Esta columna fue publicada en el fin de semana del puente del 12 de octubre de 2020, fecha festiva en la cual se conmemora el denominado "descubrimiento de América" en 1492. Cada año se forma un coro de plañideras en las redes por esta conmemoración y se multiplican los memes que idealizan lo indígena y satanizan lo europeo u occidental, de manera maniquea y poco rigurosa con la historia, a tono con la moda "decolonial". (Nota: la cultura de los memes tiende a suplantar el estudio historiográfico serio en la formación de la nueva generación; este hecho configura un peligro, como lo ha sido Hollywood para generaciones anteriores). Así que había necesidad de balancear tal influencia nefasta.
En 2020 se presenta además un contexto de protestas del movimiento BLM en Estados Unidos y otros países, que en algunos casos se expresó con el derribamiento de estatuas de filósofos, empresarios, exploradores, conquistadores, etc, que de un modo u otro estuvieron involucrados con el comercio de esclavos (especialmente africanos) hace varios siglos, cuando no existía ni siquiera un incipiente estado de derecho moderno a nivel internacional y escasamente se iniciaba dentro de estados nacionales. Este contexto de la "guerra de estatuas" (pues hubo reacciones de signo contrario) no es ajeno al fenómeno de la cultura de la cancelación que constituye un típico ejemplo de transformación de causas justas en su contrario, cercenando la libertad de expresión, pilar democrático moderno. Este giro aproxima los movimientos que se dicen progresistas a corrientes retrógradas como los talibanes que destruían monumentos históricos con los que no congeniaban.
En este análisis, sin embargo, hay que examinar cada caso, pues los monumentos no tienen igual mérito artístico, ni es igual la importancia histórica del personaje, entre otros aspectos que distinguen unas protestas de otras.
En Colombia se presentó el derribamiento de la estatua del conquistador Sebastián de Belalcázar en Popayán por parte de indígenas Misak (guambianos). Se trata de una acción significativa si tenemos en cuenta la actual situación de esa región, la pervivencia de una élite racista, conservadora y politiquera y una presencia demográficamente mayoritaria de comunidades indígenas. No se puede desconocer que el monumento tiene varios agravantes: su ubicación (morro de Tulcán), las características del personaje y el incumplimiento de lo que se dice era la idea original de Guillermo Valencia, el poeta, que incluía un monumento al cacique Payán (que le da el nombre a la ciudad). Pero tampoco se puede olvidar que se trata de una obra de arte.
En medio de todo este contexto y siguiendo también la crítica al denominado "pensamiento decolonial", la columna que sigue a continuación se fundamenta en la historia, como trabajo científico objetivo, sin moralismos ni sesgos, aunque hay que admitir que el título es una provocación (*guiño*). Y desde la historia mirar el significado profundo de la fecha. Es la fecha de la reunificación de la humanidad, que fue traumática, dolorosa e impactante a escala mundial y punto de partida de la sociedad moderna, origen de lo que somos hoy en día. Una reunificación inevitable además, como también lo era su asimetría. La columna no se enfoca en el personaje, pues los individuos no son el factor determinante de los procesos históricos y, por ende no son lo más relevante desde el punto de vista explicativo. Dicho esto, el personaje es mencionado como autor principal del evento histórico, que por lo demás constituye una verdadera hazaña.
Nota aparte: la formación política de cuadros con pensamiento crítico debe empezar por el reemplazo de la simple indignación moralista por el conocimiento científico de los procesos históricos, esto es, sus causas objetivas y su dinámica social. Esto implica, además, entender el fenómeno moral como cultural e histórico, es decir, situado. Y también aproximarse a la comprensión epistemológica que distingue a la ciencia de la moral y de qué forma y en qué medida la ciencia logra trascender el contexto histórico. Igualmente debe contemplarse el conocimiento de la naturaleza humana sin mistificaciones, superar todo idealismo y pensamiento mágico-religioso. Hace algunas décadas el marxismo lograba cumplir ese papel formador, a pesar de sus errores en otros aspectos. Actualmente, la izquierda, huérfana de teoría, ni siquiera hace formación política de cuadros. Se pasó del extremo dogmático de antaño al extremo ateórico del carnaval ideológico actual.
Elogio de Cristóbal Colón
Por Jorge Senior
El descubrimiento de América se
produjo a finales de la edad de hielo, cuando pueblos del noreste asiático
atravesaron Bering y se instalaron en Alaska sin perder contacto con su
continente de origen. Con el cambio
climático pasaron dos cosas: quedaron aislados de Asia y se facilitó el paso de
los obstáculos montañosos para avanzar hacia el sur. Como sucedió en otros lugares, la llegada del
Homo Sapiens coincidió con la extinción de la megafauna, motivo para una
sospecha que no hemos podido probar: nuestra responsabilidad en tales
extinciones.
Desde hace unos 14 mil años la
humanidad quedó partida en dos: el Viejo Mundo y el Nuevo Mundo. La cultura humana evolucionó en forma
paralela durante milenios en un extraordinario experimento natural. Asombra la
similitud: de ambos lados surgieron grandes civilizaciones agrarias, se
desarrollaron el comercio, la guerra y la esclavitud, se domesticaron animales
y se contruyeron ciudades con edificaciones y calles. También se organizaron sistemas hidráulicos, se
aprendió el manejo de metales, matemática y astronomía de posición, se
erigieron pirámides, se inventó la escritura, progresó la navegación y se
forjaron grandes imperios. Una
diferencia fue la rueda, que en América sólo se usó en juguetes. Hubo también desastres ambientales, epidemias,
sacrificios humanos, canibalismo, homicidios, violaciones, división en clases
sociales, dominación, chamanismo y creación de fantásticas narrativas
imaginarias, mitologías religiosas.
Era inevitable que los dos mundos
se encontraran cuando la expansión del comercio llevara a un potente desarrollo
de la navegación. Hace tres mil años
pueblos del sureste asiático lograron colonizar las islas del Pacífico sur, una
hazaña de navegación asombrosa. Y por
esa misma época el Mediterráneo y el Índico ya empezaban a ser traficados por
barcos comerciantes o guerreros. No
sorprende entonces que hace mil años los vikingos llegaran a América y se
produjera el primer encuentro de los dos mundos. En esas primeras escaramuzas los del viejo
mundo perdieron y el intento abortó. Fue
cuestión de logística y medio ambiente. No había ímpetu comercial en juego.
A fines del siglo XV del
calendario cristiano el encuentro sería a otro precio. En los siglos inmediatamente anteriores la
ruta de la seda se había convertido en el eje vertebral de un gran sistema
comercial que abarcaba Eurasia de extremo a extremo y también incluía al norte
y oriente de África. El comercio
alcanzaba máximos históricos y las técnicas de navegación se innovaban con
múltiples tipos de embarcaciones y velámenes.
La selección natural había hecho su trabajo por medio de la peste
bubónica. Repúblicas urbanas, como
Venecia, eran epicentro de un incipiente capitalismo comercial y bancario.
Portugal se lanzó a la
exploración de la costa occidental africana desde 1430 y medio siglo después ya
había llegado al Asia Oriental circunnavegando África y atravesando el Índico.
Navegantes portugueses también intentaron la ruta occidental, pero fracasaron. España se insinuaba como potencia al unificar
sus reinos, expulsar a los moros, incursionar en el sur de Italia y norte de
África. Ambos países ibéricos tenían momentum económico, político y militar
para la expansión. Con Colón o sin Colón,
la exploración de la mar Océana había comenzado con Las Canarias y otras islas
y era indetenible. Sólo era cuestión de tiempo que se realizaran nuevas
intentonas de exploración del globo hacia occidente, en cuyo caso, aunque ellos
no lo supieran, el tropezón con ese continente desconocido en la mitad del
camino era inevitable.
Colón no descubrió la redondez
del mundo, ni fue el primero en pensar o intentar la ruta occidental. No inventó el comercio de esclavos africanos
(ya existía desde antes por desierto y por mar, con comerciantes africanos en
primera instancia) ni visionó descubrir un nuevo mundo. La historia no es el producto de individuos
superdotados sino de procesos sociales colectivos. El genovés no fue la causa de la exploración
y la consiguiente invasión del nuevo mundo.
Su hazaña no fue la originalidad de la idea sino ser el primero, como
líder expedicionario, en tener éxito en el reencuentro inevitable de dos
mundos. Un logro de dimensiones colosales
que fue producto múltiples talentos y, como siempre en el contexto humano, del
azar.
Cristóbal Colón era un hombre de
su época, con la mentalidad, las creencias y la cosmovisión de la sociedad que
lo parió y lo crió. Los que abordan el
estudio del pasado con gafas ideológicas, politizando y moralizando la
investigación histórica, hacen mala historia y mala política. Y hacen pseudociencia. La política y la moral son inseparables del
contexto, no sobrevuelan por encima de la historia de manera anacrónica. Los
juicios retroactivos carecen de sentido, sólo sirven para la manipulación de
las pasiones.
No caemos en la hipérbole si
decimos que el 12 de octubre de 1492 la historia de la humanidad se partió en
dos, cuando lo que estaba partido en dos durante 14 milenios volvió a
unificarse. Esa reunificación de la
especie humana fue trágica, dolorosa, ya lo sabemos, y también tremendamente
dinamizadora del progreso humano. Si
conocemos la historia milenaria del Homo Sapiens no debe extrañarnos lo que sucedió
en el siglo XVI. Fue más de lo mismo,
pero a mayor escala. De ahí surgió el
mundo moderno actual. Y nosotros, los
mestizos, no existiríamos sin ese crisol de pueblos. Hace 528 años aconteció el hecho más
importante de la historia humana que podamos fechar con total precisión. ¿Podremos acaso olvidar a su protagonista
principal? Nuestro país honra su nombre
y tú lo celebras en cada gol de la selección.
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