miércoles, octubre 30, 2019

Hacia dónde va el mundo: lecturas contradictorias 2018


Lecturas contradictorias 2018: Hacia dónde va el mundo

Por Jorge Senior

Mi principal campo de interés en materia de lectura es la ciencia y la filosofía científica.  Este año trabajé en dos líneas: el pensamiento crítico y Big History.  Pero esto no implica abandonar otros intereses en un mundo intelectualmente muy dinámico.  Quizás porque fue un año político en Colombia con una definición inédita entre izquierda y derecha, o tal vez porque en todo el mundo hay zozobra y desconcierto sobre el devenir de este siglo XXI que parece muy distinto al siglo anterior, o puede ser por la propia retroalimentación que producen las lecturas, pero lo cierto es que al hacer el balance de lo leído en 2018 encuentro que una parte significativa del listado se enfoca en el reciente pasado, el presente y el futuro de la sociedad humana.  Y ello, desde luego, no es ajeno ni al pensamiento crítico ni a la Gran Historia.

En esta nota voy a referirme a una serie de libros publicados recientemente y que de un modo u otro tratan de entender la sociedad actual y vislumbrar hacia dónde se dirige.  Hice un listado de 10 libros, ocho de ellos leídos éste año y los otros dos objeto de relecturas, y como indica el título en ellos no existe nada que siquiera se aproxime al consenso, pues toda esta producción intelectual genera ideas contradictorias en una virtual polémica que a primera vista parece confusa. 

Mi propósito aquí es desenredar la madeja en alguna medida y examinar la posibilidad de integrar un punto de vista con tales insumos divergentes.  Esto puede ser un ejercicio interesante en cuanto a la problemática de “hacia dónde va el mundo” más allá de la coyuntura de los Putin, Trump, Brexit, Bolsonaros o uribismos. 

Si echamos estos textos en una descomunal olla comunal con agua y puesta sobre un fogón de piedra y alimentada por fuego de leña, obtendríamos una ininteligible e incoherente, pero deliciosa, sopa de letras.  Quizás lo mismo sucedería con los cerebros de los autores en una eventual sopa de sesos.  El resultado es ecléctico como lo que en el Caribe colombiano solemos llamar sancocho trifásico. 
Estos son tiempos de eclecticismo, abiertos a la convergencia o la divergencia, dado que no hay predominio de una visión crítica determinada.  En este sancocho contestatario confluyen bastimentos y vituallas como neoinstitucionalismo, humanismo liberal, izquierdas identitarias y culturalistas, heterodoxias nostálgicas herederas del marxismo-freudismo, los tres oscurantismos que ya he mencionado en otros escritos (posmodernismo, construccionismo social y decolonialismo) y populismos de izquierda mezclados con pragmatismos corruptibles.  Por el lado del poder dominante a escala global también hay eclecticismo a pesar de cierta hegemonía del neoliberalismo.  Esta corriente ideológica dirige una orquesta en la cual confluyen nuevos populismos de derecha proteccionistas y xenofóbicos, viejos conservatismos autoritarios tradicionales, brotes neofascistas ocasionales e irracionalismos de diversa índole, más la corruptela de siempre y el apetito insaciable de las élites. Tanto en la derecha como en la izquierda encontramos algunos fenómenos de fobia a la ciencia y la tecnología, diferentes formas de antimodernidad.

En la lista de 10 libros encontramos 11 autores de 10 países distintos, nacidos en cuatro décadas diferentes y pertenecientes a cinco ciencias sociales y una rama de la filosofía. Tal diversidad es significativa, parece signo de los tiempos.  Cuatro autores son economistas, tres son sociólogos, tres politólogos, un psicólogo, un historiador y un filósofo de la biología.  Si las cuentas no cuadran es porque hay un par con dos títulos.  Los países representados en este grupo selecto de autores son: Turquía, Israel, Canadá, EEUU, Reino Unido, Francia, Italia, Portugal, México y España (con dos malagueños).  Boaventura de Sousa Santos y Jeremy Rifkin son los más veteranos, nacidos en la década de los cuarenta.  Steven Pinker es el único representante de los 50.  Antonio Diéguez, James Robinson, Daron Acemoglu y Fernando Escalante nacieron en los 60.  Los más jóvenes son Lucía Picarella, Manuel Arias, Thomas Piketty y Yuval Noah Harari, setenteros.

La mitad de los textos fueron escritos en español, por lo menos eso es seguro en los casos de los españoles Diéguez y Arias, y el mexicano Escalante, y creo que también es el caso del portugués Santos y la italiana Picarella, esta última vinculada con una universidad colombiana.  Los otros fueron escritos en inglés, excepto el de Piketty, y se encuentran traducidos al español. 
En orden cronológico inverso los libros son los siguientes:
·         En defensa de la ilustración de Steven Pinker (2018)
·         21 lecciones para el siglo XXI de Yuval Noah Harari (2018)
·         Evolución de la democracia de Lucía Picarella (2018)
·         Antropoceno de Manuel Arias Maldonado (2018)
·         Transhumanismo de Antonio Diéguez Losada (2017)
·         Historia mínima del neoliberalismo de Fernando Escalante Gonzalbo (2015)
·         La sociedad de coste marginal cero de Jeremy Rifkin (2014)
·         El capital en el siglo XXI de Thomas Piketty (2013)
·         Por qué fracasan los países de James Robinson y Daron Acemoglu (2012)
·         Descolonizar el saber, reinventar el poder de Boaventura de Sousa Santos (2010)

En realidad los libros de Harari, Rifkin, Pinker y Santos representan varias obras de estos autores y los he reseñado en otras notas.

Ninguno de estos libros es de derecha.  Son pocos los autores de derecha que leo.  Por ejemplo, he leído a Andrés Oppenheimer, un propagandista neoliberal, porque sus tesis sobre educación, ciencia, tecnología e innovación son un reto.  Es una falla grave de la izquierda latinoamericana que estos temas tengan mayor posicionamiento en la derecha neoliberal.  Cosa diferente sucede en EEUU, un país cada vez más polarizado, donde la derecha tiende a ser cienciofóbica debido a su base social religiosa fundamentalista.

Tampoco se puede decir que los 10 libros listados sean de izquierda, a excepción del escrito de Santos, que pretende serlo, aunque he sostenido en otras notas que el decolonialismo es neoconservador y un caballo de Troya en la izquierda (pero Santos dice que no es decolonial).  Sin embargo, sí se puede decir que estos textos representan matices progresistas, como veremos en sus tesis.

Cada autor acota su temática según su respetable criterio, pero las limitaciones de una cota, sea autoimpuesta o no, hay que señalarlas en su descripción.  Los que fueron escritos en español, a excepción de Santos que es bastante polémico y político, son los textos más académicos.  De hecho pueden servir como introducciones panorámicas a los temas de antropoceno, transhumanismo, neoliberalismo y democracia.  Si el lector conoce poco de estos temas y no ha leído a sus especialistas, estos libros le dan una visión panorámica.  Por ejemplo, yo leo la bibliografía de estos textos y encuentro que desconozco más del 90%, por tanto el libro me sirve de guía.  Además de académicos, introductorios y panorámicos, estos textos hispano-mexicanos son interdisciplinares, no así el de Picarella que presenta una limitación notoria en cuanto está muy encerrado en el ámbito de la teoría política propia de la politología, el derecho y la filosofía política.  Los del dúo Acemoglu y Robinson y el de Piketty tienen su eje en la economía, pero necesariamente tocan aspectos sociales, políticos, legales e institucionales.  En contraste, los libros de las superestrellas Harari, Pinker y Rifkin son de gran angular al abarcar períodos históricos amplios y casi todos los aspectos de la sociedad (Rifkin en menor medida).  Por esa misma razón estos autores evidencian debilidades en aquellos campos que les resultan ajenos.

Los temas abordados en el conjunto de algo más de tres mil páginas son los siguientes, a riesgo de ser redundante: conflicto, energía, medio ambiente, ciencia, tecnología, información, democracia, instituciones, ideología, cultura, moral, valores, igualdad, libertad, progreso, razón, modernidad, capitalismo.  Otros como felicidad, identidad, derechos humanos, no ocupan el lugar central que vemos por ejemplo en las redes sociales.  Los viejos conceptos del marxismo y de los autores franceses obsesionados con el “poder”, como dominación, opresión, explotación, están casi ausentes, nuevamente con excepción de Santos.  Lo mismo vale para las “subalternidades” de moda o asuntos como los movimientos migratorios.

Es notorio que la principal amenaza a la supervivencia de la humanidad, la guerra nuclear, esté poco presente en estos análisis. El tema está por fuera de la agenda mediática desde hace rato, pero la espada de Damocles sigue pendiendo sobre nuestras cabezas.  En general, la guerra o la violencia, no aparecen como preocupación central en ninguno.  Es sabido que en un libro de 2012 Pinker defendió la tesis de la disminución histórica de la violencia.   En los medios de comunicación el “terrorismo” islámico ocupa lugar preponderante, pero los analistas no lo ven como significativo si se miran las cifras e impactos reales.  Es más una cuestión psicológica.  (Nota: en mi opinión el concepto de “terrorismo” es inválido, meramente propagandístico).

De los dos párrafos anteriores podemos inferir que los temas de coyuntura o los de la agenda pública se tornan secundarios o se subsumen en otros más generales y básicos cuando se pasa al análisis estructural o de mediano y largo plazo.  Por eso una persona que se informa por los medios y las redes del acontecer diario puede verse confundida en medio del maremágnum informativo y desinformativo, aparentemente caótico, que circula por esas vías.  He ahí la necesidad de leer libros o artículos que brinden visión de conjunto, de largo aliento, de profundidad. 

Caso distinto es el cambio climático antropogénico, una transformación estructural de naturaleza y sociedad que se ha ido asomando a la conciencia pública y se ha ido metiendo en la coyuntura.  Es el tema central del libro Antropoceno, también abordado por Pinker y Harari aunque no sea la preocupación principal para este par de autores. Rifkin lo aborda indirectamente, pues uno de sus temas claves es la transición energética, en especial la energía solar.  Santos lo ve desde su maniqueísmo habitual.  Los demás autores no lo abordan, quizás por la acotación de sus temas.  Después de la guerra nuclear, el calentamiento global es la segunda amenaza para la humanidad.

El optimismo y el pesimismo marcan la mayor polarización en estos libros.  Pinker, Rifkin y el transhumanismo son extremo-optimistas.  Acemoglu y Robinson también son optimistas.  En contraste, Santos, Harari, Picarella y Escalante son muy pesimistas, a veces apocalípticos.  Piketty no cae en extremos, señala el problema y posibles soluciones.  Al joven Arias hay que reconocerle que tratando un tema apocalíptico per se, lo hace con sindéresis, ecuanimidad y mesura.   

El optimismo nace del progreso, la razón y la tecnología.  El pesimismo tiene que ver con la desigualdad, no con la guerra o el cambio climático.  Leí a Pinker y a Santos en una misma quincena y fue impresionante.  Parecía que estuvieran hablando de dos planetas distintos.  Creo que ambos adolecen de sesgo, ven el vaso medio lleno y medio vacío como lleno o vacío.  Santos no reconoce nada bueno en la sociedad actual.  Pinker trastabilla en el capítulo sobre la desigualdad y gracias a que argumenta sobre un período de más de dos siglos, logra evidenciar el progreso. 

Pero Piketty tiene la clave y Escalante y Picarella también identifican una periodización que es esencial tener en cuenta.  El capitalismo ha vivido tres etapas: una etapa inicial de aumento de la desigualdad, luego una fase de igualitarismo y, por último, una nueva fase de concentración de la riqueza y el ingreso que comenzó alrededor de 1980.  Los pesimismos de Santos, Picarella y Escalante, surgen del deterioro del estado de bienestar en las últimas cuatro décadas, de la hegemonía neoliberal y el capital supranacional como hegemón del “nuevo orden internacional”. 

El truco de Pinker es prescindir de esta periodización y asumir una escala histórica que no deja ver el momento histórico actual de 40 años. Además, Pinker es psicólogo y no sabe de economía. Es un liberal, demócrata, que puede creer en el estado regulado pero se traga la “teoría del goteo” neoliberal y ni siquiera se percata, en su magnífico combate contra el irracionalismo, que el neoliberalismo es pseudociencia, aunque sea racionalista.  El resultado es que donde Picarella ve una democracia en crisis, Pinker ve una democracia en su mejor momento.  Esto se debe también a que Pinker se centra en aspectos procedimentales, formales, y Picarella, en cambio, tiene un concepto más cercano a la democracia sustancial (que incluye democracia socioeconómica) y participativa.  La paradoja real es la siguiente: mientras la gente ve progresar su consumo gracias al avance tecnológico, al mismo tiempo se deteriora su situación laboral y de seguridad social, lo que podríamos llamar precarización.

El pesimismo de Harari es de otra índole, aunque a la postre también tiene que ver con la desigualdad, pero en perspectiva futurista.  Para Yuval el peligro de la disrupción tecnológica es mayor que el de la guerra nuclear (aparentemente controlado) o el del cambio climático (aparentemente solucionable como se está solucionando el agujero en la capa de ozono).  En cierto sentido el pesimismo de Harari es la antítesis del optimismo transhumanista, basados ambos en la misma información: la revolución Bio+Info (convergencia de biología sintética e Inteligencia Artificial).  Dicho crudamente el israelí alerta sobre la posibilidad de una biologización de las diferencias sociales, una fractura de la naturaleza humana que deja en pañales la “línea abismal” que según Santos divide al mundo actual.  Y en efecto, una combinación o alianza de neoliberalismo y transhumanismo sería apocalíptica si se mira desde el ángulo de las mayorías, es decir, la visión humanista tradicional.  En términos cinematográficos y literarios sería como integrar Soylent Green con Gattaca en un brave new world o mundo feliz, peor que 1984, para el año 2084.  Recuérdese que hace algo más de 15 años ya Jürgen Habermas alertaba sobre la eugenesia liberal, una distopía para las mayorías, pero una utopía para las élites.  La distopía puede tener una versión no catastrófica, en el sentido de un mundo feliz, sin sufrientes, donde el “soma” o droga de la felicidad, está en el consumo, donde los valores de libertad e igualdad no cuentan, salvo como ficción de consumo.  Los religiosos llaman a esto “nihilismo” de tipo nietzscheano y yo lo llamo hedonismo frívolo (hay otro tipo de hedonismo de corte epicúreo).

En resumen, hay una desigualdad presente aumentando y una posible desigualdad futura más profunda que cualquiera que haya existido.  De hecho, ésta última podría asentarse sobre la primera.  Pinker desestima ambas, por ejemplo en los dos últimos capítulos (19 y 20) de la segunda parte de su libro.  Es pertinente aclarar que ninguno de estos autores abraza una concepción teleológica de la historia, esa vieja idea hegeliano marxista ha desaparecido, aunque Fukuyama la utilizara hace tres décadas para proclamar el fin de la historia.  Por tanto, el futuro está abierto, no es predecible y sería ingenuo extrapolar a futuro tendencias actuales, salvo algunas prospectivas muy limitadas.  En últimas todo depende de decisiones a gran escala, que pueden ser tecnocráticas, democráticas o un agregado ciego de microdecisiones (como el mercado). 

Para transhumanistas y neoliberales la opción combina mercado y tecnocracia que otorgan ventajas elitistas.  Pinker, Harari y Rifkin le apuestan a la democracia, que es otro vaso medio lleno y medio vacío.  Pinker con énfasis resalta razones y evidencias de optimismo, Harari lo hace de manera vaga pues desconfía del mito liberal del individuo como mejor decisor, pero asume la democracia como el menos malo de los sistemas y Rifkin lo hace con una tesis original que toco más adelante.  Para los más críticos del statu quo la esperanza radica en la profundización de la democracia.  Las soluciones de Piketty pasan por una política económica antineoliberal, con lo cual estarían de acuerdo Escalante, Picarella y Santos.  Lo que no está claro es sobre cuales sujetos sociales y políticos se asienta tal esperanza.  En parte, el pesimismo tiene que ver con esto. 

Ninguno de estos autores critica el fenómeno de las luchas identitarias, que en últimas están produciendo una fragmentación de movimientos sociales que supuestamente sería la base social de la izquierda.  Escalante minimiza, y con razón, los retozos alterglobales.  Santos, como adalid de los FSM (sigla de Foro Social Mundial, no de Flying Spaghetti Monster), se inspira en el archipiélago de movimientos sociales heterogéneos y dispersos, una especie de torre de Babel, y sueña con sujetos marginales convertidos en protagonistas (hay un texto colombiano de Boaventura titulado “DDHH, democracia y desarrollo” que puede arrojar otra perspectiva).  Confunden resistencia con proyecto político estratégico.  Picarella está demasiado encerrada en la teorización cualitativa y un tanto especulativa que agobia la denominada “ciencia política”, cuando se necesita más investigación interdisciplinar y sin miedo a los datos cuantitativos.

Veamos entonces la opción de Rifkin.  Primero digamos que la tesis de la TRI (tercera revolución industrial) planteada en otro libro (2011) ha sido contra-atacada por el neoliberalismo global asentado en el Foro Económico Mundial, del cual emanó la contratesis de la Cuarta Revolución Industrial, liderada por Karl Schwab, que ha calado.  Por ejemplo, es utilizada por el gobierno colombiano, sea santista o uribista.  La batalla TRI vs CRI o 3 vs 4, no es de meras etiquetas o de una periodización teórica.  Es una batalla entre el neoliberalismo y sus alternativas, donde el primero está cohesionado en alto grado y las segundas, en cambio, lucen dispersas. 

En segundo término, pero no menos importante, Rifkin ve en los cambios tecnológicos una tendencia hacia el costo marginal cero y una nueva forma de economía, que en realidad es el resurgimiento de una forma antigua, el procomún colaborativo, capaz de generar profundos cambios sociales y en la formas de vida.  Es decir, de manera esquemática: hay nuevas tecnologías que favorecen la economía solidaria.  Estas tecnologías son, por ejemplo, el Internet de las Cosas (IoT), la energía solar (y otras energías renovables), la impresión 3D, los MOOC y, en general, todo lo que tiene que ver con economía inteligente y automatización.  Este tipo de economía trabaja en redes, descentraliza, maneja de otra manera las economías de escala, reemplaza el trabajo humano (lo cual es traumático a corto plazo, pero no debería serlo intrínsecamente) y genera un nuevo sujeto prosumidor, que es productor y consumidor a la vez.  El derecho de propiedad se ve reemplazado en ciertas partes de la sociedad por el derecho de acceso.  Nota: Rifkin no examina las implicaciones de la biotecnología aplicada a la intervención en la naturaleza humana, los ciborgs o la biología sintética.

Esta tesis de la economía solidaria es similar a la del socialismo utópico y a ciertas utopías anarquistas, pero con un fuerte componente tecnológico.  Es una forma de producción socialista que no es estatista y perfectamente compatible con cierto tipo de individualismo liberal (espacios personales) y con el mercado.  Un punto a profundizar es la diferencia entre este mercado inteligente, los mercados tradicionales y el mercado teórico de los modelos matemáticos de los economistas neoliberales.  Rifkin llega a hablar del “eclipse del capitalismo”.  Este es, pues, un optimismo muy distinto al de Pinker.

MOSAICO DE IDEAS

·         Modernidad y capitalismo no son lo mismo.
·         La violencia disminuye, pasa a segundo plano, no es el principal factor de dominación ni es la partera de la historia (lo que no excluye la legítima defensa cuando la haya)
·         El conflicto sigue presente en la sociedad humana; a escala global porque no hay gobernanza mundial y a escala de los estados nacionales porque el estado de derecho no opera adecuadamente por razones premodernas o por el factor neoliberal (la esfera económica domina a las demás)
·         Estamos en la tercera etapa del capitalismo caracterizada por la hegemonía de la ideología neoliberal, globalización del capital, el retroceso del estado de bienestar y el aumento de la concentración de la riqueza y el ingreso
·         No existen actualmente alternativas al capitalismo ni siquiera como proyectos creíbles para las mayorías
·         Paradoja institucional: un estado nación, que a la vez es una civilización, ha adoptado el capitalismo bajo la dirección de un partido comunista en un régimen político unipartidista y su  economía ascendente, que ha jalonado el mercado global en el presente siglo, está próxima a convertirse en la primera economía del mundo
·         Paradoja económico - cultural: Occidente podría perder su primacía frente a Asia oriental, aunque la cultura occidental se haya convertido de facto en la cultura universal por antonomasia
·         Estamos ya en el Antropoceno, una era geológica, biológica y social caracterizada por el impacto de la especie humana en todo el sistema terrestre, un impacto que amenaza con cambiar el equilibrio dinámico del sistema en forma impredecible y, en todo caso, no adaptativa
·         El principal reto para el capitalismo es medio ambiental, en especial el cambio climático
·         El capitalismo solucionó o está en vías de solución el problema del agujero de la capa de ozono, pero no está claro que pueda hacer lo mismo frente al calentamiento global y la producción de gases de efecto invernadero
·         La ciencia ha refutado los mitos de la naturaleza humana elaborados por el marxismo y el liberalismo
·         El neoliberalismo es una pseudociencia convertida en ideología
·         El neoliberalismo favorece la tecnociencia pero es enemigo de la ciencia básica y, sobre todo, de la epistemología
·         El irracionalismo, sea antimoderno como en el posmodernismo, o moderno como en el construccionismo social, sirven de caballos de Troya en las izquierdas, las socavan por dentro
·         La innovación tecnológica y el capitalismo se han retroalimentado en un círculo ascendente
·         El avance tecnológico conlleva mayor productividad, mayor consumo de masas (aunque se note poco en el PIB)
·         El mayor consumo conlleva mayores satisfacciones (confort, experiencias) y genera un nuevo concepto de felicidad que se caracteriza por ser efímera y en permanente necesidad de renovación
·         Existe un choque o tensión entre el deterioro del estado de bienestar y su consecuente precarización laboral y existencial con el aumento de la felicidad consumista
·         La “cuarta revolución industrial” es un invento neoliberal del Foro Económico Mundial, estamos en la Tercera Revolución Industrial, que en realidad es post-industrial
·         La Tercera Revolución genera economía inteligente, la cual conlleva tendencias favorables a
o   Medio ambiente (transición energética y abandono de combustibles fósiles),
o   Liberación del trabajo humano (reducción de jornada laboral, renta universal, automatización), a una
o   Fuerte interdependencia global (gobernanza mundial), al
o   Resurgimiento del procomún colaborativo y del prosumidor
o   Formas de producción de costo marginal cero o cercano a cero
·         La Tercera revolución conlleva el inicio de la naturaleza humana intervenida de imprevisibles consecuencias, puede pasar de la eugenesia negativa a la eugenesia positiva


martes, octubre 29, 2019

Construccionismo social, naturaleza humana y biologización de las ciencias sociales


Ponencia escrita a finales de 2016 y publicada en 2018 en el libro de Memorias del IV Congreso Iberoamericano de Filosofía de la Ciencia y la tecnología

Resumen Ampliado de Comunicación

IV Congreso Iberoamericano de Filosofía de la Ciencia y la Tecnología
Cultura científica y cultura tecnológica
Julio 3 al 7, 2017 – Salamanca, España


No es tiempo de muros


Jorge Enrique Senior Martínez
Barranquilla, Colombia

Área temática a inscribirse: Filosofía de las ciencias sociales

Palabras clave: Naturaleza humana, construccionismo social, humanismo liberal, biología, ciencias sociales

Perspectiva de actualidad

En el segundo semestre de 2016, casi veinte años después de la “Declaración sobre la Raza” de la AAA, EEUU se debatía en  medio de la violencia racial a pesar de la presidencia de un afrodescendiente y del lema #blacklivesmatter.  Finalmente los resultados electorales de noviembre de 2016 dan el triunfo al candidato y al partido más proclive a las posiciones racistas o xenofóbicas. 

Mientras tanto, en Colombia, tras un cuarto de siglo con una constitución laica, una simple cartilla escolar sobre sexualidad, emanada del Ministerio de Educación (2016), logró que las iglesias católica y evangélicas movilizaran en agosto de 2016 a cientos de miles de personas “en defensa de la familia” y contra la “ideología de género”, lo cual terminaría repercutiendo en la derrota de la refrendación de los Acuerdos de Paz entre el Estado y la mayor de las guerrillas (Gómez-Suárez, 2016). 

En estos y otros casos similares se debate una posición tradicionalista y conservadora contra una posición liberal y progresista.  Lo curioso es que son las posiciones conservadoras las que acuden a la biología, mientras que las progresistas se atrincheran en un construccionismo social, y cuando no abrazan la tabula rasa, entonces minimizan la importancia de la biología reduciéndola como mucho a un trasfondo, una base plástica indiferenciada que es modulada por la cultura (Pinker, 2002; Hacking 2001).  Olvidando la falacia naturalista, el discurso construccionista radical ha acomodado el término “naturalización” con el sentido de un “velo ideológico legitimador”, carente de fundamento científico. 

Estas tesis progresistas son acolitadas por organismos como la ONU, élites políticas e intelectuales, y se las considera como “políticamente correctas”.  Esto se debe a los valores que abanderan, tales como la libertad, la tolerancia, la dignidad inherente a la condición humana y el respeto a la diversidad. Y también a que invocan a su favor la ciencia y la filosofía, pero esto resulta contradictorio dado el desconocimiento que hacen de la biología que desde hace 150 años reubicó a la especie humana en la esfera ontológica de la naturaleza. 

La tarea crítica de la filosofía no puede enfocarse exclusivamente en la posición tradicional, sino que debe someter a examen todas las tesis en pugna.  Someter a los valores de libertad y tolerancia a examen crítico, es válido, pero sería tema para otra ocasión. En este trabajo partimos de aceptar tales valores como premisa para cuestionar a continuación si el construccionismo social constituye su fundamento científico adecuado. 

En especial, para la filosofía de la ciencia es prioritario poner en cuestión el supuesto fundamento científico de las creencias en torno a la sexualidad, la raza u otras categorías del ámbito de la sociedad humana, ya sean de la ideología conservadora, liberal, marxista o cualquier otra que incida en la deliberación pública.  Los hechos mencionados arriba y otros similares muestran que esta tarea está en el orden del día con plena pertinencia, en especial con respecto a la ideología liberal predominante.

Perspectiva histórica

Los primeros intentos de interconexión entre la biología y las ciencias sociales durante el siglo XIX llevaron al auge de teorías pseudocientíficas como la frenología, la craneometría, fisiognomía,  darwinismo social, entre otros.  Estas ideas terminarían convirtiéndose en rotundos fracasos científicos, pero durante décadas alimentaron discursos racistas, sexistas y homofóbicos hasta llegar a la apoteosis de la eugenesia totalitaria del nazismo durante la segunda guerra mundial.  No extraña entonces que en la atmósfera de la posguerra florecieran concepciones que tomaran distancia de la biología. El Segundo Sexo de Simone de Beauvoir, publicado en 1949, es un ejemplo emblemático de esta tendencia (Senior, 2011).  Hacking (2001) traza un panorama de cómo este enfoque, aupado por el posmodernismo, se tornó epidémico, a la vez que pone en evidencia algunas de sus debilidades epistemológicas al exagerar los componentes subjetivos. Wallerstein (1996a, 1996b) en el informe de la Comisión Gulbenkian describe cómo la configuración de las diferentes disciplinas para investigar la sociedad humana obedeció a una serie de circunstancias pragmáticas (acceso a información), ideológicas (visión liberal) y de orden institucional, mas no a un diseño fundamentado epistemológicamente, lo que las hace más permeables a las influencias ideológicas.

Mientras tanto, la biología, fragmentaria en el siglo XIX, logra a lo largo del siglo XX una poderosa síntesis teórica y anclarse fuertemente en la química, la física y la matemática (Senior, 2012).  Utilizando los avances desde la genética hasta la etología, la sociobiología (Wilson, 1980) es, quizás, la primera incursión fuerte de la biología en el territorio de las ciencias de la acción humana.  El debate Wilson vs. Lewontin es un referente obligado para expresar la tensión entre la primacía de la naturaleza humana o del ambiente social en el terreno de la explicación causal.  Posteriormente, en los posmodernos años 90, la psicología evolucionista (Tooby y Cosmides, 1992) lanza un nuevo embate contra el construccionismo social definido como el “modelo estándar de las ciencias sociales”.  A partir de aquí la polémica “nature vs nurture” se agudiza, desatándose las llamadas “science wars”, en las cuales las ciencias sociales parecen atrincherarse en un determinismo culturalista, que es otra forma de reduccionismo, espejo del determinismo genético que anida en el otro extremo. 

El éxito del proyecto Genoma Humano, inmensos descubrimientos de la paleogenómica sobre la filogénesis reciente de nuestra especie, notorios progresos de la neurociencia usando la tecnología fMRI, nuevas investigaciones en genética del comportamiento, psicología biológica y cognitiva, epidemiología, terapia génica, biología del desarrollo, hacen sonar trompetas que derriban los muros del construccionismo social.  Pero a medida que se tienden puentes el flujo se vuelve bidireccional.  La primatología (Tomasello, 2007), la epigenética (Jablonka & Lambs, 2016), la integración eco-evo-devo y hasta la misma neurociencia (Damasio, 2010; Sampedro, 2007) sustentan los efectos biológicos de la cultura.  Incluso Wilson (2012) defiende la coevolución biológico-cultural.  La biología pasa de ser mero trasfondo y bastión de universales a convertirse en una herramienta de captura de datos y más allá, en un abridor de cajas negras de las determinaciones sociales, revelando mecanismos y cadenas causales de carácter biosocial, en un entramado complejo con el potencial de explicar la dinámica de la igualdad y la diversidad, brindando cimientos científicos más sólidos al humanismo liberal. Es tiempo de consiliencia, no de muros.

Futuro

La ironía final es que la transdisciplina biosocial se configura como una tecnociencia y resetea al construccionismo social al reconvertirlo en transhumanismo (Diéguez, 2016) mediante la intervención de la naturaleza humana (Habermas, 2002). Es el retorno de la eugenesia, ahora en versión liberal.  Lo que parecía la vía para brindarle al humanismo liberal un mejor fundamento científico, puede convertirse, como indica Harari (2016) en semilla de su propia destrucción.


Referencias bibliográficas

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Harari, Yuval Noah (2016). Homo Deus. Bogotá: Penguin Random House.
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No hay crisis de la democracia (debate con Lucía Picarella)


No hay crisis de la democracia, pero sí desafíos 
(Debate con Lucía Picarella en noviembre de 2018)

Por Jorge Senior

Coja usted un periódico de izquierda de los 60, los 70, los 80, los 90 o de este siglo, y encontrará que siempre están hablando de la crisis del capitalismo.  El uso confuso, difuso y profuso de la palabra “crisis” hace que pierda todo valor heurístico y se convierta en un subjetivismo propio de pensar con el deseo.  Como en el teatro, “los muertos que vos matáis gozan de buena salud”.

La tesis que voy a sostener es que no hay tal crisis de la democracia.  Más aún, sostendré que la democracia está en su mejor momento.  Esto no significa que no haya problemas o que se hayan logrado las promesas de libertad, igualdad y fraternidad del proyecto moderno.  Y por supuesto tampoco significa que no pueda mejorar… o empeorar.  Estas dos últimas son verdades de Perogrullo, pero hay que decirlas ante los excesos de optimismos y pesimismos.

¿Cuándo en la historia había estado América Latina totalmente ausente de dictaduras?  ¿Cuándo en la historia había tenido la izquierda la oportunidad de gobernar en tantos países y por tantos períodos en el subcontinente?  Cierto es que la experiencia arroja resultados agridulces y parece sufrir cierto agotamiento, pero hay un Uruguay que saca la cara, un México próximo a iniciar su proceso, una izquierda colombiana que acaba de alcanzar su máximo histórico inmensamente superior a guarismos anteriores. Y la izquierda aún gobierna con vicisitudes y contradicciones en 5 países más. 

En Colombia los movimientos cívicos de los años 70 y 80 y la institucionalidad lograron que el país en rápido proceso de urbanización solucionara las necesidades básicas en materia de infraestructura de servicios públicos.  Y en 1990 una nueva constitución garantista aniquiló la centenaria y obsoleta de 1886, rompió el esquema bipartidista y generó una apertura democrática, aunque sea una carta bicéfala que hibrida el estado social de derecho con fórmulas neoliberales de política económica. Ya no vivimos en estado de sitio permanente y, por ejemplo, las comunidades indígenas cuentan hoy con un reconocimiento institucional como nunca antes se dio.

Mientras tanto, la democracia europea superó la crisis financiera de 1929 y las dos peores conflagraciones bélicas de la historia humana, el desafío totalitario del nazismo y el fascismo y aun así, o quizás por eso, ha vivido ahora el mayor período de paz de su historia durante ¾ de siglo, con la excepción de la guerra de los Balcanes.  En ese lapso, en un marco geopolítico bipolar que enfrentaba dos sistemas, la democracia europea fue capaz de inventar una síntesis dialéctica de contrarios a través de la socialdemocracia, para construir así las que se pueden considerar las mejores sociedades que han existido en la era moderna de los estados nacionales.  Me refiero al estado de bienestar, que integró logros liberales con frutos de las luchas socialistas en una economía de mercado regulada por un estado fuerte y con sentido social.  La socialdemocracia de los 70 y 80 fue el fiel de la balanza entre socialismo y capitalismo, pero el derrumbe del bloque soviético desequilibró la balanza y llevó al consenso de Washington y el auge neoliberal, logrando que muchos partidos socialdemócratas se desdibujaran.

De todos modos en las últimas décadas Europa se ha convertido en el laboratorio de un extraordinario experimento de gobernanza supranacional vinculante: la Unión Europea, que tuvo un asombroso y veloz desarrollo en los años 90 y primera década del siglo, aunque parece haber llegado a su tope, e incluso muestra signos de retroceso, como el brexit.  Aun así es un logro gigantesco que marca la pauta para lo que se constituye como la gran tarea política de la humanidad en el tercer milenio: la gobernanza mundial. Absolutamente necesaria dado que los problemas fundamentales son globales y los capitales son transnacionales.

Como si fuera poco, el mayor peligro para la humanidad, la guerra nuclear, ha permanecido bajo control mientras baja el número de ojivas nucleares que pende sobre nuestras cabezas, hasta el punto que nos olvidamos del asunto en la agenda pública y debatimos sobre democracia tranquilamente despreocupados como si no estuviéramos encaramados en un polvorín.  Un grave problema ambiental, el agujero en la capa de ozono, fue solucionado, demostrando la capacidad de la sociedad humana para corregir sus errores.  Un reto más difícil es el calentamiento global, tema medular de la política actual.

Esta tesis optimista no es muy original en todo caso.  La sustenta, por ejemplo, Acemoglu y Robinson en ¿Por qué fracasan los países? (2012), en los libros, videos y página web de Hans Rosling.  O, para no ir más lejos, el libro recién publicado, En defensa de la ilustración de Steven Pinker, que con cifras y gráficos sustenta esta idea con la misma diligencia con que hace unos años sostuvo que vivimos en la época más pacífica de la historia humana en términos proporcionales.  A este reto intelectual no se responde con subjetividades sino con argumentos objetivos.

Hasta ahora he hablado de logros, evidenciando los hechos de la historia, pero no he dicho nada sobre méritos o sobre problemas y nuevos desafíos.  Todos lo sabemos, los logros de Europa y, en general, de los países desarrollados se cimientan en una deuda histórica con los países del tercer mundo y una deuda ambiental con la humanidad entera y la bioesfera.  Sin las riquezas del sur el norte no sería lo que es. Y la tercera deuda, la social, que se da al interior de cada nación, se ha saldado en unos pocos países pero permanece estructural en buena parte del mundo. 

El avance hacia la igualdad tuvo un punto de inflexión en el año de 1980 y desde entonces no ha hecho más que aumentar la desigualdad, pero no en todos los países por igual.  Es clave hacer análisis comparativo y entender el por qué.  El trabajo de Thomas Piketty aporta en ese sentido y varias investigaciones, como por ejemplo la de Evelyn Huber, Jingjing Huo y John Stephens, muestran que esto está asociado a gobiernos y legislaturas con predominio de la derecha, que a su vez se ven favorecidas por ciertos diseños institucionales, como el de EEUU, que ha permitido que los republicanos se queden con la presidencia en dos ocasiones estando en minoría. 

Que en muchos países notorios el péndulo se haya movido hacia la derecha no implica crisis de la democracia, eso es parte del juego.  ¿O que querían? ¿Qué ganara siempre la izquierda?  El nuevo populismo de derecha es meramente reactivo y no constituye un desafío antisistémico para la democracia.

El islam, las migraciones, el “terrorismo”, los agites identitarios no son el gran reto.  Es en Asia donde está el desafío.  El gran fenómeno político y económico de este siglo es el ascenso del eje del Pacífico, y en particular el despegue fulgurante de China que ya está a pocos años de convertirse en la primera economía del planeta.  Lo que está a punto de suceder es que por primera vez en la era moderna, un país con un régimen político distinto a la democracia liberal se constituye en la potencia económica dominante.   

En todo este panorama las fuerzas progresistas parecen con la brújula enloquecida. Esto es porque están huérfanos de teoría e infiltrados por tres oscurantismos: el posmodernismo, el construccionismo social y el decolonialismo, todos los cuales tienen en común el ataque a la objetividad, la cienciafobia y el enfrentamiento a la modernidad y el progreso, es decir, son neoconservadores.

Ahora bien, los grandes cambios de la humanidad no se originan en la ruidosa escena política, sino en el silencio de los laboratorios. Siguiendo el razonamiento de Jeremy Rifkin, vemos que la Tercera Revolución Industrial conlleva tecnologías propias de una sociedad de la abundancia y de costo marginal cero, cambiando las reglas del juego del capitalismo tradicional.  Más allá del estado y el mercado está el procomún colaborativo que crece a la par que el internet de las cosas, las redes distribuidas de energía solar y otras tecnologías. El mercado y la democracia liberal no son el fin de la historia. Y si seguimos a otro autor, Yuval Noah Harari, en este siglo la humanidad, y en particular la democracia como diseño institucional para la toma de decisiones, tendrá que enfrentar un reto mayor que el peligro nuclear y el cambio climático: la disrupción tecnológica.

Todo ello suena lejano para un país como Colombia y su democracia tortuosa. Pero la clave es la misma aquí y allá: la democratización del conocimiento, la educación, la cultura científica, el pensamiento crítico.  Sólo así podremos construir la paz y profundizar la democracia.

Como bien dice la Dra. Picarella, “una verdadera democracia necesariamente tiene que apoyar y apoyarse en el conocimiento” (p125).
 

domingo, octubre 27, 2019

Filosofía científica, pensamiento crítico y educación (Esquema)


HACIA UN PROGRAMA DEL CÍRCULO Y UN PROYECTO EDUCATIVO

El foro interno de filosofía de Uniatlántico es el pretexto para una ponencia, pero el texto tiene un propósito programático para el Círculo de Filosofía Científica y Pensamiento Crítico de Barranquilla (CFCPCB).  Tal programa tiene, a su vez, un propósito integral que va más allá de la academia, a toda la sociedad: la construcción de ciudadanía (mayoría de edad).  Pero de manera específica va dirigido a la educación básica y media (y por extensión a la educación superior que es menos importante) y a la divulgación científica que también tiene que jugar un papel clave en formar cultura científica. 

La cultura científica en el siglo XXI es componente esencial de la cultura política democrática.  Educar en ciencias es educar para la democracia y educar para la democracia exige educar en ciencias.

La ponencia se titula: Filosofía científica, pensamiento crítico y educación para la democracia.

Además de esos 3 conceptos del título, la ponencia maneja otros 3: cosmovisión científica, big history e ilustración antropocénica.  Poner los seis en el título sería una obvia exageración, no viable. 
También se maneja la idea de unidad, convergencia o consiliencia en 3 pasos: unidad de las ciencias naturales, unidad de ciencias naturales y sociales, unidad de ciencia y filosofía.

Unidad de la ciencia es base para la cosmovisión científica (pero aún es incompleta pues le falta la síntesis filosófica).

Cosmovisión científica y big history son 2 caras de la misma moneda, la primera es analítico – sintética y la segunda es narrativa.

Unidad de ciencia y filosofía es filosofía científica y brinda la síntesis filosófica que completa la cosmovisión científica.

Unidad de cosmovisión científica y pensamiento crítico es ilustración antropocénica (ilustración actual o ilustración del siglo XXI).  La cultura científica bien entendida, esto es, en profundidad, es ilustración antropocénica. 

Ser ciudadano en el siglo XXI (en el Antropoceno) es tener cultura científica. 

No hay tales “ciudadanías libres” sin cultura científica.  Ciudadanías libres no ilustradas es un oxímoron.

Y profesionales y científicos no ilustrados son simples técnicos (póngale ahí sí toda la carga peyorativa que quiera).

Todo lo dicho no es más que la actualización del proyecto ilustrado.

El Búho  ( seniorjorge@gmail.com )

Próximamente publicamos la ponencia en este blog

martes, octubre 08, 2019

Alertas antidecoloniales


Consejos para lectores de textos decoloniales
(Algunos de estos consejos sirven también para los otros dos oscurantismos, el posmodernismo y el construccionismo social)

Se recomienda estar alerta para detectar las siguientes fallas:

1.                  Confundir modernidad con capitalismo o neoliberalismo (falacia “hombre de paja”)
2.                  Confundir verdad objetiva con verdad absoluta
3.                  Confundir neutralidad con objetividad
4.                  Eludir la diferencia entre verdad y falsedad (mentira, fantasía, ficción)
5.                  Confundir epistemología con epistémico o con conocimiento o con cultura o con cosmogonía o con cosmología o con saberes o con creencias
6.                  No distinguir o mezclar conocimiento de aspectos naturales u objetivos de la realidad con aspectos convencionales o culturales de las sociedades
7.                  Confundir conocimiento de la realidad objetiva con creencia, superstición, saber social
8.                  No distinguir entre conocimiento científico, conocimiento empírico y creencias fantásticas
9.                  Equiparar el pensamiento científico y el pensamiento mágico - religioso
10.              Confundir el contexto de origen con el contexto de aplicación (falacia genética)
11.              Elastificar arbitrariamente el significado de los términos (daña los conceptos)
12.              Vaguedad o laxitud en las definiciones de los términos y conceptos
13.              Aceptar, de manera acrítica, las ideas posmodernistas (ignorando la amplia literatura que la refuta)
14.              Mezclar unas cosas con otras, falacia de asociación transitiva para que la aceptación de unas cosas se traspase a otras (por ej justicia social y “justicia epistémica”)
15.              Mezclar, confundir o no definir con precisión conceptos como epistemología, conocimiento(s), cultura, cosmogonía, cosmología, saber
16.              Usar versiones radicales o moderadas a conveniencia (falacia mota castral)
17.              Caer en el maniqueísmo, un sesgo selectivo, satanizando unas cosas e idealizando otras (falacia selectiva, cherrypicking, sesgo de confirmación)
18.              Inventar nuevos términos para viejos conceptos para pasarlos como nuevas ideas
19.              Caricaturizar al cientificismo como esencialista, teleológico, positivista  o presentar la ilustración del siglo XXI con ideas del siglo XVIII  (falacia “hombre de paja”)
20.              Presentar la cultura occidental como homogénea ocultando su inmensa pluralidad (por ej equipararla al “Logos”)
21.              Exagerar la importancia del lenguaje (“el lenguaje crea el mundo”)