sábado, abril 15, 2023

Refutando creyentes

 En esta entrada del blog La Mirada del Búho recopilo algunos de los argumentos más socorridos por los creyentes en dioses para tratar de justificar racionalmente su creencia o sus intentos para rebatir el ateísmo. Y luego paso a refutarlos de manera relativamente breve.

Hablo de dioses en plural, aunque se trate de monoteísmo. Esto se debe a que aún en religiones monoteístas, como el cristianismo por ejemplo, diferentes creyentes tienen diferentes ideas de ese “dios único”, lo que en la práctica significa una multiplicidad de dioses bajo una sola etiqueta. Y eso sin mencionar que suelen acompañar al dios de una serie de seres sobrenaturales que, sin tener la categoría de divinidad, son igualmente fantásticos. El truco de hablar de “Dios”, con mayúscula y como un nombre, es para crear la sensación psicológica de que el nombre tiene un referente objetivo y que todo el mundo habla del mismo ente, lo cual no es lo que sucede.

 

Argumento 1. “No se ha demostrado la inexistencia de Dios”.

Refutación. Esta frase debe traducirse como “No se ha demostrado la inexistencia de un dios o dioses”. Podría aplicarse al dios cristiano, musulmán, hebreo, o a algún dios sacado de las colecciones de dioses de los nórdicos, los griegos antiguos, los hindúes o los de cualquier tribu. Este argumento falla, en primer lugar, porque ignora que la carga de la prueba le corresponde a quien afirme la existencia de X (sea X lo que sea), debido -entre otras cosas- a que no es posible demostrar la inexistencia de algo, ya que siempre es posible imaginar hipótesis ad hoc, como por ejemplo que ese “algo” existe en otro lugar o tiempo o fuera de nuestro espacio y tiempo (en otro planeta por ejemplo, o in extremis en otra región del universo con otras leyes o en otro universo del “multiverso”). ¿Alguien ha demostrado que Zeus no existe? ¿o que Odín no existe? Esas creencias fueron abandonadas por diversas razones, pero no por demostraciones de inexistencia.

Veamos como funciona este criterio en la ciencia. Por ejemplo, si un científico postula la existencia de átomos, de un éter lumínico, del flogisto, del calórico, del elan vital, de los fotones, de los neutrinos, de la antimateria, de la energía oscura, de la materia oscura, etc, la idea sería sólo una hipótesis hasta que haya evidencias de su existencia. Lo mismo aplica para las propiedades (o “poderes”) como las propiedades físicas, químicas, biológicas, psicológicas y por esa misma vía “poderes” como la telepatía, telekinesis, videncia del futuro, reencarnaciones, inmortalidad, “mal de ojo”, embrujos, etc. Ahora bien, para que una idea sea una hipótesis científica interesante debe servir para explicar y predecir fenómenos, debe ser fecunda para la investigación, debe ser contrastable empíricamente y debe estar acorde con el conocimiento científico en general o por lo menos chocar lo menos posible con el conocimiento acumulado. En el caso de los átomos, los fotones, los neutrinos, la antimateria, esas hipótesis se convirtieron en conocimiento firme al obtenerse evidencias experimentales y encajar en el viejo o nuevo marco teórico. En el caso de la energía oscura y la materia oscura, hay evidencias incompletas por lo que aún se presentan dudas y todavía no encajan bien en el marco teórico de la física. En el caso del éter, el calórico, el flogisto, el elan vital, esas hipótesis fueron abandonadas, pero no por demostraciones de inexistencia sino porque nuevos desarrollos teóricos y experimentales hicieron inútiles o innecesarias esas hipótesis y, en consecuencia, el principio de parsimonia (ver más adelante) las barre. En los casos de las propiedades físicas, químicas, biológicas, psicológicas, la lista se ha ido ampliando a medida que se prueba su existencia. Pensemos en propiedades tan sorprendentes como la superconductividad o el entrelazamiento cuántico, por ejemplo, o las ondas de espacio-tiempo (gravitacionales). En cambio, los “poderes mentales”, mencionados arriba, tales como la telepatía, telekinesis y los demás de ese estilo, se investigaron pero nunca se pudo probar su existencia, por lo cual son rechazados por la ciencia. Nótese que no se trata de probar su inexistencia, lo cual es imposible. Es al revés, su rechazo es porque no se pudo probar su existencia y el que quiera seguir investigando es asunto suyo, igual que si alguien quiere seguir intentando construir una máquina de movimiento perpetuo. Lo importante es que no sea a costa de los recursos de la sociedad, dilapidando dineros públicos.

Al argumento nítido de la carga de la prueba ilustrado arriba es pertinente complementarlo con otro criterio de la ciencia y la filosofía: el principio de economía, principio de parsimonia o navaja de Ockham, que nos indican que hay que evitar la inflación ontológica, es decir, la postulación de entidades innecesarias que no tienen valor agregado para el conocimiento. Las hipótesis inútiles se desechan.

Nota adicional: vale aquí recordar las críticas que recibió el criterio popperiano de la falsabilidad (refutabilidad). La tesis Duhem-Quine, la carga teórica de la observación y otras ideas de la filosofía de la ciencia como los paradigmas de Kuhn o los programas de investigación de Lakatos, destrozaron la falsabilidad estricta, obligándola a flexibilizarse hasta perder el sentido para el cual fue propuesta por Popper. La contrastabilidad empírica sigue siendo muy importante, pero está lejos de ser un proceso simple y automático. Los llamados experimentum crucis, que se supone sirven para dirimir entre alternativas, también han sido relativizados. Todo esto aplica para las hipótesis que postulan la existencia de un X y muestra por qué no hay “demostraciones absolutas de inexistencia”. En todo caso, un popperiano diría que la hipótesis de un dios o dioses no es falsable, por tanto no es científica, cae afuera de la ciencia y cae dentro de lo que algunos autores llaman “lógica paranoica” (para el paranoico todo es prueba de aquello que presume, ya sea que suceda una cosa o su contrario, su creencia se adapta a todo y la persona entrampada en esa “lógica” defectuosa no puede ser convencida jamás). Así funcionan los dogmas.

 

Argumento 2. “La ciencia no ha logrado explicar X o Y fenómenos, luego es pertinente una explicación sobrenatural o milagrosa”. Por ejemplo, el “ajuste fino” del universo, el origen del universo (antes se hablaba del origen del sistema solar), el origen de la vida, la complejidad de los seres vivos, la conciencia, etc. Dentro de este tipo de argumentos entran los del denominado “diseño inteligente”.

Refutación. Este argumento es denominado “el dios de los huecos”. Se llama así porque el truco es aprovechar cualquier hueco que haya en el conocimiento humano de la época para proclamar que aquello nunca podrá ser explicado de forma científica y que por tanto la única “explicación” es la acción mágica de un agente sobrenatural. Hay una variante naturalista que utiliza como “explicación” a agentes naturales como podrían ser unos supuestos visitantes extraterrestres. Si no sabemos aún cómo un pueblo antiguo construyó un monumento extraordinario, entonces eso se “explica” por la acción de dioses o extraterrestres. Si no sabemos aún cómo se explica un fenómeno natural o una característica de la naturaleza, entonces se acude a la pseudoexplicación milagrosa o mágica que involucra la agencia intencional (sospechosamente parecida a la humana) de un ser sobrenatural, de seres extraterrestres o de seres de otra dimensión o universo.

Así eran las explicaciones primitivas sobre la lluvia, la sequía, el trueno o el rayo, los terremotos, tsunamis, la cosecha, las enfermedades y hasta las derrotas o victorias en las guerras. Todo estaba intervenido por espíritus de la selva, dioses o poderes brujos. El cerebro humano evolucionó en sociedad y así como un niño de pocos años atribuye mente a otros humanos (se suele llamar “teoría de la mente” a esa capacidad infantil que se adquiere como a los 4 años), esa misma capacidad se proyecta a todo tipo de seres: animales, vegetales, ríos, montañas, muñecos, etc. Es una proyección antropomórfica.

En contraste la ciencia explica los fenómenos naturales como procesos objetivos no intencionales, es decir, no intervenidos por agentes naturales espurios o sobrenaturales, procesos que obedecen a patrones también objetivos que se pueden estudiar y que luego sirven para predecir, lo cual abre inmensas posibilidades para los seres humanos (“el conocimiento es poder” decía Bacon). La ciencia es naturalista, objetivista, rechaza las pseudoexplicaciones sobrenaturales (mágicas) y las proyecciones antropomórficas más allá de lo específicamente humano. Es bajo ese enfoque que, en los últimos cuatro siglos, ha progresado el conocimiento científico de la naturaleza, depurándose gradualmente de lo subjetivo, lo sobrenatural y lo antropomórfico.

La historia nos enseña que el conocimiento científico ha ido reemplazando las “explicaciones” mágicas, milagrosas, sobrenaturales y antropomórficas una y otra vez a lo largo de los siglos. De ahí que podamos esperar que todo aquello que aparezca como inexplicado al día de hoy, pueda ser explicado más adelante gracias a la investigación científica y no inventando respuestas mágicas sin fundamento, esto es, arbitrarias.

Nota: sobre “ajuste fino”, origen del universo, origen de la vida, la conciencia y otros temas por resolver podríamos decir mucho más, pues en las últimas décadas se ha avanzado enormemente en esas líneas de investigación. Por ahora basta decir que no hay carencia de hipótesis científicas al respecto como se estudia en el campo de la Gran Historia o Big History. Por el contrario, lo que hay es fecunda investigación en curso. Y sobre esos temas he producido otras entradas en este blog, conferencias en Youtube, cursos de Big History.

El punto es que el creyente cree que necesariamente lo complejo produce lo simple, así como un relojero produce un reloj (metáfora del siglo XVIII que hoy se podría cambiar por un sistema informático) (nota: el razonamiento por analogía no es argumento válido, no tiene fuerza probatoria, sólo sirve para ilustrar). Según él es imposible que lo complejo surja de lo simple. Pero semejante creencia choca frontalmente con todas las ciencias. El creyente de este tipo está desconociendo el concepto de emergencia, que es un concepto metacientífico obtenido a partir de la ciencia y significa que lo complejo emerge de lo simple. Es lo que se ha encontrado en astronomía, en geología, en física, en química, en biología, en historia social. Algunos ejemplos pueden ser nucleosíntesis de elementos químicos en el Big Bang, estrellas y supernovas; síntesis de moléculas a mayores niveles de complejidad, incluyendo biomoléculas; surgimiento de eucariotas a partir de endosimbiosis de arquea y bacterias; formación de sistemas termodinámicos alejados del equilibrio (basta ver los huracanes o el agua hirviendo con sus estructuras ordenadas); evolución de los seres vivos con la complejización de una parte de la biosfera; evolución de los cerebros y sistemas nerviosos centrales; emergencia de conductas; progreso y complejización de las sociedades humanas.

Los creyentes suelen repetir discursos que hablan de la improbabilidad del surgimiento de la vida, citando por ejemplo a Hoyle y su imagen del huracán que arma espontáneamente un boeing 747, la cual es una analogía que no se sostiene, pues allí no hay selección natural. La evolución biológica no es un producto exclusivo del azar, sino el resultado de interacciones de procesos deterministas que pueden modelarse en un esquema de variación y selección. Por cierto, los modelos de variación y selección pueden utilizarse también con la materia no viva, por ejemplo en astronomía. Quien no domine esos esquemas de pensamiento no puede entender procesos como la evolución. La abiogénesis hace unos 4 millardos de años en la Tierra primigenia es abordable perfectamente con ese enfoque, aplicado a la química.

Sobre el origen de la vida terrestre ver esta entrada: Abiogénesis

En cuanto al diseño inteligente del sistema solar, como lo llegó a pensar Kepler con los sólidos platónicos, ese problema fue resuelto con un esquema darwiniano de variación y selección: existen trillones de sistemas planetarios y aunque la mayoría no ofrezca condiciones favorables para la vida, puede haber una minoría de miles o de millones de planetas que sí las ofrezcan. Es decir, que la improbabilidad no es imposibilidad, cuando hay trillones de oportunidades. De hecho, el término “improbable” es muy vago mientras no se cuantifique y actualmente nadie puede calcular, ni siquiera en forma aproximada, cuál es la probabilidad real de que surjan fenómenos biológicos. Para ello hace falta más investigación.

Sobre el ajuste fino hay una solución similar a la del sistema solar que podemos imaginar. Ver esta explicación especulativa pero naturalista en: Video

Conclusión: a medida que avanza la ciencia el dios de los huecos retrocede. El dios de los huecos siempre va en retroceso, nunca avanza.

 

Argumento 3. “El ateísmo no se deriva de la ciencia o no tiene que ver con la ciencia”.

Refutación. Este argumento es increíble porque las evidencias de lo contrario son abrumadoras. Ya en la refutación del argumento 2 mostramos cómo la ciencia es naturalista, rechaza las explicaciones mágicas sobrenaturales, antropomórficas y teleológicas. Eso es filosofía de la ciencia a un nivel muy básico. Avanzando en esa misma dirección se puede argumentar que la ciencia tiene la misma ontología y la misma epistemología que el ateísmo racioempirista (ver entrada en este blog sobre el ateísmo racioempirista). La ciencia es también racioempirista (tiene rigor lógico y rigor experimental) y rechaza el irracionalismo dentro de la ciencia, es objetivista y rechaza o minimiza el subjetivismo dentro de la ciencia, su ontología es materialista y rechaza el idealismo. La neurología o neuropsicología, por ejemplo, nos muestra que la mente es una función del cerebro y que no hay mente sin cerebro (mentes incorpóreas, fantasmas, alma o espíritu humano inmortal, son fantasías, nunca han sido detectadas), lo cual es plenamente coherente con la biología evolutiva que nos expone el origen natural de la especie humana. También es consistente con los experimentos de interfase cerebro humano – máquinas, que permiten a un ser humano interactuar con una máquina por medio del pensamiento (que es actividad cerebral plenamente material pues consume energía). Ahí se desmoronan todas esas fantasías sobre seres espirituales, dioses pensantes incluidos.

Otro eje de refutación es la ciencia de la historia. La historia de las religiones nos muestra que son creaciones idiosincrásicas subjetivas de los diferentes pueblos. Contrafáctico: si la historia mostrara que todos los pueblos produjeron la misma religión o llegaron a la misma idea de la divinidad, se tendría que reconocer, a partir de ese carácter universal, que debe haber algo objetivo que explique esa universalidad. Pero ese no es el caso. En contraste, la universalidad de las ciencias naturales proviene de su metodología experimental y replicable que minimiza lo subjetivo y maximiza la objetividad como ideal regulador.

La historia también nos muestra que el ateísmo reflexivo, colectivo, cientificista, surge en el siglo de las luces, especialmente con la Ilustración, como un efecto colateral de los avances científicos que desvirtúan la biblia (católica o no católica) y posibilitan el surgimiento de una cosmovisión mecanicista y materialista en aquella época. La ciencia lo hizo posible. No sobra recordar la oposición institucional de la iglesia católica, especialmente el tribunal de la Inquisición, al progreso de la ciencia en los albores de la modernidad. Las sociedades islámicas y protestantes, que fueron más proclives al avance del conocimiento en los siglos anteriores, han dado un vuelco negativo hacia el dogmatismo y fanatismo en los últimos tiempos, mientras que el catolicismo se ha flexibilizado.    

Otro punto clave es la correlación estadística entre avance de la ciencia y mayores niveles de ateísmo (esto se puede ver en forma diacrónica en el mismo país o en comparación sincrónica entre países con niveles distintos). Alguien podría decir que EEUU es la excepción. Pero si se analiza esa país internamente, se verá que la correlación es clara entre los estados más avanzados y los más atrasados que son precisamente los del bible belt. Ese fenómeno del fundamentalismo evangélico de las zonas más atrasadas de EEUU proviene de la peculiar historia de esa nación. Asimismo se puede estudiar la correlación inversa entre mayores niveles de educación y mayores niveles de creencia en dioses. La comunidad científica tiene un porcentaje de ateos mucho mayor que la ciudadanía en general, en practicamente todos los países. Y dentro de las propias comunidades científicas se va a encontrar mayor porcentaje de ateos en los niveles más altos (por ejemplo en los premios Nobel) que en los niveles más bajos (por ejemplo, las comunidades científicas latinoamericanas).

Resumiendo: el choque entre ciencia y religión, y la fuerte conexión entre ateísmo y ciencia se encuentran en:

·         La cosmovisión científica que nos brindan las ciencias naturales y su Big History.

·         La neuropsicología que niega las mentes incorpóreas en coherencia con la biología evolutiva.

·         La historiografía científica que nos muestra, por un lado, el carácter idiosincrásico de las creencias religiosas y, por otro lado, el carácter universal de las ciencias naturales; mientras que muestra el desarrollo del ateísmo como efecto derivado del avance de las ciencias desde los siglos XVII y XVIII hasta hoy.

 

Hasta aquí la primera parte. En la segunda parte (siguiente entrada del blog) abordamos otros alegatos que no son verdaderos argumentos sino trucos retóricos: el argumento de autoridad mediante citas, la explotación de algún error particular de la contraparte y la crítica ad hominem al comportamiento del ateo militante (voy a referirme a un comportamiento que sí está justificado: darle importancia a ciertas creencias metafísicas que impactan la sociedad).

1 comentario:

  1. Anónimo2:14 p.m.

    ¿El ateísmo fuertemente conectado con la ciencia? ¿por qué? ¿no contradice eso al naturalismo metodológico? Ser ateo ya implica una postura ante dios ¿no?, y la ciencia no puede tener postura alguna ante lo sobrenatural. En un sentido más fuerte, si el ateísmo es la negación de la existencia de dios entonces al ateo le correspondería probar esa inexistencia, cosa que no sólo es imposible, sino que no tiene absolutamente qué ver con la empresa científica.
    Todo lo demás lo suscribo al pie de la letra.
    Llegué aquí desde el blog de Antonio Diéguez, pero no quiero publicar como anónimo porque no me gusta esconderme. No encontré la manera de publicar con mi nombre, así que me presento: Jaime Fisher, y es un placer encontrar esta clase de blogs en las redes.

    ResponderBorrar

Sigue las reglas de la argumentación racional