Una educación
sin cosmovisión es como café sin cafeína
El siguiente texto es una
transcripción de un audio de la conferencia ofrecida por Jorge Senior el 28 de
octubre de 2021 en Café-Filo. Es, por tanto, un lenguaje oral.
Como la conferencia está dividida en tres partes, para efectos de presentación en este Blog quedará repartida en tres entradas sucesivas. Esta es la primera.
Primera parte
Cosmovisión científica vs. Sistema Educativo
Hemos soltado un guiño que dice “para mayores de 18”. Bueno, esto realmente tiene que ver con un guiño a lo que decía Kant sobre la mayoría de edad, porque no vamos a tocar temas sexuales ni nada de eso, solamente vamos a hablar de creencias; y bueno, hay personas que a veces son muy delicadas frente al tema de las creencias y creen que es un irrespeto criticar las creencias, cosa que no es así. El tema que presenté como título es una cara de la moneda, la otra cara de la moneda es el choque que hay entre la cosmovisión científica y el sistema educativo. En otras palabras voy a sustentar que el sistema educativo no asume la cosmovisión científica y que más bien está impregnado de oscurantismo.
Esto puede verse como un programa de investigación, como algo que está en curso, sobre todo desde el punto de vista de diagnóstico; pero a su vez, conlleva a un programa de trabajo, de acción, con el objetivo de hacer una transformación profunda y radical de la educación básica y media (y también la universitaria, sólo que la universitaria en últimas depende de lo que haya pasado antes en la educación básica y media, sin olvidar que es en la universitaria donde se forman los docentes que trabajan en la educación básica y media.
El protagonista central de todo esto es lo que yo llamo cosmovisión científica. Hay cuatro herramientas para trabajar cosmovisión científica: (1) la Gran Historia; (2) la Filosofía Científica; (3) el Pensamiento Crítico; y (4) el Antropoceno. Podríamos hacer un cambio en este esquema y poner Antropoceno en el título y bajar la cosmología científica como cuarta herramienta. En ese caso el Antropoceno sería como el contexto en el cual nos encontramos actualmente en el siglo XXI, en todo el planeta Tierra, y las cuatro herramientas para enfrentar sus desafíos, serían: Gran Historia, Filosofía científica, Pensamiento crítico y la propia Cosmología científica.
La buena noticia es que ya tenemos la respuesta a esas dos grandes preguntas: ¿qué somos? ¿de dónde venimos? Los que tengan mi edad, y si tienen diez o veinte años más mejor todavía, han vivido una época privilegiada, han vivido en la época en que por primera vez se logró responder a estas dos preguntas de manera científica. Porque los pueblos, las culturas, la han respondido siempre, pero de manera mítica, no de manera científica basada en evidencia y con todo el rigor de la lógica y la experimentación. Para mí esto es una experiencia sublime, porque siempre -a lo largo de las décadas- he vivido pendiente de lo que pasa en la ciencia, lo que pasa en la tecnología, he sido espectador de estos grandes descubrimientos y de cómo ha cambiado desde que yo era un niño en primaria hasta ahora, cómo ha cambiado nuestra concepción del mundo. Y yo hago divulgación científica precisamente por eso, porque me gusta compartir esa experiencia sublime, esa sensación maravillosa de adentrarnos en la resolución de los misterios y encontrar respuestas a nuestras preguntas. La tercera pregunta en cambio, ¿hacia dónde vamos?, es una pregunta mucho más práctica, una pregunta de acción. En el largo plazo es una pregunta existencial; en el corto plazo, que en este caso sería el siglo XXI, es una pregunta política y hay que responderla con acción política (precisamente dentro de pocos días comienza el COP26 que tiene que ver con el cambio climático). Bueno, ese es un punto central de los desafíos del Antropoceno.
La respuesta a “¿de dónde venimos?”, está en la Gran Historia, que es nuestra caja de herramientas número 1. La segunda pregunta se refiere a dos sistemas: el individuo humano y la sociedad humana, o sea, qué somos como individuos y qué somos como sociedad. La pregunta por cualquier sistema siempre tiene dos respuestas que hay que unir o integrar, y que la ciencia tiene que investigar: (1) la génesis del sistema y (2) el mecanismo de cómo funciona el sistema. Y si pensamos unificadamente las dos grandes preguntas (qué somos y de dónde venimos) su respuesta se integra en lo que llamamos la cosmovisión científica. Por otra parte, como ya dijimos, la respuesta a la tercera pregunta es una decisión. Y en sus dos niveles (el existencial y el político) tiene que fundamentarse en la respuesta a las dos primeras preguntas o sea en la medida en que respondemos que somos y de dónde venimos y lo tenemos claro, con base en eso podemos sustentar hacia dónde vamos, qué es lo que vamos a hacer a nivel planetario en el siglo XXI.
Entonces aquí vamos articulando una serie de componentes, que aún no hemos analizado internamente. El primero es (1) la Gran Historia que relata la historia del universo, la historia del planeta Tierra y la historia de la especie humana. Tal narración con lujo de detalles es posible gracias a que las ciencias han ido convergiendo. Si miramos la historia de la ciencia, lo que vemos es un proceso de convergencia hacia la unidad y por eso es posible hablar de una cosmovisión científica; incluso hoy más que en tiempos del Círculo de Viena. Pero a esto hay que añadirle otro ingrediente que es (2) la filosofía científica que es nuestra segunda caja de herramientas.
¿Qué es la filosofía científica? Bueno, primero que todo la idea es hacer filosofía científicamente y hacer ciencia filosóficamente. Hay científicos como Claude Bernard, Hermann von Helmholtz, Ludwig Boltzmann, Ernst Mach, Albert Einstein, por ejemplo, que hacían ciencia filosóficamente y hay filósofos -como Mario Bunge- que hacen filosofía científicamente. Esto recupera una tradición que había sido rota por el romanticismo y el idealismo alemán que separaron la filosofía de las ciencias. Por el contrario creemos que la filosofía hay que hacerla ligada a la ciencia, en diálogo permanente con la ciencia. El Círculo de Viena constituye un referente clave en este proceso hacia la exactificación de la filosofía. Miremos entonces una definición de filosofía científica tal y como la plantea el argentino Gustavo Romero: “la filosofía científica es filosofía informada por la ciencia, que provee a la ciencia de sus conceptos más generales, utiliza lenguaje lo más exacto posible y está siempre en concordancia con el conocimiento científico del momento, fórmula hipótesis y teorías para responder a problemas filosóficos, se contrasta contra la ciencia y sus resultados; y por su coherencia interna aspira a minimizar la vaguedad”.
Stephen Hawking y algunos divulgadores hablaban mal de la filosofía. De seguro él no había entendido qué es la filosofía. Tal vez tenía una idea a partir de la filosofía continental, con los filósofos más famosos que son generalmente de esa vertiente, pero no conocía la filosofía científica. Ésta se sustenta en un trípode que es la semántica filosófica, la ontología y la epistemología. Ahora bien, tenemos la cosmovisión científica, pero ella se quedaría en una élite, en los filósofos, en los científicos más pensantes, más reflexivos. Pero, ¿cómo la llevamos a la cultura, sobre todo a la cultura popular? Allí tiene que jugar su papel la educación formal, sobre todo, no sólo la divulgación científica, sino el sistema educativo. Hay que entrenarse y entrenar a los niños y a los jóvenes en pensamiento crítico, que es nuestra caja de herramientas número 3. Si eso se logra tendríamos ciudadanía, tendríamos ciudadanos mayores de 18 con capacidades de pensamiento crítico, con conocimiento de la cosmovisión científica y podríamos llamar al siglo XXI la época de la ilustración antropogénica, para diferenciarla de la ilustración del siglo XVIII, que es otro cuento, pues han pasado muchas cosas desde aquel siglo hasta el presente. Ese es un ideal, que esto se convierta en cultura y no solamente en algo de una élite, pero eso no es lo que está sucediendo. En este momento pasa lo contrario, hay oscurantismo por todos lados. Hoy estuve en un congreso de investigación en el cual había algunas ponencias oscurantistas, una mezclaba la ciencia con magia y religión, o sea todo revuelto.
Surgen entonces estas preguntas: ¿por qué está oculta o marginada la visión científica del mundo? ¿por qué no se enseña en los colegios? ¿por qué aún predomina el pensamiento mágico religioso? ¿y qué pasó con el desencantamiento del mundo del que hablaba Max Weber? Bueno, lo que sucede es que nuestros queridos ilustrados del siglo XVIII no conocían bien la naturaleza humana. El ser humano en un animal de ficciones. Más que animal racional es un animal de ficciones. Hay ficciones que son honestas, como el arte, la matemática y las ficciones que se presentan como tal, que son convencionales y todo el mundo sabe que son convencionales. Pero hay ficciones deshonestas fraudulentas, que se presentan como verdaderas y no lo son. Es el caso de las religiones; es el caso de las ideologías políticas cuando se alejan de la ciencia o se convierten incluso en anticiencia; y es el caso de un montón de ruidos que abundan en nuestra sociedad, como la pseudociencia, las pseudoteorías conspiranoicas y las pseudofilosofías como el posmodernismo. La ciencia es como el antídoto frente a todo eso desde hace más de 400 años.
Ahora vamos a plantear el problema en cuatro partes.
En primer lugar el problema es político, se trata de la debilidad de la ciudadanía, hay escasez de ciudadanos, lo cual representa el fracaso educativo de la ilustración. El proyecto de la ilustración, que era lograr una ciudadanía educada, no se ha logrado. La concepción de democracia que se buscaba desde la ilustración era una democracia de ciudadanos, es decir de personas que tienen una fundamentación para hacer uso público de la razón, intervenir en la sociedad con muy buenos fundamentos. Recuerden que en esa época había mucha gente analfabeta y se discutía si los analfabetas podían votar o no. En ese contexto si se quería ampliar la democracia, tocaba ampliar la educación, democratizar la educación. Entonces he ahí la gran diferencia entre una democracia epistémica, que se basa en ciudadanos ilustrados, con educación, y una democracia doxástica, la cual presume que el individuo sabe que es lo que mejor le conviene y cree que se pueden tomar decisiones sin tener, digamos, los elementos de juicio que se necesitan en cuanto a formación o conocimiento para tomar esas decisiones. Y eso cada vez más es así, cada vez más la sociedad se hace más complicada, cada vez necesitamos más ciencia, más cultura científica, para poder entender lo que está pasando en sociedades complejas. No somos una aldea, no somos una tribu. Estamos en una sociedad planetaria con gran complejidad. Ello exige un concepto de ciudadanía que se caracteriza por la mayoría de edad (kantiana), capaz de hacer uso público de la razón, con un desarrollo pleno del potencial cognitivo de nuestra corteza prefrontal, como animales humanos que somos.
Así como nos entrenamos en el deporte, debemos entrenarnos en pensamiento crítico (que es pensamiento racional, abstracto, lógico, científico, lateral). Sin olvidar, y eso lo dice la misma cosmovisión científica, que somos sentipensantes, como decían Alfredo Correa de Andréis y Orlando Fals Borda.
En segundo lugar el problema es cultural. Se resume en el predominio del pensamiento mágico-religioso y el oscurantismo. Pervive el encantamiento del mundo, claro que ya sin esa connotación terrorífica que tenía antes. Y pululan la irracionalidad, los fanatismos y las ilusiones. Lo vimos en enero de este año, en el propio congreso de los EEUU. Lo hemos visto con el señor Bolsonaro en Brasil, por ejemplo, y lo vemos aquí con los pastores antivacunas, lo vemos por todos lados, lo vemos en la izquierda y lo vemos en la derecha.
El planteamiento del problema en un tercer sentido sería, usando términos de Yuval Harari, la contradicción del Sapiens como Homo Deus y animal hackeable. Homo Deus significa que nuestra especie ha adquirido un gran poderío, en nuestra civilización se acumula un saber de miles de años, pero a la vez nuestros individuos son cada vez más manipulables. Digamos que la “inteligencia colectiva” ha aumentado con la civilización, pero la inteligencia individual parece ir hacia atrás. Entre el individuo y la sociedad hay un abismo, cosa que no existía en la aldea. Ese abismo se supera con un puente, que no puede ser otro que el conocimiento. Sobre esto volveremos al final.
Ahora, como éste es un espacio de filosofía, café-filo, aquí cabe perfecta la cuarta manera de plantear el problema. Todo lo que hemos venido diciendo a lo alrgo de la charla, desde el punto de vista filosófico sería una lucha entre distintas filosofías. Se trata de un combate intelectual contra el idealismo en ontología y contra el subjetivismo, el ultrarrelativismo y el irracionalismo en la epistemología. Y también brilla la ausencia de una semántica filosófica. Alguien dirá: “bueno, ese es un asunto académico de los filósofos”. Pero no. estas filosofías -que son malas filosofías- están irrigadas por toda la sociedad, aparecen en las ideologías políticas, aparecen en las creencias de las personas, así no sean conscientes de que están asumiendo una posición epistemológica o una posición ontológica.
Nuestra hipótesis de trabajo es que, si bien esta problemática es compleja y multicausal, toca enfocarse en algo y preferimos apuntarle al sistema educativo. Lo que observamos en allí es la desactivación durante el siglo XX del potencial revolucionario emancipador de la cosmovisión científica. No es algo nuevo del siglo XXI, esto viene desde hace rato y lo han hecho por medio de la fragmentación del conocimiento, por medio de la especialización, dejando de lado la visión de conjunto. Y lo han hecho también por medio de la incoherencia del currículo. Así es. El currículo de la educación básica y media es incoherente y la pedagogía se ha dedicado a hablar de las formas, de la didáctica, del cómo enseñar, y ha olvidado el contenido, como si hubiese un consenso al respecto. Y lo que tenemos es un contenido incoherente, donde al niño se le adoctrina en religión, por ejemplo, o sea en fantasías, y se le adoctrina en ciencia. Sobra decir que la ciencia no debe ser adoctrinamiento. Cuando digo que se adoctrina en ciencia es que la enseñanza de la ciencia se vuelve dogmática. Aprendes cuánto es dos más dos, la fórmulita, alguna información fáctica en el mejor de los casos, pero no se sabe de dónde viene eso, cómo se llega a eso, qué experimento sustenta eso, cuál es la evidencia. Entonces estamos formando personas que no son ciudadanos sino que se rigen por un pensamiento mágico religioso, oscurantistas en últimas.
La continuación de la hipótesis de trabajo sería que el pensamiento crítico integral está prácticamente prohibido en la educación básica, media y superior. Soy testigo de eso. No he hecho una investigación empírica para llegar a este diagnóstico en Colombia. Pero sí se han hecho en otros países. En colombia muy poquito, quizás algo de Julián de Zubiría y la fundación Alberto Merani. Hay algunos trabajos, pero muy poco se ha investigado esto en Colombia. Por eso lo planteo como hipótesis, pero en otros países ya esto no es hipótesis sino una realidad comprobada a través de investigación. En el sistema educativo, si acaso existe el pensamiento crítico, es sumamente débil, fragmentario, limitado, está arrinconado, está disociado de la visión de conjunto, que es la cosmovisión. Y está esterilizado. Es casi impotente frente a la incoherencia.
¿Cuál sería la solución? Pues hay que cambiar el currículum. Hay que hacer una educación coherente, hay que meter de lleno la cosmovisión científica en ese currículum, partiendo de la unidad de la ciencia y la filosofía científica, hay que entrenarse en pensamiento crítico integral. Claro que, si el docente no está entrenado, pues ¿cómo va a entrenar al niño? Entonces hay que empezar por los docentes, porque en las Facultades de Educación de las universidades pasa exactamente lo mismo que estamos diciendo aquí, reina el oscurantismo de decano para abajo. Todo esto en últimas es educación para la democracia mediante la construcción de ciudadanía. Ustedes seguramente han escuchado muchísimo estas expresiones de “educación para la democracia”, “construcción de ciudadanía”, se habla mucho de “competencias ciudadanas”, se menciona mucho, pero se olvida que la principal competencia ciudadana es el pensamiento crítico. Sin visión científica tampoco hay pensamiento crítico, el cual no es sólo cuestión de forma, pues exige unos contenidos de referencia. Ahora bien, si se lograse todo esto, en la sociedad habría mucho más nivel de cultura científica. Y aquí establecemos una ecuación entre cultura científica y cultura política democrática. Esto significa que un ciudadano del siglo XXI tiene que tener cultura científica para poder tener cultura política democrática, o si no, cómo va a meterse en una discusión sobre las 5G o sobre la computación cuántica o sobre algunos aspectos bioéticos o sobre las tecnologías relacionadas con la biología sintética, por ejemplo la terapia génica, sobre el cambio climático. Todo ello necesita cultura científica, de otra manera qué tipo de interlocutor sería, ¿sería acaso un interlocutor válido? Se necesita entonces ilustración antropocénica para poder asumir con fundamento la participación en la deliberación pública.
Bueno, hemos terminado la primera parte. Hasta ahora no hemos hablado de cosmovisión científica desde adentro. No sé cómo estaremos de tiempo, pero hagámosle.
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