miércoles, octubre 14, 2020

Cristóbal Colón y el significado histórico del 12 de octubre

Esta columna fue publicada en el fin de semana del puente del 12 de octubre de 2020, fecha festiva en la cual se conmemora el denominado "descubrimiento de América" en 1492.  Cada año se forma un coro de plañideras en las redes por esta conmemoración y se multiplican los memes que idealizan lo indígena y satanizan lo europeo u occidental, de manera maniquea y poco rigurosa con la historia, a tono con la moda "decolonial".  (Nota: la cultura de los memes tiende a suplantar el estudio historiográfico serio en la formación de la nueva generación; este hecho configura un peligro, como lo ha sido Hollywood para generaciones anteriores).  Así que había necesidad de balancear tal influencia nefasta.

En 2020 se presenta además un contexto de protestas del movimiento BLM en Estados Unidos y otros países, que en algunos casos se expresó con el derribamiento de estatuas de filósofos, empresarios, exploradores, conquistadores, etc, que de un modo u otro estuvieron involucrados con el comercio de esclavos (especialmente africanos) hace varios siglos, cuando no existía ni siquiera un incipiente estado de derecho moderno a nivel internacional y escasamente se iniciaba dentro de estados nacionales.  Este contexto de la "guerra de estatuas" (pues hubo reacciones de signo contrario) no es ajeno al fenómeno de la cultura de la cancelación que constituye un típico ejemplo de transformación de causas justas en su contrario, cercenando la libertad de expresión, pilar democrático moderno.  Este giro aproxima los movimientos que se dicen progresistas a corrientes retrógradas como los talibanes que destruían monumentos históricos con los que no congeniaban.  

En este análisis, sin embargo, hay que examinar cada caso, pues los monumentos no tienen igual mérito artístico, ni es igual la importancia histórica del personaje, entre otros aspectos que distinguen unas protestas de otras.

En Colombia se presentó el derribamiento de la estatua del conquistador Sebastián de Belalcázar en Popayán por parte de indígenas Misak (guambianos).  Se trata de una acción significativa si tenemos en cuenta la actual situación de esa región, la pervivencia de una élite racista, conservadora y politiquera y una presencia demográficamente mayoritaria de comunidades indígenas.  No se puede desconocer que el monumento tiene varios agravantes: su ubicación (morro de Tulcán), las características del personaje y el incumplimiento de lo que se dice era la idea original de Guillermo Valencia, el poeta, que incluía un monumento al cacique Payán (que le da el nombre a la ciudad).  Pero tampoco se puede olvidar que se trata de una obra de arte.

En medio de todo este contexto y siguiendo también la crítica al denominado "pensamiento decolonial", la columna que sigue a continuación se fundamenta en la historia, como trabajo científico objetivo, sin moralismos ni sesgos, aunque hay que admitir que el título es una provocación (*guiño*).  Y desde la historia mirar el significado profundo de la fecha.  Es la fecha de la reunificación de la humanidad, que fue traumática, dolorosa e impactante a escala mundial y punto de partida de la sociedad moderna, origen de lo que somos hoy en día.  Una reunificación inevitable además, como también lo era su asimetría. La columna no se enfoca en el personaje, pues los individuos no son el factor determinante de los procesos históricos y, por ende no son lo más relevante desde el punto de vista explicativo.  Dicho esto, el personaje es mencionado como autor principal del evento histórico, que por lo demás constituye una verdadera hazaña.

Nota aparte: la formación política de cuadros con pensamiento crítico debe empezar por el reemplazo de la simple indignación moralista por el conocimiento científico de los procesos históricos, esto es, sus causas objetivas y su dinámica social.  Esto implica, además, entender el fenómeno moral como cultural e histórico, es decir, situado.  Y también aproximarse a la comprensión epistemológica que distingue a la ciencia de la moral y de qué forma y en qué medida la ciencia logra trascender el contexto histórico.  Igualmente debe contemplarse el conocimiento de la naturaleza humana sin mistificaciones, superar todo idealismo y pensamiento mágico-religioso.  Hace algunas décadas el marxismo lograba cumplir ese papel formador, a pesar de sus errores en otros aspectos.  Actualmente, la izquierda, huérfana de teoría, ni siquiera hace formación política de cuadros.  Se pasó del extremo dogmático de antaño al extremo ateórico del carnaval ideológico actual.  

Elogio de Cristóbal Colón

Por Jorge Senior

El descubrimiento de América se produjo a finales de la edad de hielo, cuando pueblos del noreste asiático atravesaron Bering y se instalaron en Alaska sin perder contacto con su continente de origen.  Con el cambio climático pasaron dos cosas: quedaron aislados de Asia y se facilitó el paso de los obstáculos montañosos para avanzar hacia el sur.  Como sucedió en otros lugares, la llegada del Homo Sapiens coincidió con la extinción de la megafauna, motivo para una sospecha que no hemos podido probar: nuestra responsabilidad en tales extinciones.   

Desde hace unos 14 mil años la humanidad quedó partida en dos: el Viejo Mundo y el Nuevo Mundo.  La cultura humana evolucionó en forma paralela durante milenios en un extraordinario experimento natural. Asombra la similitud: de ambos lados surgieron grandes civilizaciones agrarias, se desarrollaron el comercio, la guerra y la esclavitud, se domesticaron animales y se contruyeron ciudades con edificaciones y calles.  También se organizaron sistemas hidráulicos, se aprendió el manejo de metales, matemática y astronomía de posición, se erigieron pirámides, se inventó la escritura, progresó la navegación y se forjaron grandes imperios.  Una diferencia fue la rueda, que en América sólo se usó en juguetes.  Hubo también desastres ambientales, epidemias, sacrificios humanos, canibalismo, homicidios, violaciones, división en clases sociales, dominación, chamanismo y creación de fantásticas narrativas imaginarias, mitologías religiosas. 

Era inevitable que los dos mundos se encontraran cuando la expansión del comercio llevara a un potente desarrollo de la navegación.  Hace tres mil años pueblos del sureste asiático lograron colonizar las islas del Pacífico sur, una hazaña de navegación asombrosa.  Y por esa misma época el Mediterráneo y el Índico ya empezaban a ser traficados por barcos comerciantes o guerreros.  No sorprende entonces que hace mil años los vikingos llegaran a América y se produjera el primer encuentro de los dos mundos.  En esas primeras escaramuzas los del viejo mundo perdieron y el intento abortó.  Fue cuestión de logística y medio ambiente. No había ímpetu comercial en juego.

A fines del siglo XV del calendario cristiano el encuentro sería a otro precio.  En los siglos inmediatamente anteriores la ruta de la seda se había convertido en el eje vertebral de un gran sistema comercial que abarcaba Eurasia de extremo a extremo y también incluía al norte y oriente de África.  El comercio alcanzaba máximos históricos y las técnicas de navegación se innovaban con múltiples tipos de embarcaciones y velámenes.  La selección natural había hecho su trabajo por medio de la peste bubónica.  Repúblicas urbanas, como Venecia, eran epicentro de un incipiente capitalismo comercial y bancario.

Portugal se lanzó a la exploración de la costa occidental africana desde 1430 y medio siglo después ya había llegado al Asia Oriental circunnavegando África y atravesando el Índico. Navegantes portugueses también intentaron la ruta occidental, pero fracasaron.  España se insinuaba como potencia al unificar sus reinos, expulsar a los moros, incursionar en el sur de Italia y norte de África.  Ambos países ibéricos tenían momentum económico, político y militar para la expansión.  Con Colón o sin Colón, la exploración de la mar Océana había comenzado con Las Canarias y otras islas y era indetenible. Sólo era cuestión de tiempo que se realizaran nuevas intentonas de exploración del globo hacia occidente, en cuyo caso, aunque ellos no lo supieran, el tropezón con ese continente desconocido en la mitad del camino era inevitable.

Colón no descubrió la redondez del mundo, ni fue el primero en pensar o intentar la ruta occidental.  No inventó el comercio de esclavos africanos (ya existía desde antes por desierto y por mar, con comerciantes africanos en primera instancia) ni visionó descubrir un nuevo mundo.  La historia no es el producto de individuos superdotados sino de procesos sociales colectivos.  El genovés no fue la causa de la exploración y la consiguiente invasión del nuevo mundo.  Su hazaña no fue la originalidad de la idea sino ser el primero, como líder expedicionario, en tener éxito en el reencuentro inevitable de dos mundos.  Un logro de dimensiones colosales que fue producto múltiples talentos y, como siempre en el contexto humano, del azar. 

Cristóbal Colón era un hombre de su época, con la mentalidad, las creencias y la cosmovisión de la sociedad que lo parió y lo crió.  Los que abordan el estudio del pasado con gafas ideológicas, politizando y moralizando la investigación histórica, hacen mala historia y mala política.  Y hacen pseudociencia.  La política y la moral son inseparables del contexto, no sobrevuelan por encima de la historia de manera anacrónica. Los juicios retroactivos carecen de sentido, sólo sirven para la manipulación de las pasiones.

No caemos en la hipérbole si decimos que el 12 de octubre de 1492 la historia de la humanidad se partió en dos, cuando lo que estaba partido en dos durante 14 milenios volvió a unificarse.  Esa reunificación de la especie humana fue trágica, dolorosa, ya lo sabemos, y también tremendamente dinamizadora del progreso humano.  Si conocemos la historia milenaria del Homo Sapiens no debe extrañarnos lo que sucedió en el siglo XVI.  Fue más de lo mismo, pero a mayor escala.  De ahí surgió el mundo moderno actual.  Y nosotros, los mestizos, no existiríamos sin ese crisol de pueblos.  Hace 528 años aconteció el hecho más importante de la historia humana que podamos fechar con total precisión.  ¿Podremos acaso olvidar a su protagonista principal?  Nuestro país honra su nombre y tú lo celebras en cada gol de la selección.


Premio Nobel para el CRISPR: un pronóstico acertado

 Esta columna fue publicada el 3 de octubre en el portal El Unicornio, antes de los anuncios de ganadores del premio Nobel 2020.

Acerté en que se otorgaría el premio a la tecnología CRISPR.  Pero mi vaticinio apuntaba al premio de medicina y fisiología y resultó que se lo dieron en química.  Una prueba anecdótica más de la unidad de la ciencia y, específicamente, de la base química de lo biológico. 

Acerté también en que se lo daría a Jennifer Doudna y Emmanuelle Charpentier por la biotecnología de edición genética CRISPR/Cas9.  Pero yo también incluía como probable premiado al español Francisco Martínez Mojica por su trabajo de ciencia básica que llevó al descubrimiento de las secuencias repetitivas palindrómicas cortas agrupadas y regularmente interespaciadas en el ADN de bacterias y la postulación de su función como sistema inmune adaptativo en esos microorganismos.  Sorprendentemente, la academia sueca decidió no entregárselo a la ciencia básica, sino sólo a la tecnología de edición artificial. 

¿Premio Nobel para el CRISPR?

Por Jorge Senior

La próxima semana se entregan los premios Nobel en ciencias y literatura.  El Nobel de Medicina y Fisiología sigue siendo el galardón más prestigioso de esta rama científico – tecnológica, a pesar de ganadores como Luc Montagnier y Kary Mullis que han batido récords de desprestigio, no por las investigaciones premiadas, sino por hablar más de la cuenta después de volverse famosos.

¿Quién ganará en 2020, el año de la pandemia?  Mis apuestas van con un español, Francisco Martínez Mojica, y dos mujeres, la francesa Emmanuelle Charpentier y la estadounidense Jennifer Doudna, todos ellos entre los 50 y los 60 años de edad.  Ninguno de los tres es médico, son microbiólogos y bioquímicos muy ligados a la investigación básica biomédica.  Y los tres han sido protagonistas claves de la investigación, el desarrollo y la innovación de una revolucionaria tecnología de edición genética, cuyo impacto en la sociedad puede ser tremendo por las inmensas posibilidades que abre.  Pero también es posible que el Nobel se lo otorguen a Feng Zhang o a George Church, quienes disputan la primacia sobre la hazaña tecnológica.  De hecho, la Oficina de Patentes de EEUU le dio la prioridad a Zhang en 2017.  Sin embargo, la Academia Sueca maneja criterios distintos a una batalla de abogados.

El término “CRISPR” es un acrónimo correspondiente a la versión en inglés de la enigmática frase siguiente: Repeticiones Palindrómicas Cortas Agrupadas y Regularmente Interespaciadas (o sea que en español el acrónimo sería RPCARIE).  Recordemos que un palíndromo es una palabra o frase cuyas letras tienen la misma secuencia al derecho o al revés.  Pero en este caso las “letras” son las bases del ADN. 

Se trata de secuencias repetitivas que se encuentran en el ADN de ciertas bacterias y contienen fragmentos de material genético de virus que han atacado anteriormente a ese linaje bacteriano, lo que permite que funcione como memoria del sistema defensivo antivirus.  Francisco Martínez Mojica fue el primero en identificar esas secuencias repetitivas en arqueas en su tesis de doctorado del año 1993 y en 2005 postuló su función inmunológica.  Además, fue quien acuñó el acrónimo CRISPR.

 Si la bacteria es infectada nuevamente por un virus que tenga ese material genético, puede identificarlo y defenderse cortando el ADN del virus con la ayuda de unas proteínas asociadas que hacen el papel de “tijeras”. Tales proteínas reciben el nombre de “Cas” (acrónimo de “CRISPR Associated”) y se distinguen entre sí por números: Cas1, Cas2, etcétera.   En consecuencia este particular sistema inmune de las bacterias recibe el nombre de CRISPR/Cas.

En 2005 el francés Alexander Bolotin descubre la Cas9 y al año siguiente Eugene Koonin del NCBI de Estados Unidos propone un esquema para la función inmune adaptativa del CRISPR.  Los científicos ya vislumbran el potencial tecnológico de estos descubrimientos y se dispara la investigación de punta en el tema.  En 2008 el holandés John van der Oost descubre que el pedazo de ADN vírico se transcribe a ARN que a su vez guía las Cas a su blanco.  Pero a finales de ese año, en Illinois, Luciano Marraffini y Erik Sontheimer encuentran que el objetivo del CRISPR es cortar el ADN, no el ARN, hecho confirmado posteriormente por Sylvain Moineau en Canadá.

Es en 2011 cuando Emmanuelle Charpentier detalla el mecanismo del ARN para guiar a las Cas9 y al año siguiente, junto a Jennifer Doudna anuncia el logro de una técnica de manipulación para guiar al Cas9 por medio de partículas de ARN y así, en principio, poder editar a voluntad el ADN de cualquier ser vivo.  Nace así el CRISPR/Cas9 como tecnología potente y barata, dando inicio a una revolución en ingeniería genética.  Pocos meses después Virginijus Siksnys, en Lituania, hace un anuncio similar. 

Feng Zhang era un joven doctor en química y bioingeniería de apenas 31 años en 2013 cuando, trabajando para el Broad Institute, logra adaptar el CRISPR/Cas9 para editar ADN de células eucariotas, como las que tenemos los seres humanos y otros animales, así como las plantas.  El Instituto Broad pertenece nada menos que a las universidades Harvard y MIT y le ha ganado la batalla legal por la patente del sistema CRISPR/Cas9 a la Universidad de Berkeley (California) que respalda a Doudna y Charpentier. Aunque casos se han visto en que el perdedor logra que se revoque la decisión. De todos modos, Feng no se detuvo y entre 2015 y 2017 logró otra hazaña con el sistema CRISPR/Cpf1 que ofrece ventajas sobre el Cas9.

En solución salomónica el premio Harvey de 2018 fue otorgado a Doudna, Charpentier y Zhang, más allá de las disputas por la patente.  Más del 25% de los ganadores del Harvey han obtenido después un Nobel. ¿Sucederá lo mismo en este caso? Si asi fuese quedaría por fuera Francisco Martínez Mojica, el español de la Universidad de Alicante que hizo el descubrimiento básico inicial, pues cada premio Nobel tiene un tope de tres ganadores.

A la postre, el premio es lo de menos.  Con el poder de edición genética la medicina de precisión podrá quizás curar más de 4.000 enfermedades genéticas.  Lo alucinante es que también se posibilita la creación de superhumanos.  La eugenesia está de regreso y más potente que nunca.  La especie humana se convierte cada vez más en Homo Deus, como planteara Yuval Noah Harari en el segundo libro de su trilogía.  Es inaplazable el debate bioético y político sobre una tecnología tan peligrosamente poderosa y de consecuencias imprevisibles. 


 

 

La era de la ignorancia voluntaria

Cuenta un amigo que los hijos le preguntaron: “papá, ¿cómo era vivir en los 80”.  Ni corto ni perezoso mi amigo les decomisó los celulares, apagó el WiFi, guardó con llave portátil y tablet, y les prohibió a sus atónitos vástagos que vieran canales distintos a los nacionales.  La experiencia duró 24 horas y casi deja traumatizados a esos niños.  No faltará quien diga que se trató de un caso de abuso infantil.

Hace más de un siglo que la bombilla de Edison dio paso al díodo de Fleming y éste al tríodo de De Forest.  Así nació la electrónica.  En la posguerra vendría el transistor de Baarden, Brattain y Shockley.  Así nació la electrónica de estado sólido.  Luego vino el microchip de Noyce y Kilby.  Así nació la revolución digital.  Ni era atómica, ni era espacial, lo que tuvimos fue la era digital.  El ranking de las mayores empresas se vio revolcado drásticamente después de 1975, la revolución digital estaba en marcha.  Primero fue el hardware, pero luego el software se impuso, el imperio del algoritmo.

El mundo cambió, pero la educación no.  Ni los docentes, ni las instituciones ni las políticas educativas se transformaron.  Los estudiantes sí, pero en dirección equivocada, a pesar de ser nativos digitales.  Hablo de la gran masa escolar, no del 1% de excelencia o el 10% superior.  Se proclamó la sociedad de la información y luego la sociedad del conocimiento, pero lo que se obtuvo fue una superautopista de la desinformación y una sociedad del entretenimiento.  Hoy cargamos en el bolsillo, a unos pocos click de distancia, la mayor y mejor biblioteca que jamás haya existido, mil veces superior a lo que eran las exclusivas bibliotecas de las mejores universidades del mundo hace apenas 30 años.  Pero ese tesoro de información está perdido y enterrado en una maraña de basura de todo tipo y rodeado de distractores capaces de engolosinar a cualquier niño o adulto.  Y ni los estudiantes ni los docentes actuales tienen en su poder el mapa del tesoro.

Como los hijos de mi amigo, no podemos vivir sin internet.  Pero, ¿para qué lo usamos?  Tenemos el saber acumulado de la humanidad a nuestro alcance, no obstante usamos el internet para otras cosas, incluidos el copipega o plagio y la alienación adictiva de las redes sociales y el entretenimiento.  Al hacerlo, optamos por la ignorancia de manera voluntaria. 

En un escrito anterior titulado El fracaso de la pedagogía cuestionamos los posgrados en educación por su ineficacia para mejorar la calidad de la educación básica y media.  En su columna de esta semana en El Espectador, Julián de Zubiría reconoce esa realidad y lanza tres propuestas, señalando en la tercera que “nunca vamos a consolidar la lectura crítica de los estudiantes, si estas competencias no se convierten en una tarea esencial en la formación de los docentes”, refiriéndose a “la competencia argumentativa, el razonamiento númerico y la lectura crítica”.  Coincido, pero creo que se queda corto.  Primero, esas tres competencias deben integrarse como pensamiento crítico y abstracto que incluye la lógica, la actitud científica, la detección de sesgos y falacias.  En segundo término debe complementarse con lectura en inglés, cultura o cosmovisión científica y un entrenamiento específico a fondo en el aprovechamiento eficaz del recurso cuasi-infinito de internet (manejar el mapa del tesoro).  En tercer lugar hay que convertir a la autodidáctica en la capacidad fundamental del ciudadano del siglo XXI que tiene todo el conocimiento a su alcance, único antídoto contra la ignorancia voluntaria.  Todos esos aspectos deben servir para replantear el currículo, tanto de los posgrados en educación como de la educación básica y media.

La cultura o cosmovisión científica en la educación era el proyecto de la Ilustración como fundamento para la democracia, pero fue abandonado en el curso del siglo XX cuando hasta las élites más liberales dejaron de concebir la educación como emancipadora y se plegaron a la visión confesional y religiosa de las élites conservadoras.  Un modo novedoso de cultivar la concepción científica del mundo y reintegrar el currículo fragmentado es mediante cursos y proyectos formativos con el enfoque Big History o Gran Historia.  Ya en Colombia hemos empezado a realizar este tipo de formación, una innovación pedagógica que goza de amplia trayectoria en el mundo anglosajón como puede verse aquí.

El problema de hoy no es la carencia de información sino su exceso y mala calidad.  El aprovechamiento eficaz de internet en el proceso de enseñanza – aprendizaje, exige un buen entrenamiento en estrategias de búsqueda y una aplicación particular del pensamiento crítico consistente en aprender a filtrar la información de calidad frente a la avalancha de fake news, teorías conspiranoicas, cámaras de eco y cadenas de propaganda, manipulaciones y errores.  Incluso debe pensarse en dotar al sistema educativo de herrmientas de protección frente a la desinformación.   El punto es que todo docente debe convertirse en experto en el aprovechamiento de los mejores recursos que brinda internet en su área y mantenerse actualizado.  Internet ofrece un potencial maravilloso para el cultivo del intelecto, pero se ha convertido en un factor de distracción, distorsión y nicho de realidades paralelas para lelos.  La respuesta a tamaño desafío puede estar en una educación enfocada a la formación de docentes, estudiantes y ciudadanos autodidactas, a ver si así evitamos que la era digital sea la era de la ignorancia voluntaria.

Publicado el 27 de septiembre de 2020 en mi columna Buhografías en el portal El Unicornio

Trump, enemigo de la ciencia

Por primera vez en sus 175 años de historia, la prestigiosa revista Scientific American decidió apoyar a un candidato en el peculiar sistema bipartidista de EEUU (tan peculiar que en 2000 y 2016 ganó el que sacó menos votos).  El hecho es tan insólito que ha repercutido mucho más allá de sus siete millones de lectores.  Puede analizarse en el marco de la coyuntura electoral, pero su carácter extraordinario invita a una lectura más profunda del acontecimiento.

Scientific American, cuya edición en español se titula Investigación y Ciencia, no es cualquier revista.  Se trata de la publicación científica para público amplio más importante del mundo.  Es la cumbre del periodismo científico y en ella han escrito los científicos más brillantes de los últimos dos siglos. Actualmente pertenece a Springer Nature.

El pronunciamiento aparece en el editorial de octubre de 2020 divulgado esta semana y está firmado por los editores en pleno.  En él se evalúa a Trump y su gestión en relación con la pandemia, el sistema de salud, el cambio climático y la transición energética.  Asimismo se evalúa el programa de Joe Biden del Partido Demócrata en los mismos ítems.

Arranca diciendo que “la evidencia y la ciencia muestran que Donald Trump ha perjudicado gravemente a Estados Unidos y a su pueblo debido a su rechazo de la evidencia y la ciencia.  El ejemplo más desvastador es su respuesta inepta y deshonesta a la pandemia de Covid-19 que, para mediados de septiembre, ha costado la vida a más de 190.000 estadounidenses.  También ha atacado a las protecciones ambientales, al sistema de salud, a los investigadores y agencias públicas de ciencia que ayudan a este país a prepararse para sus mayores desafíos”.

El editorial abunda en ejemplos del manejo “catastrófico” de la pandemia por parte de Trump, incluyendo sus mentiras.  Frente a algo tan sencillo y básico como la utilización de mascarillas, el presidente activamente estimuló su no uso.   Su actitud de subestimar la pandemia en vez de controlarla y de ignorar el consejo de los expertos conllevó al rebrote con graves consecuencias económicas y sociales, como el desempleo. Trump mintió al público sobre la letalidad del virus propiciando riesgosos comportamientos de la ciudadanía y dividiendo al pueblo entre los que se toman en serio la amenaza y aquellos que se creen las falsedades del mandatario.  Más allá del virus, Trump ha tratado de eliminar la Ley de Asistencia Asequible y Protección al Paciente sin ofrecer alternativas, ha propuesto recortes multimillonarios a los institutos nacionales de salud, la Fundación Nacional para la Ciencia y los centros de control y prevención de enfermedades.  Así como ataca al sistema de salud ha presionado para eliminar las regulaciones de salud de la Agencia de Protección Ambiental para mayor riesgo de la gente y ha reemplazado a científicos con representantes de la industria en las juntas asesoras de la agencia.  Con su negacionismo del cambio climático Trump ha obstaculizado todo lo que apunte a su mitigación.

En contraste con las duras criticas al aspirante a repetir período, el editorial analiza positivamente el programa de Biden.  Dice que el candidato demócrata, que derrotó a Bernie Sanders en las primarias, “viene preparado con planes para controlar el Covid-19, mejorar el sistema público de salud, reducir las emisiones de carbono y restaurar el rol de la auténtica ciencia en la gestación de políticas públicas”.  Las propuestas de Biden se fundamentan en el conocimiento de expertos, como David Kessler, quien fue director de la FDA, Rebecca Katz, especialista en inmunología de la Universidad de Georgetown University y Ezekiel Emanuel, bioeticista de la Universidad de Pennsylvania. No incluye a médicos que creen en extraterrestres o en falsas terapias desenmascaradas por la ciencia y que Trump tanto elogia.

Los editorialistas de la revista destacan diversos aspectos de las propuestas de Biden en salud, política social y medio ambiente.  En este último tema vale la pena detenerse, pues tiene implicaciones para el resto del planeta.

Biden, dice la revista, planea planea invertir dos billones de dólares en el sector energético libre de emisiones, construir estructuras y vehículos con uso eficiente de energía, impulsar la energía solar y eólica, establecer agencias de investigación para desarrollar la energía nuclear segura y tecnologías de captura de carbono, entre otras acciones.  La inversión generará dos millones de empleos y el plan se financiará –en parte- eliminando los recortes de impuestos con que la administración Trump benefició a las corporaciones.  El 40% de estos desarrollos de infraestructura y energía beneficiarán a comunidades historicamente desfavorecidas.  El editorial reconoce que la implementación de algunos de estos programas del candidato demócrata dependerán de sortear el camino legislativo.

Finalmente el editorial advierte que “Trump y sus aliados” (nótese que se cuida de no mencionar al Partido Republicano como tal) han tratado de crear obstáculos para la votación de noviembre, por lo que invita a los ciudadanos a superar esas trabas y votar.  Y remata: “Es tiempo de sacar a Trump y elegir a Biden, quien tiene una trayectoria de respeto a los datos y a la ciencia”.

Este texto muestra a una sociedad polarizada entre la ciencia y la anticiencia, un fenómeno que de manera menos aguda se manifiesta también en Europa y América Latina.  Lo vemos en Bolsonaro en Brasil y en el anterior gobierno del PP en España.  Pero también en otros partidos y gobiernos, incluso en algunos de izquierda.  Derechas como la trumpista, la uribista o la de Bolsonaro se nutren de oscurantismos religiosos, conspiranoicos y pseudocientíficos.  Pero otros oscurantismos han infiltrado a las izquierdas a partir del posmodernismo, por ejemplo, el construccionismo social y el decolonialismo antioccidental.  Y nunca faltan los que se creen de izquierda pero tragan entero las “teorías conspirativas”, las supersticiones “ancestrales” y las pseudociencias que posan de alternativas al gran capital.

Coletilla: la lección para nosotros es que la educación para la democracia y la educación científica de calidad son una sola.  Con esa premisa debemos repensar una reforma educativa en Colombia.

Publicado el 18 de septiembre de 2020 en mi columna Buhografías en el portal El Unicornio

El fascismo azul

La organización política que más muertes y sufrimientos ha causado en la historia de Colombia se pasea oronda por la vida pública nacional como el criminal impune que sabe guardar el secreto de su culpabilidad.  Nunca cumplió con la verdad, la justicia y la reparación, y no sólo no ha brindado garantías de no repetición sino que ha hecho metástasis con su ideología cancerosa invadiendo múltiples órganos del cuerpo macerado de la patria, para seguir sembrando de cruces los campos deforestados de las cordilleras o las selvas menguantes de la periferia.  Del cadáver mudo de Bolívar se nutrió en su infancia y luego hizo de la violencia política su arma predilecta para imponer su impronta extremista y radical.  Ha combinado todas las formas de lucha, desde el terrorismo sin escrúpulos hasta el adoctrinamiento sectario. 

A estas alturas ya el lector habrá adivinado que estoy hablando del PCC, el Partido Conservador Colombiano, la organización de Caro y Ospina que nació para impedir la revolución libertaria y progresista del medio siglo, hace 171 años.  El proyecto conservador de mano fuerte y sinrazón grande se fraguó en las primeras décadas de la república enfrentado a un confuso liberalismo lleno de contradicciones.  Y podemos decir a estas alturas del siglo XXI que su marcha ha sido triunfal, pues a sangre y fuego ha hecho de Colombia una nación conservadora, aplastando los brotes de lo nuevo o transformando en bonsai cualquier retoño de reformismo, apertura o progreso social.

Su gesta hegemónica empezó con la Regeneración y el régimen de cristiandad de la Constitución de 1886.  Continuó a mediados del siglo XX con el hispanismo falangista ultracatólico bajo la égida de Laureano Gómez.  Luego se adaptó a los nuevos vientos de la guerra fría con el Frente Nacional clientelista.  Cooptó al partido liberal en un bipartidismo excluyente y aunque su cuerpo partidista fue debilitándose, su ideología se irrigó por las alcantarillas mentales de los súbditos, nutriendo el paramilitarismo y finalmente haciendo eclosión en el uribismo que María Jimena Duzán califica de fascista.  Un fascismo ladino de color azul.     

En el siglo XIX el liberalismo era la avanzada mundial del progreso civilizatorio que prometía una sociedad moderna capitalista, mientras el conservatismo carecía de propuesta distinta a frenar el progreso social, mantener la jerarquización y anclarse en las tradiciones y doctrinas medievales.  En el mundo, el liberalismo ponía las condiciones y el conservatismo resistía.  En Colombia, en cambio, la hegemonía conservadora abortó la revolución liberal democrática y limitó al partido liberal a un humillante “pataleo de ahogao”.  Según Malcolm Deas, en el período republicano del Siglo XIX, Colombia sufrió 8 guerras nacionales y medio centenar de conflictos locales, una verdadera sangría. 

La dialéctica de balas y de ideas entre liberales y conservadores terminó en 1885 con la victoria contundente de los azules.  En la Humareda la Constitución de Rionegro se hizo humo y el proyecto conservador impuso su visión de doble cuño: por un lado el centralismo autoritario y militarista y por el otro el pensamiento doctrinario premoderno del régimen de cristiandad.  En el seno de la Constitución de 1886 nace el ministerio de guerra y el ejército nacional, al año siguiente se sella el concordato con el Vaticano y en 1888 se crea la policía nacional.  El triunfante poder conservador se asienta en 4 columnas: el monopolio de las armas y el latifundio, la iglesia católica y la educación confesional.  Esta victoria se ratificó a fines de 1902 en un barco de Estados Unidos, que un año después se roba Panamá.  Al poco tiempo se perdieron vastos territorios amazónicos con Brasil y Perú, prueba palpable de que el flamante ejército nacional surgió para imponer el orden interno atacando a sus connacionales y no para defender las fronteras de la patria. 

El liberalismo resurge de las cenizas y durante 4 períodos intenta magras reformas.  Fracasa.  Con sed de venganza el partido conservador retoma el poder y desata La Violencia, con mayúsculas, un holocausto que se llevó las vidas de 300.000 colombianos.  En menos de una década el conservatismo mató más gente que las FARC en medio siglo (guerrilla que surgió de las autodefensas del campesinado liberal).  El estilo azul era el frac en los salones y el corte de franela en los campos.  El hispanismo ultracatólico colombiano se alinea con la dictadura de Franco y así como éste regala su territorio para bases militares gringas, Colombia se regala para enviar al otro lado del mundo más tropas que las que empleó en la guerra contra el Perú en 1932.  Ignominia total.

Como esto es Macondo, el fascismo falangista es barrido a medias por una dictadura militar populista.  Pero el orden oligárquico se recompone con el pacto de Benidorm y estrena un nuevo enemigo interno: el comunismo.  La liebre salta donde menos se espera.  El fenómeno anapista pone en jaque al régimen el 19 de abril de 1970 y Lleras patea el tablero.

Desde entonces el conservatismo es minoría, pero su ideología medra en la cúpula de las fuerzas militares, en los grupos paramilitares que empiezan a proliferar, en los sectores más retardatarios de la iglesia y en nuevas sectas protestantes importadas de Norteamérica, así como en algunas universidades privadas (ver la columna anterior con el caso de la Sergio Arboleda).  Finalmente, a la vuelta del siglo, el odio a las FARC se convierte en el combustible perfecto para incendiar la pradera con el fascismo azul.

El balance del conflicto armado realizado por el Centro Nacional de Memoria Histórica en el libro ¡Basta ya!, muestra en la página 55 que de 588 eventos de sevicia y crueldad extrema durante medio siglo, 63% corresponden a paramilitares, 9,7% a las fuerza pública, 21,4% a “grupos no identificados” y 0,7% a acciones conjuntas de paramilitares y ejército.  Mientras que el 5,1% corresponden a las guerrillas, principalmente las FARC y el ELN.  No es casualidad que el uribismo se haya apoderado del CNMH para borrar la memoria y pintar la historia... de azul.

Publicado el 11 de septiembre en mi columna Buhografías en el portal El Unicornio 

 

Democracia de pacotilla

Con un enroque ajedrecístico el presidente Iván Duque mueve dos fichas burocráticas de la entraña uribista: Margarita Cabello Blanco y Miguel Ceballos Arévalo, ambos abogados.  Sale Cabello y entra Ceballos en la cabeza del Ministerio de Justicia.  Un enroque de vocales con un mensaje antidemocrático para el país, como vamos a analizar. 

Cabello Blanco, más conocida como “canita” desde hace medio siglo cuando estudiaba en el colegio Lourdes de Barranquilla, fue elegida en plenaria presencial del Senado de la República como la primera mujer Procuradora General de la Nación (período 2021-2024).  Abogada de la CUC, aún no se ha graduado en la maestría en derecho procesal contemporáneo de la Universidad de Medellín, pero sí ha hecho un largo recorrido burocrático de la mano de varios clanes políticos.  La Casa Name y la Casa Char, dos dinastías y poderosas empresas electorales de su natal Barranquilla le dieron el impulso inicial.  Esa cercanía con un sector de la masonería no impidió que el exprocurador ultraconservador Alejandro Ordoñez (destituído en 2016 por el Consejo de Estado) le sirviera de puente para desembocar en el uribismo. 

Al mover la puerta giratoria y tomarse la Procuraduría, el uribismo practica lo que critica, la aniquilación del principio democrático de la separación de poderes, tal como ha hecho el gobierno de Maduro de Venezuela y el anterior gobierno de Santos en Colombia y, por supuesto, el propio Álvaro Uribe en su doble presidencia.  Hoy por hoy ninguna rama del estado colombiano tiene independencia del poder ejecutivo, hasta la Corte Suprema de Justicia está cercada y amenazada.  El Tribunal Administrativo de Cundinamarca, en un fallo de tutela interpuesta por un joven estudiante, tuvo que llamarle la atención a Duque Márquez por su interferencia manifiesta en los casos judiciales de su jefe político, Uribe Vélez.

Al momento de escribir esta columna se da por hecho que el abogado javeriano y exdecano de la Universidad Sergio Arboleda, Miguel Ceballos Arévalo, será el reemplazo de Cabello Blanco en el Ministerio de Justicia, donde ya había sido viceministro en el gobierno Uribe.  Como es usual en la administración Duque se premia el mal desempeño, pues no de otra manera se puede calificar la gestión de Ceballos en la Oficina del Alto Comisionado para la Paz (OACP), donde se dedicó a ralentizar –por decir lo menos- la implementación de los Acuerdos con las FARC, mientras los excombatientes son asesinados a cuenta gotas. Es un caso similar al de Darío Acevedo Carmona en el Centro Nacional de Memoria Histórica.  El objetivo es claro: hacer trizas los acuerdos y sabotear la paz. 

El aumento de las masacres, del asesinato de jóvenes y de líderes sociales, el nulo avance de posibles diálogos con el ELN, todo en la realidad colombiana muestra un fracaso del Alto Comisionado saliente.  Y como si fuera poco, esta semana aparece la cereza en el pudín, una frutilla ideológica.  Justo cuando sale del cargo se conoce una patética cartilla producida por su oficina para la Escuela Superior de Administración Pública ESAP, que es la institución que forma a los funcionarios públicos. El opúsculo va dirigido a la Unidad 2 de un Diplomado de la ESAP titulado Paz, convivencia y cultura de la legalidad.  El autor de la cartilla es un antiguo estudiante de Ceballos, el abogado católico conservador de la Universidad Sergio Arboleda, Camilo Noguera Pardo.  Ya que están de moda los perfilamientos, digamos que ese es el mismo perfil del presidente Duque y el fiscal general Francisco Barbosa, todos ellos abogados, católicos, conservadores y egresados de la Sergio, la universidad cristiana fundada por Álvaro Gómez Hurtado y el exprocurador Rodrigo Noguera Laborde.

Agosto parece ser el mes de los escándalos producidos por cartillas. En 2016 fue la cartilla apoyada por la ministra de educación, Gina Parody, acusada de promover la “ideología de género” en las escuelas, pretexto para una reacción que terminó incidiendo de manera decisiva en el resultado a favor del No en el Plebiscito por la Paz.  Ahora aparece otra Cartilla, publicada hace un par de meses, pero conocida públicamente apenas esta semana a raíz del artículo de Laura Ardila en La Silla Vacía.

Respaldada con los logos de la OACP y la ESAP, el documento, entre la página 5 y la 16, acusa a la “ideología progresista” de ser causa teórica de las violencias secundarias a través de sus “pilares”, a saber: materialismo pragmático, ética relativista, mercantilización de la vida social, ateísmo, escepticismo y consumismo.  Dice que el paradigma progresista predomina en las sociedades contemporáneas, y que eso explica el aumento de las violencias y el fracaso de las experiencias de paz.  Según Noguera la ideología progresista se basa en la autonomía del individuo y, por ende, se identifica con el individualismo ético lo cual lleva al “extravío moral”. Frente a eso opone la doctrina social de la iglesia (se sobreentiende que se refiere a la católica) y la escolástica de Aristóteles y Santo Tomás, que el autor llama “ética de las virtudes” y “realismo filosófico”, que viene a constituir el marco teórico de la enseñanza que el diplomado ofrece.

He aquí otro principio democrático que se viola diariamente en Colombia, la separación iglesia – estado, como se puede observar en las oficinas de gobernaciones, alcaldías, ministerios y en eventos oficiales, donde los funcionarios con poder exhiben e imponen su credo.  Para la profesora de la Universidad del Norte, Laetitia Ruiz, la cartilla vulnera este principio liberal y viola los derechos humanos de los ateos o los que tienen otras creencias distintas a las defendidas por el autor de la cartilla, dado que aparece en una publicación oficial.  En contraste, yo prefiero aceptar la excusa de Miguel Ceballos, jefe de Camilo Noguera, cuando se refugia en la libertad de cátedra dando a entender a La Silla Vacía que la cartilla es la opinión personal del profesor Noguera, pero no le creo cuando dice no compartir el planteamiento. Es evidente por sus antecedentes y trabajo conjunto que Ceballos y Noguera comparten una visión ultraconservadora católica que recuerda las posiciones del quemador de libros Alejandro Ordoñez.  Comparten, por ejemplo, la filosofía de Jacques Maritain, de la orden de los hermanitos de Jesús.  Ideas obsoletas, mal argumentadas en ese texto que no parece escrito por un magíster y doctor.  Ante este adefesio de mala filosofía fácil de refutar lo que procede es el debate, que la propia ESAP debiera organizar.  Un indicio del bajo nivel académico de la cartilla de marras es su pobre bibliografía.

Veamos rápidamente algunos errores (horrores). La cartilla confunde autonomía con individualismo y revuelve materialismo ontológico con materialismo moral vulgar, un nivel de estudiante de bachillerato a lo sumo.  Define “escepticismo” de tal manera que se corresponde con el enfoque relativista del posmodernismo, una corriente antiprogresista, pero se lo atribuye al progresismo.  El tema 2 es una gigantesca falacia “hombre de paja”, inventando “ismos” y atribuyéndoles características de manera arbitraria.  Noguera dice apoyarse en la ciencia, la razón y la objetividad, pero luego se ancla en el concepto “alma espiritual” que nada tiene de científico u objetivo, pues no es más que un dogma de la tradición religiosa medieval.  La cartilla acierta en criticar la mercantilización de la vida, equivalente a lo que llamo el “totalitarismo de mercado”, pero yerra al no identificar el origen neoliberal de esa ideología, que el propio uribismo abraza.  Y así podríamos seguir. 

Coletilla: después de este recorrido por la semana que termina queda el sinsabor de una nación sin separación de poderes, sin contrapesos ni separación iglesia – estado.  En suma, somos una democracia de pacotilla.   

Publicado el 30 de agosto de 2020 en mi columna Buhografías en el portal El Unicornio

Contra la pedagogía

La formación pedagógica de los profesores tiene por objeto mejorar la educación que imparten.  Actualmente en Colombia existen 21 doctorados, 192 maestrías y 441 especializaciones en educación o pedagogía, según datos del SNIES.  La inmensa mayoría, si es que no todos esos programas, se crearon en la últimas décadas. De los 144 mil docentes oficiales cobijados por el decreto 1278 de 2002 (que son menos de la mitad del total de docentes de básica y media), el 25% tiene formación de posgrado, 61% son licenciados y apenas el 13% es normalista. Existen actualmente 1763 licenciaturas, que en Colombia es el nombre de la formación de maestros en pregrado y se afirma que la pedagogía es la “disciplina fundante” de las licenciaturas y constituye la columna vertebral del plan de estudios. 

Compárese la bonanza presente con la precaria situación de hace décadas, digamos 1980, cuando la mayoría de docentes en educación básica y media escasamente eran normalistas, en primaria abundaban los empíricos (bachilleres), y los de secundaria muchas veces eran jóvenes estudiantes universitarios o adultos formados en diferentes profesiones (cuando no eran curas o monjas), casi todos con mínima o nula formación pedagógica.  En los 40 años pasados desde entonces se han publicado miles de libros y artículos académicos relativos a la pedagogía; se han celebrado centenares de congresos, seminarios y conferencias de contenido pedagógico; y se han difundido y aplicado sofisticadas teorías pedagógicas: de Piaget, Vigotsky, Bruner y Ausubel -con el auge del movimiento constructivista- hasta las neurociencias del siglo XXI.

Más aún, el despliegue masivo de las TIC, con la masificación de internet y los teléfonos inteligentes, ha cambiado radicalmente la disponibilidad de información y conocimiento para todos, profesores y estudiantes.  Si antes en un país subdesarrollado teníamos precarias bibliotecas, ínfima industria editorial, contenido educativo desactualizado, hoy, por el contrario, tenemos toda la ciencia del mundo en el bolsillo a unos pocos clicks de distancia y el horizonte de aprendizaje es practicamente infinito.   

Entonces, si tenemos el conocimiento del mundo a nuestro alcance, si la pedagogía es para mejorar la educación y si la formación pedagógica ha tenido un salto gigantesco en cantidad y nivel académico, la conclusión inevitable es que la calidad educativa en Colombia debe haber mejorado una enormidad en las últimas décadas.  Pero… ¿dónde está esa mejoría? ¿acaso los estudiantes que llegan hoy a la universidad están mucho mejor preparados que antes? ¿por qué tal salto cualitativo no se ve por parte alguna?

Si la segunda premisa es un hecho, como vimos en las cifras arriba expuestas, entonces el silogismo no se cumple por una falla en la primera premisa: la pedagogía no está mejorando la educación, ha fracasado.  Al parecer miles de millones de pesos y millones de horas de esfuerzo académico no han servido para cualificar la formación de las nuevas generaciones.  Nótese que el razonamiento aquí esbozado no se basa en un análisis comparativo con otros países.  No estamos preguntando por qué la educación en Colombia no tiene el nivel de la finlandesa.  Lo que tratamos es de voltear la cabeza, mirar atrás y ver qué tanto hemos avanzado en resultados observables, en competencias y en conocimiento.  Amigo lector, llegó la hora de responder: ¿dónde está la bolita?

La baja calidad de la educación básica y media termina reflejándose en la educación superior y en la débil construcción de ciudadanía, propósito esencial de la educación.  No es un tema menor.  No podemos decir que se abra la deliberación pública sobre el asunto, pues el tema no es nuevo.  Pero no se ha visto que el debate avance o produzca impacto.  Faltan propuestas innovadoras.

Algunos alegarán que el fracaso en mejorar la educación no se debe a la pedagogía, sino a las condiciones de la educación en Colombia: déficit en salarios e infraestructura y un contexto social dramático, lleno de carencias y problemas, en el que crecen nuestros niños.  Otros dirán que el problema es de intensidad horaria, disciplina, nivel de exigencia, evaluación a los docentes.

Todos esos aspectos hacen parte del diagnóstico y tienen una porción de verdad, pero se quedan en una aproximación incompleta si eximen a la pedagogía.  La pedagogía falla, por ejemplo, cuando no logra adaptarse y sacarle el máximo provecho a las inmensas posibilidades de las TIC.  Pero además, falla sobre todo cuando se enfoca casi totalmente en la forma y presta poca atención al contenido, al diseño curricular, hasta el punto de olvidar el objetivo principal: formar ciudadanos modernos para una democracia epistémica, no sujetos premodernos para una democracia doxástica manipulable (episteme es conocimiento, doxa es opinión). 

Este objetivo exige dotar al estudiante de una cosmovisión científica y humanista basada en el pensamiento crítico, corazón palpitante de la modernidad, en permanente actualización.  El lema del currículo debería ser la frase de Carl Sagan: “la ciencia es más que un cuerpo de conocimiento, es una forma de pensar”.  Y al contrario, un currículo fragmentado, inconexo, mecánico, permeado por el pensamiento mágico-religioso e ideologías anti-modernas, nunca podrá formar ciudadanos estructurados y autónomos.  En el “mejor” de los casos generará un producto apenas funcional para el reduccionismo neoliberal y su totalitarismo de mercado.  Y en otros casos ni siquiera eso, sólo marginados del sistema destinados al rebusque, la economía informal y la venta del voto.

Mi conclusión es que urge una revolución de la pedagogía basada en un proyecto educativo ilustrado propio del siglo XXI.  Y las Facultades de Educación deberían ser su epicentro.  O seguiremos teniendo médicos que ofrecen curas milagrosas en plena pandemia, ministras de ciencia que decepcionan por su carencia de rigor científico, puentes que se caen y políticos ignorantes elegidos por una clientela.

Publicado el 23 de agosto de 2020 en mi columna Buhografías del portal El Unicornio