienen que ver con observaciones. Simplemente reflejan el modo de ser de los objetos cuánticos [no se trata de que el observador altere lo observado, como se suele decir equivocadamente].

La evolución de los sistemas cuánticos obedece a una ecuación linear [determinista]. Esta ecuación puede ser formulada para estados o propiedades. La aplicación del Principio de Superposición a estados lleva naturalmente al entrelazamiento. Una vez un sistema es preparado de una manera particular, evoluciona de tal modo que sus propiedades globales se preservan. Como resultado de esto se da la existencia de correlaciones no-locales entre estados cuánticos de los componentes del sistema. Este entrelazamiento, muy bien verificado desde el punto de vista experimental, no es amenaza para la interpretación realista, en contravía de lo que pensaba Einstein. Sólo implica que las correlaciones cuánticas en sistemas entrelazados son no-locales [No hay conexión causal no-local, ni transmisión de energía o información instantáneas o a mayor velocidad que c (velocidad de la luz y la ondas gravitacionales), no hay “spooky action at a distance” como dijera Einstein].

La linealidad de las ecuaciones dinámicas de la mecánica cuántica también implica que la teoría es plenamente determinista. En cada punto del espacio-tiempo el estado de un sistema cuántico no interactuante está completamente determinado desde las condiciones iniciales. Sin embargo, la teoría es probabilística en el sentido de que a partir de un estado dado sólo las propensiones pueden ser evaluadas para diferentes posibles resultados (outcomes). Tales propensiones son matemáticamente representadas por probabilidades que son determinadas por la regla dada por la ecuación 4.5. En la evolución de las propensiones los observadores no están involucrados, sino únicamente las interacciones con el entorno, las cuales pueden ser artificiales –como en un experimento- o naturales –como en la mayoría de los casos-.

La llamada dualidad onda – partícula en realidad no existe. Los sistemas cuánticos no son ondas ni partículas. Ellos pueden mostrar bajo ciertas condiciones un comportamiento que puede asemejarse (resemble) al de una onda y bajo otras condiciones un comportamiento semejante a una partícula, pero ellos no son ni lo uno ni lo otro: son entidades sui generis. ¿Qué clase de entidades? En este capítulo he sustentado que los sistemas cuánticos son campos extendidos sobre el espacio-tiempo. Lo que llamamos partículas individuales son sólo excitaciones de este campo. El hecho de que las partículas sean propiedades del campo y no entidades se revela cuando nos damos cuenta de que no son relativisticamente invariantes [o sea para diferentes sistemas de referencia]. Diferentes estados del vacío [vacío cuántico] pueden ser encontrados en el mismo campo. Esto resulta en que hay partículas detectadas en un marco de referencia y no en otro.

La propiedad que caracteriza la existencia ontológica [óntica] es la energía: la capacidad de cambiar y producir cambios. La densidad de energía del campo siempre está bien definida en todos los marcos de referencia y no puede ser nivelada (leveled) por un cambio de marco. Esto muestra que las entidades subyacentes en la teoría son los campos cuánticos. Dado que estos campos interactúan entre ellos, decimos que son materiales.

Finalmente, el espacio-tiempo en el que estos campos existen es material también, porque también tiene energía, aunque con una distribución no local [en regiones de espacio-tiempo].

Podemos decir que, de acuerdo a nuestros actuales puntos de vista del mundo físico, todo lo que existe es material. Parece haber dos clases de materia: campos y espacio-tiempo [37 campos cuánticos y un campo clásico que es el espacio-tiempo; en el recuento de Romero se mencionan 25 campos cuánticos, pero ahí faltan las anti-partículas de los 12 fermiones]. Que estas dos clases de materia puedan reducirse una a la otra es algo que está por verse [ya sea por el camino de Einstein y Wheeler o por el camino “inverso” de la gravedad cuántica de bucles u otros similares].

 

 

viernes, agosto 04, 2023

El padre del Big Bang fue Gamow, no Lemaitre


 


Grupos interesados andan promoviendo en redes y medios al sacerdote y cosmólogo Georges Henri Lemaitre como “padre del Big Bang”, por medio de memes sin fundamento que muchos tragan entero.

En primer lugar, es falso que Lemaitre fuese el autor del primer modelo de Big Bang, muy a pesar de que la susodicha atribución haya hecho carrera por las afirmaciones ligeras de divulgadores famosos y de académicos admiradores del personaje. Denominarlo “padre del Big Bang” es una tergiversación de la historia de la cosmología, como veremos más adelante. Y en segundo lugar, tal mentira es propagada con la intención de exaltar la religión, como si los méritos de Lemaitre como científico se trasladaran a sus creencias u opiniones no científicas. Ahí se oculta el llamado “argumento de autoridad” que es una falacia tanto si la autoridad es auténtica como si es un caso de falsa autoridad. En ningún caso la autoridad reemplaza el sustento con base en evidencias, hechos, pruebas experimentales u observacionales.

Las opiniones de un científico, por bueno que sea en su especialidad, sobre asuntos que no son de su especialidad, no tienen más valor que las de cualquier otra persona educada. Y aún si fuese en su especialidad, mientras sean opiniones y no conocimiento, tampoco merecen la suficiente credibilidad como para definir un debate. Los debates se ganan o se resuelven con argumentos con rigor lógico y basados en la evidencia.      

Que un científico sea sacerdote o un sacerdote sea científico no prueba que la religión y la ciencia sean compatibles o complementarias. Lo único que revela tal doble condición es la incoherencia de esa persona. No hay que olvidar que la incoherencia –desafortunadamente- es una característica muy común en los humanos y los científicos no necesariomente están exentos de ella. Tampoco hay que olvidar que la ciencia se volvió un asunto de especialistas y el sistema educativo refleja esa tendencia que Ortega y Gasset llamó “la barbarie de la especialización”. Esto lleva a que muchos científicos carezcan de una formación filosófica y de una cosmovisión científica integral más allá de su estrecho nicho académico.

Sobre la presencia de sacerdotes o simplemente de creyentes religiosos o místicos en la actividad científica lo único relevante es la evolución estadística de esa presencia a través del tiempo. Y esa estadística lo que muestra es que la presencia de creyentes en las comunidades científicas de primer nivel disminuye, mientras la presencia de agnósticos o ateos aumenta inexorablemente.

La ciencia y la religión son incompatibles porque la ciencia se basa en una ontología materialista y naturalista, rechazando todo lo sobrenatural y toda explicación antropomórfica de fenómenos naturales, mientras que la religión hace lo contrario al prohijar pseudoexplicaciones basadas en seres mágicos como dioses, espíritus, duendes, etc. También son incompatibles en lo epistemológico y metodológico: la ciencia es objetivista y racioempirista, mientras la religión es subjetivista e irracionalista. La ciencia es ajena a la fé y la religión es ajena a la evidencia. También son incompatibles en el caso de la ciencia de la historia cuando su objeto de estudio es el fenómeno religioso. Por ejemplo, no se puede hacer historia científica de la religión bajo el prejuicio de que la creencia religiosa es verdadera (sin mencionar que no hay una creencia religiosa universal sino miles de creencias diferentes). La historia científica de las religiones lo que muestra es que son inventos de carácter idiosincrásico en el contexto de las culturas populares. Por su parte, la neuropsicología rechaza conceptos como el alma inmortal o alma incorpórea, los cuales carecen de evidencia y chocan contra el conocimiento científico.

En resumen, mencionar ejemplos de científicos creyentes o extrapolar sus opiniones metafísicas no constituyen argumentos válidos a favor de la veracidad de una u otra religión. Sólo evidencian la incoherencia de tales sujetos. Lo que sí resultaría interesante es que pudiesen probar que el porcentaje de creyentes religiosos en las comunidades científicas tiende a aumentar a medida que la ciencia avanza. Pero la tendencia es exactamente al revés.

Vamos ahora a la historia de la cosmología.

El primer modelo del Big Bang fue elaborado por George Gamow en 1948. Para esa época la idea de la expansión del universo ya era ampliamente aceptada gracias a los trabajos de Edwin Hubble y Milton Humason en Monte Wilson. La hipótesis de Gamow pretendía explicar la expansión, pero además pretendía explicar la nucleosíntesis de los elementos químicos (y en efecto lo logró para los casos de hidrógeno, helio y trazas de Berilio y Litio). Este trabajo lo asumió su discípulo Ralph Alpher como doctorando y dio lugar, entre otros, al famoso artículo Alpher, Bethe, Gamow, un juego de palabras con el alfa, beta, gamma del alfabeto griego, pues Bethe no aportó allí; también hay que mencionar a Robert Herman, quien con Alpher calculó la temperatura de la radiación cósmica de fondo teorizada por ellos). Y ese es otro aspecto clave: predijeron un fondo cósmico de microondas. La hipótesis enfrentaba a una hipótesis rival: la del Steady State o estado estacionario, también llamado de creación continua, la cual era sustentada por Fred Hoyle. Y precisamente fue Hoyle, en un programa radial en 1949, quien le puso el apodo de “Big Bang” a la hipótesis de Gamow.

El descubrimiento de la radiación cósmica de fondo en 1964 por Penzias y Wilson le dio la victoria a la hipótesis de Gamow sobre la de Hoyle (aunque Hoyle triunfó con su trabajo sobre nucleosíntesis estelar). Desde entonces el Big Bang se convirtió en el modelo estándar de la cosmología main stream. Vale aclarar que el Big Bang no es una teoría. Es el nombre, apodo o etiqueta que le damos a una familia de modelos cosmológicos sobre el universo temprano (inicio de expansión) que tienen unas características comunes (el modelo de Gamow y sus discípulos fue el primero de una serie de variados modelos). Se soporta en teorías científicas de tres campos de la física: la Relatividad General, la física cuántica y la termodinámica. Y se sustenta en evidencias como: la radiación cósmica de fondo, la expansión (redshift o corrimiento al rojo de espectros galácticos en proporción a distancia, es decir, ley de Hubble) y la composición química del universo con más de 99% de hidrógeno y helio.

Lemaitre, por su parte, fue un gran científico a pesar de ser sacerdote, pero no por ello hay que sobrevalorarlo. Su hipótesis del “átomo primigenio o primordial”, resultó falsa, y no se puede confundir con el Big Bang como pretenden los propagandistas religiosos. Lemaitre tampoco fue el primero en ofrecer un modelo de universo en expansión. Ya De Sitter en 1916-17 había hecho lo propio con un modelo sin materia (la discusión entre De Sitter y Einstein fue clave para alejar a Einstein del principio de Mach). El soviético Aleksandr Friedman fue el primero en hacer modelos de universo en expansión con materia en 1922-24. Lemaitre hizo lo propio en 1927. Y posteriormente Robertson y Wilson hicieron lo suyo (de sus iniciales viene la sigla “métrica FLRW”, nótese que la L de Lemaitre va de segundo).

Tampoco hay que subvalorar a Lemaitre. A favor del científico belga podemos decir que en su trabajo de 1927 prefiguró la ley de Hubble en un escrito que tuvo una incompleta traducción al inglés, hecha por él mismo. Muchos consideramos que la Ley de Hubble debería denominarse Ley de Hubble-Lemaitre, tal y como lo aceptó la IAU hace pocos años.

En una próxima entrada analizaremos el artículo corto de 1931 en Nature en el cual Lemaitre lanza su idea especulativa del "átomo primordial" con el objeto de mostrar que tal artículo no tiene nivel científico,  ni hace parte de la familia de modelos de Big Bang y que además estaba desencaminado, de ahí que el concepto de "átomo primordial" no se instaló en el vocabulario científico ni constituye un concepto válido actualmente. 

Nota Bene. Aprovechemos para aclarar que es falso que Einstein dijera alguna vez que la constante cosmológica Lambda que introdujo en 1916-17 fuese “el mayor error de su vida”. Ese cuento lo inventó Gamow como prueba Mario Livio. La constante cosmológica para modelar un universo estático no fue un error, sino una necesidad para corresponder a los datos de la época (sólo el trabajo de Vesto Slipher insinuaba algo diferente, pero era insuficiente). Cuando los datos dijeron otra cosa en los años 20, Einstein aceptó la idea de un universo en expansión y quitó la constante cosmológica Lambda. Sin embargo, Lambda reapareció en la cosmología desde los trabajos de 1997-98 que introdujeron el concepto de “energía oscura”.   

Conclusión: George Gamow es el “padre del Big Bang”, si es que queremos otorgar ese título. De todos modos los científicos siempre están parados en los hombros de gigantes, como bien dijera Newton. La ciencia es un proceso colectivo.

domingo, julio 23, 2023

La ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia

 



Entre las muchas frases de Carl Sagan que se repiten por doquier en las redes sociales hay una que puede ser peligrosa por su ambigüedad. Me refiero a aquella que dice: “la ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia” y que a veces es aprovechada por los creyentes en cualquier fantasía carente de evidencia para justificar su creencia. Resulta irónico que un promotor del pensamiento escéptico como Sagan termine, en la era de los memes, siendo idiota útil de los enemigos del pensamiento escéptico o crítico gracias a una frase sacada de contexto. Por ello es pertinente analizarla.

La frase no es original de Carl Sagan, pues es un lema tradicionalmente usado en ciencia. Por ejemplo, en microbiología se usa mucho para indicar que si una prueba de laboratorio sobre una muestra no arroja la presencia de determinados microorganismos, no significa que no estén allí presentes, pues las pruebas de laboratorio siempre tienen un umbral de detección. El lema alerta al microbiólogo para que no se confíe y recuerde las limitaciones de la prueba utilizada. Asimismo, sucede en medicina, por ejemplo con las células cancerosas. El examen puede dar negativo, pero aún así nunca se puede estar totalmente seguro de la no presencia de células cancerosas en el organismo, pues pueden estar en una cantidad no detectable.

Como se puede ver en los ejemplos expuestos, la frase aplica para todo tipo de pruebas que tengan umbrales de detección, niveles de resolución u otro tipo de límites. Estamos hablando de pruebas científico-técnicas sobre el mundo natural. La entidad que se trata de detectar es siempre una entidad conocida, una entidad que realmente existe en el mundo natural.

En el caso de Carl Sagan, él se refería a la vida extraterrestre. La vida es un fenómeno natural y sabemos perfectamente que existe, pero sólo conocemos un caso: la biosfera terrestre. Dado que la vida terrestre se basa en los elementos químicos más abundantes y comunes en el cosmos, esperamos que prolifere en muchas partes del universo. La ausencia de evidencia sobre la existencia de vida en otros planetas no es prueba de que no exista por las siguientes razones: (1) esa búsqueda empezó hace apenas unas pocas décadas cuando se dieron las condiciones tecnocientíficas; (2) el universo es muy grande y apenas hemos buscado en una región ínfima de él (ni siquiera hemos completado la búsqueda en nuestro sistema solar que es uno entre trillones); en menos de 30 años hemos descubiertos miles de exoplanetas indicando que efectivamente, como se sospechaba por razones astrofísicas, los sistemas planetarios son muy comunes y el nuestro en principio no tiene nada de extraordinario, pero las enormes distancias hacen extremadamente difícil saber si existe vida en ellos, aunque se pueden buscar indicios químicos a distancia. En conclusión, Sagan tenía razones para aplicar la frase en el campo de la astrobiología.

En contraste con todo lo dicho, la utilización de la frase de marras para referirse a entidades sobrenaturales o fantasmagóricas es espuria, completamente inadecuada. Aquí ya no se trataría de detectar entidades naturales de características conocidas, sino de entidades amorfas imaginadas según alguna cultura tradicional y cuya existencia es rechazada por la cosmovisión científica debido a que no son consistentes con los conocimientos que tenemos de la realidad en las distintas ciencias. Me refiero a dioses, fantasmas, duendes, espíritus, ángeles o demonios, etc. Entidades que ni siquiera sirven como hipótesis pues carecen de valor heurístico, no solucionan problemas ni sirven de base para líneas de investigación fértiles.


Entonces aquí aplica otra frase famosa de Carl Sagan: Extraordinary claims requires extraordinary evidences. Que podríamos traducir como: “afirmaciones extraordinarias exigen evidencias extraordinarias”. Por ende, indicios nebulosos, fotografías borrosas, testimonios dudosos, no sirven para sustentar una tesis que choca de frente contra el conocimiento científico sólido. Un ejemplo de “afirmación extraordinaria” es afirmar la existencia de algo de lo cual no se conoce ni un solo caso. Y menos si no se deriva del conocimiento previo. Sólo cuando sabemos que algo, una entidad X cualquiera, existe, es que podemos aplicarle la frase para referirnos a su no presencia en un ámbito dado. La palabra “ausencia” al final de la frase se refiere a “no presencia”, no a “no existencia”.

+En conclusión, la frase “la ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia” no aplica para entidades cuya existencia se desconoce y menos aún si no se derivan del conocimiento científico. La frase sólo aplica en ciencia para referirse a la presencia  o no presencia en un determinado ámbito de una entidad conocida y bien caracterizada.

Para finalizar recordemos la navaja de Hitchens



sábado, abril 15, 2023

Refutando creyentes

 En esta entrada del blog La Mirada del Búho recopilo algunos de los argumentos más socorridos por los creyentes en dioses para tratar de justificar racionalmente su creencia o sus intentos para rebatir el ateísmo. Y luego paso a refutarlos de manera relativamente breve.

Hablo de dioses en plural, aunque se trate de monoteísmo. Esto se debe a que aún en religiones monoteístas, como el cristianismo por ejemplo, diferentes creyentes tienen diferentes ideas de ese “dios único”, lo que en la práctica significa una multiplicidad de dioses bajo una sola etiqueta. Y eso sin mencionar que suelen acompañar al dios de una serie de seres sobrenaturales que, sin tener la categoría de divinidad, son igualmente fantásticos. El truco de hablar de “Dios”, con mayúscula y como un nombre, es para crear la sensación psicológica de que el nombre tiene un referente objetivo y que todo el mundo habla del mismo ente, lo cual no es lo que sucede.

 

Argumento 1. “No se ha demostrado la inexistencia de Dios”.

Refutación. Esta frase debe traducirse como “No se ha demostrado la inexistencia de un dios o dioses”. Podría aplicarse al dios cristiano, musulmán, hebreo, o a algún dios sacado de las colecciones de dioses de los nórdicos, los griegos antiguos, los hindúes o los de cualquier tribu. Este argumento falla, en primer lugar, porque ignora que la carga de la prueba le corresponde a quien afirme la existencia de X (sea X lo que sea), debido -entre otras cosas- a que no es posible demostrar la inexistencia de algo, ya que siempre es posible imaginar hipótesis ad hoc, como por ejemplo que ese “algo” existe en otro lugar o tiempo o fuera de nuestro espacio y tiempo (en otro planeta por ejemplo, o in extremis en otra región del universo con otras leyes o en otro universo del “multiverso”). ¿Alguien ha demostrado que Zeus no existe? ¿o que Odín no existe? Esas creencias fueron abandonadas por diversas razones, pero no por demostraciones de inexistencia.

Veamos como funciona este criterio en la ciencia. Por ejemplo, si un científico postula la existencia de átomos, de un éter lumínico, del flogisto, del calórico, del elan vital, de los fotones, de los neutrinos, de la antimateria, de la energía oscura, de la materia oscura, etc, la idea sería sólo una hipótesis hasta que haya evidencias de su existencia. Lo mismo aplica para las propiedades (o “poderes”) como las propiedades físicas, químicas, biológicas, psicológicas y por esa misma vía “poderes” como la telepatía, telekinesis, videncia del futuro, reencarnaciones, inmortalidad, “mal de ojo”, embrujos, etc. Ahora bien, para que una idea sea una hipótesis científica interesante debe servir para explicar y predecir fenómenos, debe ser fecunda para la investigación, debe ser contrastable empíricamente y debe estar acorde con el conocimiento científico en general o por lo menos chocar lo menos posible con el conocimiento acumulado. En el caso de los átomos, los fotones, los neutrinos, la antimateria, esas hipótesis se convirtieron en conocimiento firme al obtenerse evidencias experimentales y encajar en el viejo o nuevo marco teórico. En el caso de la energía oscura y la materia oscura, hay evidencias incompletas por lo que aún se presentan dudas y todavía no encajan bien en el marco teórico de la física. En el caso del éter, el calórico, el flogisto, el elan vital, esas hipótesis fueron abandonadas, pero no por demostraciones de inexistencia sino porque nuevos desarrollos teóricos y experimentales hicieron inútiles o innecesarias esas hipótesis y, en consecuencia, el principio de parsimonia (ver más adelante) las barre. En los casos de las propiedades físicas, químicas, biológicas, psicológicas, la lista se ha ido ampliando a medida que se prueba su existencia. Pensemos en propiedades tan sorprendentes como la superconductividad o el entrelazamiento cuántico, por ejemplo, o las ondas de espacio-tiempo (gravitacionales). En cambio, los “poderes mentales”, mencionados arriba, tales como la telepatía, telekinesis y los demás de ese estilo, se investigaron pero nunca se pudo probar su existencia, por lo cual son rechazados por la ciencia. Nótese que no se trata de probar su inexistencia, lo cual es imposible. Es al revés, su rechazo es porque no se pudo probar su existencia y el que quiera seguir investigando es asunto suyo, igual que si alguien quiere seguir intentando construir una máquina de movimiento perpetuo. Lo importante es que no sea a costa de los recursos de la sociedad, dilapidando dineros públicos.

Al argumento nítido de la carga de la prueba ilustrado arriba es pertinente complementarlo con otro criterio de la ciencia y la filosofía: el principio de economía, principio de parsimonia o navaja de Ockham, que nos indican que hay que evitar la inflación ontológica, es decir, la postulación de entidades innecesarias que no tienen valor agregado para el conocimiento. Las hipótesis inútiles se desechan.

Nota adicional: vale aquí recordar las críticas que recibió el criterio popperiano de la falsabilidad (refutabilidad). La tesis Duhem-Quine, la carga teórica de la observación y otras ideas de la filosofía de la ciencia como los paradigmas de Kuhn o los programas de investigación de Lakatos, destrozaron la falsabilidad estricta, obligándola a flexibilizarse hasta perder el sentido para el cual fue propuesta por Popper. La contrastabilidad empírica sigue siendo muy importante, pero está lejos de ser un proceso simple y automático. Los llamados experimentum crucis, que se supone sirven para dirimir entre alternativas, también han sido relativizados. Todo esto aplica para las hipótesis que postulan la existencia de un X y muestra por qué no hay “demostraciones absolutas de inexistencia”. En todo caso, un popperiano diría que la hipótesis de un dios o dioses no es falsable, por tanto no es científica, cae afuera de la ciencia y cae dentro de lo que algunos autores llaman “lógica paranoica” (para el paranoico todo es prueba de aquello que presume, ya sea que suceda una cosa o su contrario, su creencia se adapta a todo y la persona entrampada en esa “lógica” defectuosa no puede ser convencida jamás). Así funcionan los dogmas.

 

Argumento 2. “La ciencia no ha logrado explicar X o Y fenómenos, luego es pertinente una explicación sobrenatural o milagrosa”. Por ejemplo, el “ajuste fino” del universo, el origen del universo (antes se hablaba del origen del sistema solar), el origen de la vida, la complejidad de los seres vivos, la conciencia, etc. Dentro de este tipo de argumentos entran los del denominado “diseño inteligente”.

Refutación. Este argumento es denominado “el dios de los huecos”. Se llama así porque el truco es aprovechar cualquier hueco que haya en el conocimiento humano de la época para proclamar que aquello nunca podrá ser explicado de forma científica y que por tanto la única “explicación” es la acción mágica de un agente sobrenatural. Hay una variante naturalista que utiliza como “explicación” a agentes naturales como podrían ser unos supuestos visitantes extraterrestres. Si no sabemos aún cómo un pueblo antiguo construyó un monumento extraordinario, entonces eso se “explica” por la acción de dioses o extraterrestres. Si no sabemos aún cómo se explica un fenómeno natural o una característica de la naturaleza, entonces se acude a la pseudoexplicación milagrosa o mágica que involucra la agencia intencional (sospechosamente parecida a la humana) de un ser sobrenatural, de seres extraterrestres o de seres de otra dimensión o universo.

Así eran las explicaciones primitivas sobre la lluvia, la sequía, el trueno o el rayo, los terremotos, tsunamis, la cosecha, las enfermedades y hasta las derrotas o victorias en las guerras. Todo estaba intervenido por espíritus de la selva, dioses o poderes brujos. El cerebro humano evolucionó en sociedad y así como un niño de pocos años atribuye mente a otros humanos (se suele llamar “teoría de la mente” a esa capacidad infantil que se adquiere como a los 4 años), esa misma capacidad se proyecta a todo tipo de seres: animales, vegetales, ríos, montañas, muñecos, etc. Es una proyección antropomórfica.

En contraste la ciencia explica los fenómenos naturales como procesos objetivos no intencionales, es decir, no intervenidos por agentes naturales espurios o sobrenaturales, procesos que obedecen a patrones también objetivos que se pueden estudiar y que luego sirven para predecir, lo cual abre inmensas posibilidades para los seres humanos (“el conocimiento es poder” decía Bacon). La ciencia es naturalista, objetivista, rechaza las pseudoexplicaciones sobrenaturales (mágicas) y las proyecciones antropomórficas más allá de lo específicamente humano. Es bajo ese enfoque que, en los últimos cuatro siglos, ha progresado el conocimiento científico de la naturaleza, depurándose gradualmente de lo subjetivo, lo sobrenatural y lo antropomórfico.

La historia nos enseña que el conocimiento científico ha ido reemplazando las “explicaciones” mágicas, milagrosas, sobrenaturales y antropomórficas una y otra vez a lo largo de los siglos. De ahí que podamos esperar que todo aquello que aparezca como inexplicado al día de hoy, pueda ser explicado más adelante gracias a la investigación científica y no inventando respuestas mágicas sin fundamento, esto es, arbitrarias.

Nota: sobre “ajuste fino”, origen del universo, origen de la vida, la conciencia y otros temas por resolver podríamos decir mucho más, pues en las últimas décadas se ha avanzado enormemente en esas líneas de investigación. Por ahora basta decir que no hay carencia de hipótesis científicas al respecto como se estudia en el campo de la Gran Historia o Big History. Por el contrario, lo que hay es fecunda investigación en curso. Y sobre esos temas he producido otras entradas en este blog, conferencias en Youtube, cursos de Big History.

El punto es que el creyente cree que necesariamente lo complejo produce lo simple, así como un relojero produce un reloj (metáfora del siglo XVIII que hoy se podría cambiar por un sistema informático) (nota: el razonamiento por analogía no es argumento válido, no tiene fuerza probatoria, sólo sirve para ilustrar). Según él es imposible que lo complejo surja de lo simple. Pero semejante creencia choca frontalmente con todas las ciencias. El creyente de este tipo está desconociendo el concepto de emergencia, que es un concepto metacientífico obtenido a partir de la ciencia y significa que lo complejo emerge de lo simple. Es lo que se ha encontrado en astronomía, en geología, en física, en química, en biología, en historia social. Algunos ejemplos pueden ser nucleosíntesis de elementos químicos en el Big Bang, estrellas y supernovas; síntesis de moléculas a mayores niveles de complejidad, incluyendo biomoléculas; surgimiento de eucariotas a partir de endosimbiosis de arquea y bacterias; formación de sistemas termodinámicos alejados del equilibrio (basta ver los huracanes o el agua hirviendo con sus estructuras ordenadas); evolución de los seres vivos con la complejización de una parte de la biosfera; evolución de los cerebros y sistemas nerviosos centrales; emergencia de conductas; progreso y complejización de las sociedades humanas.

Los creyentes suelen repetir discursos que hablan de la improbabilidad del surgimiento de la vida, citando por ejemplo a Hoyle y su imagen del huracán que arma espontáneamente un boeing 747, la cual es una analogía que no se sostiene, pues allí no hay selección natural. La evolución biológica no es un producto exclusivo del azar, sino el resultado de interacciones de procesos deterministas que pueden modelarse en un esquema de variación y selección. Por cierto, los modelos de variación y selección pueden utilizarse también con la materia no viva, por ejemplo en astronomía. Quien no domine esos esquemas de pensamiento no puede entender procesos como la evolución. La abiogénesis hace unos 4 millardos de años en la Tierra primigenia es abordable perfectamente con ese enfoque, aplicado a la química.

Sobre el origen de la vida terrestre ver esta entrada: Abiogénesis

En cuanto al diseño inteligente del sistema solar, como lo llegó a pensar Kepler con los sólidos platónicos, ese problema fue resuelto con un esquema darwiniano de variación y selección: existen trillones de sistemas planetarios y aunque la mayoría no ofrezca condiciones favorables para la vida, puede haber una minoría de miles o de millones de planetas que sí las ofrezcan. Es decir, que la improbabilidad no es imposibilidad, cuando hay trillones de oportunidades. De hecho, el término “improbable” es muy vago mientras no se cuantifique y actualmente nadie puede calcular, ni siquiera en forma aproximada, cuál es la probabilidad real de que surjan fenómenos biológicos. Para ello hace falta más investigación.

Sobre el ajuste fino hay una solución similar a la del sistema solar que podemos imaginar. Ver esta explicación especulativa pero naturalista en: Video

Conclusión: a medida que avanza la ciencia el dios de los huecos retrocede. El dios de los huecos siempre va en retroceso, nunca avanza.

 

Argumento 3. “El ateísmo no se deriva de la ciencia o no tiene que ver con la ciencia”.

Refutación. Este argumento es increíble porque las evidencias de lo contrario son abrumadoras. Ya en la refutación del argumento 2 mostramos cómo la ciencia es naturalista, rechaza las explicaciones mágicas sobrenaturales, antropomórficas y teleológicas. Eso es filosofía de la ciencia a un nivel muy básico. Avanzando en esa misma dirección se puede argumentar que la ciencia tiene la misma ontología y la misma epistemología que el ateísmo racioempirista (ver entrada en este blog sobre el ateísmo racioempirista). La ciencia es también racioempirista (tiene rigor lógico y rigor experimental) y rechaza el irracionalismo dentro de la ciencia, es objetivista y rechaza o minimiza el subjetivismo dentro de la ciencia, su ontología es materialista y rechaza el idealismo. La neurología o neuropsicología, por ejemplo, nos muestra que la mente es una función del cerebro y que no hay mente sin cerebro (mentes incorpóreas, fantasmas, alma o espíritu humano inmortal, son fantasías, nunca han sido detectadas), lo cual es plenamente coherente con la biología evolutiva que nos expone el origen natural de la especie humana. También es consistente con los experimentos de interfase cerebro humano – máquinas, que permiten a un ser humano interactuar con una máquina por medio del pensamiento (que es actividad cerebral plenamente material pues consume energía). Ahí se desmoronan todas esas fantasías sobre seres espirituales, dioses pensantes incluidos.

Otro eje de refutación es la ciencia de la historia. La historia de las religiones nos muestra que son creaciones idiosincrásicas subjetivas de los diferentes pueblos. Contrafáctico: si la historia mostrara que todos los pueblos produjeron la misma religión o llegaron a la misma idea de la divinidad, se tendría que reconocer, a partir de ese carácter universal, que debe haber algo objetivo que explique esa universalidad. Pero ese no es el caso. En contraste, la universalidad de las ciencias naturales proviene de su metodología experimental y replicable que minimiza lo subjetivo y maximiza la objetividad como ideal regulador.

La historia también nos muestra que el ateísmo reflexivo, colectivo, cientificista, surge en el siglo de las luces, especialmente con la Ilustración, como un efecto colateral de los avances científicos que desvirtúan la biblia (católica o no católica) y posibilitan el surgimiento de una cosmovisión mecanicista y materialista en aquella época. La ciencia lo hizo posible. No sobra recordar la oposición institucional de la iglesia católica, especialmente el tribunal de la Inquisición, al progreso de la ciencia en los albores de la modernidad. Las sociedades islámicas y protestantes, que fueron más proclives al avance del conocimiento en los siglos anteriores, han dado un vuelco negativo hacia el dogmatismo y fanatismo en los últimos tiempos, mientras que el catolicismo se ha flexibilizado.    

Otro punto clave es la correlación estadística entre avance de la ciencia y mayores niveles de ateísmo (esto se puede ver en forma diacrónica en el mismo país o en comparación sincrónica entre países con niveles distintos). Alguien podría decir que EEUU es la excepción. Pero si se analiza esa país internamente, se verá que la correlación es clara entre los estados más avanzados y los más atrasados que son precisamente los del bible belt. Ese fenómeno del fundamentalismo evangélico de las zonas más atrasadas de EEUU proviene de la peculiar historia de esa nación. Asimismo se puede estudiar la correlación inversa entre mayores niveles de educación y mayores niveles de creencia en dioses. La comunidad científica tiene un porcentaje de ateos mucho mayor que la ciudadanía en general, en practicamente todos los países. Y dentro de las propias comunidades científicas se va a encontrar mayor porcentaje de ateos en los niveles más altos (por ejemplo en los premios Nobel) que en los niveles más bajos (por ejemplo, las comunidades científicas latinoamericanas).

Resumiendo: el choque entre ciencia y religión, y la fuerte conexión entre ateísmo y ciencia se encuentran en:

·         La cosmovisión científica que nos brindan las ciencias naturales y su Big History.

·         La neuropsicología que niega las mentes incorpóreas en coherencia con la biología evolutiva.

·         La historiografía científica que nos muestra, por un lado, el carácter idiosincrásico de las creencias religiosas y, por otro lado, el carácter universal de las ciencias naturales; mientras que muestra el desarrollo del ateísmo como efecto derivado del avance de las ciencias desde los siglos XVII y XVIII hasta hoy.

 

Hasta aquí la primera parte. En la segunda parte (siguiente entrada del blog) abordamos otros alegatos que no son verdaderos argumentos sino trucos retóricos: el argumento de autoridad mediante citas, la explotación de algún error particular de la contraparte y la crítica ad hominem al comportamiento del ateo militante (voy a referirme a un comportamiento que sí está justificado: darle importancia a ciertas creencias metafísicas que impactan la sociedad).

Refutando creyentes (segunda parte)

 Segunda parte


Argumento 4. El creyente cita a algún personaje famoso o prestigioso haciendo alguna afirmación que apoya o parece apoyar la tesis del creyente.

Refutación. El argumento de autoridad no es un verdadero argumento válido, pues sólo informa lo que pensaba un sujeto. Normalmente se usa de manera honesta como una forma de ahorrar tiempo en la argumentación, bajo el supuesto de que el interlocutor acepta la autoridad de conocimiento del personaje citado. En realidad, lo que tendría que exponer es el argumento completo y no citar frases aisladas sacadas de contexto y ocultando el resto de planteamientos del personaje. Y aún en ese caso el argumento puede estar equivocado. Por ejemplo, Newton creía en la religión y en la alquimia, pero eso no válida un ápice ni la religión ni la alquimia, ambas eran simplemente creencias de su época. Y si recordamos y apreciamos a Newton no es por aportes a la alquimia o la religión sino por aportes a la ciencia (por cierto, Newton sí incluye a su dios en su razonamiento de los Principia, pero el desarrollo posterior de la mecánica clásica de partículas prescindió de esa idea innecesaria, como bien le dijo Laplace a Napoleón). Vivimos en un mundo donde el conocimiento acumulado avanza rápidamente, un mundo en progreso. Por esa razón, las citas envejecidas fácilmente pueden ser impertinentes por obsoletas.

Una modalidad más grave es el argumento de falsa autoridad. En el argumento de autoridad mencionado en el párrafo anterior se supone que el personaje es experto en el tema sobre el cual se pronuncia. Pero si el personaje se pronuncia sobre algo en lo cual no es experto en el sentido de haber acumulado un conocimiento fundamentado, entonces ni siquiera se puede considerar autoridad en el tema, aunque lo sea sobre otros temas. Es una falsa autoridad. Es lo que suele sucederle a personajes con premios Nobel que pontifican sobre diversos asuntos ajenos a la especialidad en la cual fueron premiados. No es extraño que “metan las patas”. Ahora bien, ¿puede alguien ser experto en dioses? ¿qué significa ser experto en la existencia de un dios? Si su creencia se basa en la fe o en vivencia personal subjetiva significa que no hay base racional para su “autoridad”. Su pronunciamiento es irrelevante. Y si tuviese base racional para su creencia entonces, en ese caso, en vez de apelar a la autoridad lo que procede es exponer esa base racional. Y como siempre se somete a crítica racioempirista.

 

Argumento 5. Atribuir a algún ateo particular o a los ateos en general alguna afirmación equivocada.

Refutación. Puede ser que sea cierto que algún ateo la dijo o puede ser falso, pero en todo caso constituye una falacia generalizar como si el caso fuese representativo de la totalidad de los ateos o intrínseco al ateísmo como tal. Si se trata de una tesis que ningún ateo ha afirmado estaremos ante una falacia espantapájaro u hombre de paja (Strawman), se está mintiendo o tergiversando. Si se trata de una tesis que algún ateo equivocadamente afirmó, entonces se cometen dos falacias al atribuírselo a todos: falacia de generalización apresurada y falacia por asociación. Queda claro entonces que el “argumento 6” es un truco burdo y no un verdadero argumento.

Un ejemplo notorio es la referencia a Dawkins y a otro divulgador científico diciendo que el universo se originó de la “nada”.  Eso es algo que la ciencia no afirma. Las fluctuaciones cuánticas se producen en el vacío cuántico, que tiene energía distinta de cero. Es un error burdo confundir el vacío cuántico con la “nada”. Cuando la cosmología habla de una singularidad en el origen del Big Bang, está diciendo que la teoría (Relatividad General) allí no aplica, es decir, que el origen es desconocido en el actual marco teórico. Actualmente la respuesta correcta a la pregunta ¿Cómo se originó el universo observable?, es la siguiente: no lo sabemos. Aún no hay respuesta científica al respecto. Aquí aplica la refutación del dios de los huecos (ver Argumento 2 en la primera parte).

 

Argumento 6. En los grupos de Facebbok sobre ateísmo, los creyentes critican a los ateos por vivir “obsesionados” por algo inexistente.

Refutación. Dejemos de lado que es una falacia ad hominem y analicemos el caso. El creyente no cae en cuenta que al entrar en un grupo de ateos en una red social va a obtener un muestreo sesgado, no representativo. Hay muchos más ateos fuera de los grupos ateístas de Facebook que dentro de ellos. Y dentro de los grupos grandes, con miles o cientos de miles de miembros, la mayoría es silenciosa, los vociferantes son los más “afiebrados” con el tema. Por tanto, la “obsesión” no es tal.

Con éste y otros escritos sobre el tema, yo estoy dedicándole tiempo y energía. ¿Vale la pena? El punto es que el problema no es la creencia metafísica en sí, que pertenece a la zona mitológica (ver más adelante este concepto), sino cómo esa creencia se inmiscuye en asuntos políticos y morales con posiciones retardatarias y efectos negativos para la sociedad. Por tal impacto negativo sí hay que preocuparse. Ahí están los ejemplos de Trump, Uribe, Bolsonaro o el partido popular de España, entre otros que utilizan los fanatismos cristianos para hacer política o promover criterios morales conservadores. La religión funciona como factor alienante. En 2016 hubo un caso notorio en Colombia. Hubo un referendo sobre el acuerdo de paz con el grupo de las FARC y por una pequeña diferencia ganó el No a la paz. En esa ocasión hubo bastante desinformación y la religión fue usada para manipular a las masas (ver marcha del 10 de agosto de 2016 en varias ciudades de Colombia; de paso tumbaron a la ministra de educación que era públicamente homosexual).

El pensamiento mágico-religioso favorece la formación de súbditos, más que de ciudadanos autónomos. Es una forma de infantilización de la población. Lo contrario de la mayoría de edad que planteara Kant y por tanto no contribuye al uso público de la razón. En la escuela se pretende que el joven aprenda ciencia, razonamiento, pensamiento crítico, se pretende construir ciudadanía y futuros trabajadores o emprendedores creativos. Pero si ese esfuerzo se mezcla con un adoctrinamiento religioso irracional lo que se genera es confusión, incoherencia, que el joven nunca alcance una cosmovisión científica. He ahí el impacto negativo de la creencia metafísica en la educación.

La racionalidad está bajo amenaza. El irracionalismo o el oscurantismo avanzan en varios frentes. Ante el auge de las redes sociales los medios de comunicación han perdido influencia, lo cual es bueno, pero esa tutela ha desatado un ruido en la intercomunicación de masas desorientadas. El pensamiento crítico es fundamental para la defensa de la racionalidad y la ilustración en un mundo con fake news, pseudociencias, pseudoteorías conspiranoicas, ideologías de diversos signos proclives al fanatismo, ideologías anti-occidentales infiltradas en la izquierda, ideologías de correccionismo político de tipo identitario, woke o de liberalismo individualista radical, ideologías neoliberales o libertarians.

En la vida práctica la racionalidad se mantiene, pero en la zona mitológica el individuo puede adoptar cualquier idea sin que eso repercuta de inmediato en su superviviencia diaria, por lo que es fácil que la persona pierda el “polo a tierra”. Estos temas han sido desarrollados por Steven Pinker en sus libros más recientes. En mi columna de El Unicornio publiqué una reseña del libro La racionalidad de Pinker el 6 de noviembre de 2021. Ahí escribí lo siguiente:

“¿Qué le pasa a la gente?  Esta pregunta es el título del penúltimo capítulo, donde Pinker aborda el crucial y espinoso tema de las creencias, como lo expusiera Carl Sagan en El mundo y sus demonios.  En este capítulo el autor toma de Robert Abelson y el humorista George Carlin la diferencia entre creencias distales y creencias comprobables, la cual lleva a los individuos a establecer dos zonas de realidad: el entorno inmediato (donde son realistas pues ser fantasioso sale costoso) y la realidad lejana (donde pueden ser fantasiosos sin problema).  Esa realidad lejana puede ser el más allá, el espacio exterior, el micromundo, el pasado anterior a nuestra memoria, el futuro y el mundillo de los ricos y famosos al cual no tenemos acceso.  Esa realidad que no es directamente accesible configura una zona mitológica, donde podemos dar rienda suelta a la especulación.

Tales creencias mitológicas, como la religión, las pseudociencias, las pseudoteorías conspiranoicas, las fake news y los mitos identitarios, se pueden asumir sin aparentes consecuencias negativas. Al contrario, parecen brindar sentido de pertenencia a un colectivo o “tribu”, sensación de superioridad moral o cognitiva (buenos contra corruptos o despiertos contra dormidos) o simplemente convertirnos en personajes entretenidos en una reunión social con nuestras “teorías” extravagantes.  Sin embargo, no es cierto que no haya consecuencias negativas: ahí está el caso de los antivacunas o las medicinas no basadas en la evidencia, o las sectas, o el negacionismo del cambio climático antropogénico.  Y los efectos políticos del oscurantismo, añado yo”.

 

Epílogo

Los seis recursos retóricos mencionados en la primera y segunda parte son refutados una y otra vez en las redes sociales y a veces en conversaciones presenciales. Si el creyente fuese predominantemente racional y con actitud de aprendizaje podría aprovechar los argumentos que se le brindan para obtener conocimiento y resolver sus dudas, y además agradecerlo. Pero lo más común es que el creyente no sea una persona con dudas y apetito de aprendizaje, sino un troll, o un fanático dogmático e irracional que no le interesan las razones. O simplemente una persona que ha hecho de su creencia un componente vital de su identidad y, por tanto, le cuesta cambiar. En el caso de los grupos de facebook se cae en un inútil diálogo de sordos, una pérdida de tiempo, pues no hay verdadero debate sino simple repetidera de memes, insultos y burlas a falta de argumentos. Y muchos ateos, sobre todo adolescentes, caen en ese mismo juego.

Coletilla: El debate sobre la biblia no lo he mencionado. Considero que no vale la pena, pues los católicos ya resolvieron eso hace tiempo, simplemente diciendo que es alegórica y que no se debe asumir de manera literal. Sólo los fundamentalistas evangélicos siguen atrapados en la literalidad absurda de ese texto primitivo e infantil.  Y además de todo lo mencionado no faltan los creyentes (y a veces ateos o agnósticos también) que ignoran la ciencia y se dedican a tergiversarla. Un caso típico es el “debate” del creacionismo y la teoría de la evolución, una discusión externa por completo a la ciencia y superada hace más de 100 años. Ahí lo que está fallando es el sistema educativo, pues la biología evolutiva debe ser parte medular del pensum en la educación básica y media.  

Soy cientificista

 ¿Has leído el libro Elogio del cientificismo?

Te lo recomiendo. Es de editorial Laetoli y recopila escritos de varios autores importantes.
Los términos "cientificismo" o "cientificista" utilizados como insulto o para descalificar, constituyen una caricatura, una falacia espantapájaro.
Por ejemplo, ningún auténtico cientificista afirma que la ciencia es el único conocimiento válido. Sería absurdo. Pero frecuentemente le atribuyen tal exabrupto. Y hasta el DRAE trae esa definición.
Lo que afirma el cientificista es que la ciencia es el mejor modo de conocer el mundo. Y al hacerlo usa la palabra "ciencia" de manera no esencialista.
Dicho de mejor forma: la humanidad ha aprendido diversos modos o métodos de conocer el mundo. Y a lo largo de los siglos ha seguido aprendiendo y mejorando. Pues bien, desde el siglo XIX llamamos "ciencia" a lo mejor que hemos logrado en ese aprendizaje.
Lo consideramos mejor por su creciente poder explicativo y predictivo, por su cada vez mayor rigurosidad (lógica y experimental) y precisión, por su exponencial potencial tecnológico, por su claridad, transparencia y enseñabilidad (su carácter abierto, exotérico, así, con x), por su constante progreso, por su creciente independencia de factores subjetivos (en lo cognitivo, no en lo ético), por la creciente integración de sus componentes. Y también por la cosmovisión que nos ha brindado, la más amplia, la de mayor escala en la historia de la humanidad. Una cosmovisión que se puede expresar en forma narrativa épica como Gran Historia o Big History (en este blog hay varias entradas sobre este tema).
Por eso, cuando me llaman "cientificista", respondo: gracias.