jueves, mayo 28, 2020

El desafío del Relativismo: A manera de reseña


Este escrito de 2001 y publicado en revista Advocatus en 2011, se basa en el libro El desafío del Relativismo de autores varios publicado en 1997 por Editorial Trotta.  No es exactamente una reseña, sino una síntesis comentada de un aspecto que se desarrolla en el libro, cual es la elaboración de una tipología de relativismos.

El título ambiguo del presente texto, donde el relativismo puede ser el desafiante o el desafiado, demarca lo que a mi modo de ver constituye el principal problema filosófico de nuestro tiempo, presente en los más connotados debates intelectuales de la actualidad.

Este planteamiento lo considero válido tanto para la filosofía de la ciencia como para la ética y la filosofía política.  Y como estos territorios filosóficos están en la base del derecho, de la ciencias políticas, sociales y humanas, de los estudios culturales y la lingüística, de la lógica y de las ciencias duras, entonces se trata de un tema de gran interés para los que ejercen estas áreas y no sólo para los filósofos.  Es, por tanto, una encrucijada de caminos propicia para construir un fluído escenario interdisciplinario donde circulen las ideas y se pueda generar una dinámica académica extracurricular que enriquezca la vida intelectual de la universidad y fecunde el terreno para futuros eventos de altos kilates como la Conferencia Internacional de Filosofía de la Ciencia a realizarse en septiembre de 2001.

La razón por la cual el Relativismo se constituye en el gran desafío filosófico de nuestra época radica en la muerte de los fundacionalismos, el derrumbe de los Absolutos de toda índole, el desvanecimiento en el aire de los otrora sólidos fundamentos del conocimiento científico, de la moral, del progreso y de la universalidad del modernismo, erigidos todos ellos por la civilización occidental y por ella misma cuestionados en el siglo XX.

Ahora bien, no hay un relativismo sino muchos, aunque todos comparten algo que los caracteriza y permite englobarlos bajo un mismo apelativo.

También hay varias tipologías de los relativismos, varias formas de clasificarlos dependiendo, desde luego, de los criterios utilizados.  Una obvia manera de clasificarlos sería a lo largo de una gama lineal cuasicontínua de acuerdo a su grado de Radicalidad, desde un relativismo extremo o absoluto donde todo vale o nada vale (como un agnosticismo radical) hasta la total ausencia de relativismo propia del dogmático o de quienes creen poseer una base firme y antisísmica para sus edificios discursivos, un fundamento inamovible, universal, transhistórico y supracultural.

Alterno a la Radicalidad existen otros criterios, tales como:
·      el objeto relativizado,
·      el campo de discusión y
·      el contexto que limita la validez para los enunciados del caso.

Así, según el objeto, encontraremos los Relativismos Ontológico, Metodológico y Semántico.

Según el campo, tendremos los Relativismos Epistémico, Ético, Religioso, Estético y Jurídico, entre otros.

Según el contexto, habrá Relativismo Cultural, Histórico, Sociológico, Específico (relativo a la especie), Individual, cognitivo, etc.

Probablemente, los relativismos de mayor interés en nuestro medio -por ser los más frecuentes- serían:

·      El Relativismo Cultural, cuyo cuartel general se halla en la Antropología.
·      El Relativismo Histórico, con sede en la ciencia de la Historia.
·      El Relativismo Ético, residente en la filosofía Moral.
·      El Relativismo Epistémico, con epicentro en la Filosofía de la Ciencia.
·      El Relativismo Lingüístico, presente en todos los ámbitos pero, por supuesto, con énfasis en la Filosofía Analítica y en la propia Lingüística.
·      El Relativismo Cognoscitivo, muy fuerte en la Psicopedagogía o Psicología del Aprendizaje.
·      El Relativismo Jurídico, afincado de varias formas en el Derecho.

El Relativismo es una trinchera desde donde se dispara contra nociones como: objetividad, razón, racionalidad, verdad, significado, progreso, universalidad, modernidad.  Todos estos conceptos se ven problematizados por la crítica relativista, lo cual debe ser visto por todos como sano y enriquecedor.  Estos ataques, muy notorios en la últimas décadas, llevan a algunos a la eliminación tajante de varios de tales conceptos y a redefinir otros, mientras que para aquellos de talante antirrelativista estos debates han servido para afilar esos conceptos, ganando en precisión y rigor en sus argumentos.

La discusión filosófica sobre las tesis relativistas no sólo tienen gran interés teórico sino que, además, conlleva implicaciones prácticas y sociales muy importantes para los sitemas jurídicos y políticos, para los procesos educativos y formativos, las relaciones internacionales e interétnicas y la investigación científica, entre otros aspectos.

La polémica filosófica más conspicua de los últimos 20 años ha sido sin duda, el debate de Modernidad - Posmodernidad.  Pues bien, el meollo del asunto allí es precisamente el desafío relativista, es lo que abre la argumentación. 

Algo similar sucede con el manido tema de la globalización (un proceso que empezó hace 570 años con Enrique el navegante).  Las relaciones de lo Global y lo Local, de lo Universal y lo Particular, así como temas tan trajinados en nuestro medio como el de la “Identidad Cultural” del Caribe colombiano, tienen un eje vertebral en el problema que el relativismo instaura.

El relativismo se enmascara con disfraces multicolores en el carnaval de las ideas: pensamiento débil, constructivismo, instrumentalismo, convencionalismo, primado del contexto, posmodernismo.  Estas corrientes intelectuales o ideas de moda muestran que el relativismo está pasando por un cierto auge y por ello es que hablamos de desafío, ya que todas ellas inoculan mayores o menores dosis de subjetivismo, lo cual resulta problemático, por decir lo menos.

En estas corrientes de moda existen unas categorías de estirpe kantiana que guardan entre sí un aire de familia.  Una lista parcial de tales categorías es la siguiente: paradigmas, matrices disciplinares, programas de investigación, tradiciones, esquemas mentales, marcos teóricos, marcos conceptuales, epistemes, cosmovisiones, concepciones del mundo, juegos de lenguaje, culturas, sistemas, estructuras.  Estas dos últimas, en realidad van siempre acompañadas de adjetivos que las ubican en un determinado campo (estructuras mentales o sociales, sistemas jurídicos o económicos, por ejemplo).

¿Por qué califico de raíces kantianas a estas categorías?  Porque todas ellas se mueven en la misma dirección del famoso “giro copernicano” de Kant, subjetivizando y relativizando el percibir, el conocer y el juzgar a la manera como el pensador de Könisberg trabajó la intuición y el entendimiento, pero con una gran diferencia que es la que evita que Kant pueda ser considerado relativista.  Y es que para el filósofo prusiano las categorías, esquemas o marcos a priori en el sujeto eran infalibles, estáticos, absolutos, apodícticos, mientras que para los autores de hoy, son cambiantes, falibles y, por ende, relativos (además de pragmáticos y contingentes).

Creo que todos estamos de acuerdo con la muerte de los absolutos en materia de percepción, conocimiento o decisión racional, pero donde no hay acuerdo es en los pasos que se han de dar en dirección al relativismo y, sobre todo, en los límites de esa andadura, pues muchos no estamos dispuestos a abandonar la razón, la verdad o la objetividad.



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