Este escrito de 2001 y publicado en revista Advocatus en 2011, se basa en el libro El desafío del Relativismo de autores varios publicado en 1997 por Editorial Trotta. No es exactamente una reseña, sino una síntesis comentada de un aspecto que se desarrolla en el libro, cual es la elaboración de una tipología de relativismos.
El título
ambiguo del presente texto, donde el relativismo puede ser el desafiante o el
desafiado, demarca lo que a mi modo de ver constituye el principal problema
filosófico de nuestro tiempo, presente en los más connotados debates intelectuales
de la actualidad.
Este
planteamiento lo considero válido tanto para la filosofía de la ciencia como
para la ética y la filosofía política. Y
como estos territorios filosóficos están en la base del derecho, de la ciencias
políticas, sociales y humanas, de los estudios culturales y la lingüística, de
la lógica y de las ciencias duras, entonces se trata de un tema de gran interés
para los que ejercen estas áreas y no sólo para los filósofos. Es, por tanto, una encrucijada de caminos
propicia para construir un fluído escenario interdisciplinario donde circulen
las ideas y se pueda generar una dinámica académica extracurricular que
enriquezca la vida intelectual de la universidad y fecunde el terreno para
futuros eventos de altos kilates como la Conferencia Internacional de Filosofía
de la Ciencia a realizarse en septiembre de 2001.
La razón por
la cual el Relativismo se constituye en el gran desafío filosófico de nuestra
época radica en la muerte de los fundacionalismos, el derrumbe de los Absolutos
de toda índole, el desvanecimiento en el aire de los otrora sólidos fundamentos
del conocimiento científico, de la moral, del progreso y de la universalidad
del modernismo, erigidos todos ellos por la civilización occidental y por ella
misma cuestionados en el siglo XX.
Ahora bien, no
hay un relativismo sino muchos, aunque todos comparten algo que los caracteriza
y permite englobarlos bajo un mismo apelativo.
También hay
varias tipologías de los relativismos, varias formas de clasificarlos
dependiendo, desde luego, de los criterios utilizados. Una obvia manera de clasificarlos sería a lo
largo de una gama lineal cuasicontínua de acuerdo a su grado de Radicalidad, desde un relativismo
extremo o absoluto donde todo vale o nada vale (como un agnosticismo radical)
hasta la total ausencia de relativismo propia del dogmático o de quienes creen
poseer una base firme y antisísmica para sus edificios discursivos, un
fundamento inamovible, universal, transhistórico y supracultural.
Alterno a la
Radicalidad existen otros criterios, tales como:
·
el objeto relativizado,
·
el campo de discusión y
·
el contexto que limita la
validez para los enunciados del caso.
Así, según el objeto, encontraremos los Relativismos
Ontológico, Metodológico y Semántico.
Según el campo, tendremos los Relativismos
Epistémico, Ético, Religioso, Estético y Jurídico, entre otros.
Según el contexto, habrá Relativismo Cultural,
Histórico, Sociológico, Específico (relativo a la especie), Individual,
cognitivo, etc.
Probablemente,
los relativismos de mayor interés en nuestro medio -por ser los más frecuentes-
serían:
·
El Relativismo Cultural, cuyo
cuartel general se halla en la Antropología.
·
El Relativismo Histórico, con
sede en la ciencia de la Historia.
·
El Relativismo Ético,
residente en la filosofía Moral.
·
El Relativismo Epistémico,
con epicentro en la Filosofía de la Ciencia.
·
El Relativismo Lingüístico,
presente en todos los ámbitos pero, por supuesto, con énfasis en la Filosofía
Analítica y en la propia Lingüística.
·
El Relativismo Cognoscitivo,
muy fuerte en la Psicopedagogía o Psicología del Aprendizaje.
·
El Relativismo Jurídico,
afincado de varias formas en el Derecho.
El Relativismo
es una trinchera desde donde se dispara contra nociones como: objetividad,
razón, racionalidad, verdad, significado, progreso, universalidad,
modernidad. Todos estos conceptos se ven
problematizados por la crítica relativista, lo cual debe ser visto por todos
como sano y enriquecedor. Estos ataques,
muy notorios en la últimas décadas, llevan a algunos a la eliminación tajante
de varios de tales conceptos y a redefinir otros, mientras que para aquellos de
talante antirrelativista estos debates han servido para afilar esos conceptos,
ganando en precisión y rigor en sus argumentos.
La discusión
filosófica sobre las tesis relativistas no sólo tienen gran interés teórico
sino que, además, conlleva implicaciones prácticas y sociales muy importantes
para los sitemas jurídicos y políticos, para los procesos educativos y
formativos, las relaciones internacionales e interétnicas y la investigación
científica, entre otros aspectos.
La polémica
filosófica más conspicua de los últimos 20 años ha sido sin duda, el debate de
Modernidad - Posmodernidad. Pues bien,
el meollo del asunto allí es precisamente el desafío relativista, es lo que
abre la argumentación.
Algo similar
sucede con el manido tema de la globalización (un proceso que empezó hace 570
años con Enrique el navegante). Las
relaciones de lo Global y lo Local, de lo Universal y lo Particular, así como
temas tan trajinados en nuestro medio como el de la “Identidad Cultural” del
Caribe colombiano, tienen un eje vertebral en el problema que el relativismo
instaura.
El relativismo
se enmascara con disfraces multicolores en el carnaval de las ideas:
pensamiento débil, constructivismo, instrumentalismo, convencionalismo, primado
del contexto, posmodernismo. Estas
corrientes intelectuales o ideas de moda muestran que el relativismo está
pasando por un cierto auge y por ello es que hablamos de desafío, ya que todas
ellas inoculan mayores o menores dosis de subjetivismo, lo cual resulta
problemático, por decir lo menos.
En estas
corrientes de moda existen unas categorías de estirpe kantiana que guardan
entre sí un aire de familia. Una lista
parcial de tales categorías es la siguiente: paradigmas, matrices
disciplinares, programas de investigación, tradiciones, esquemas mentales,
marcos teóricos, marcos conceptuales, epistemes, cosmovisiones, concepciones
del mundo, juegos de lenguaje, culturas,
sistemas, estructuras. Estas dos
últimas, en realidad van siempre acompañadas de adjetivos que las ubican en un
determinado campo (estructuras mentales o sociales, sistemas jurídicos o
económicos, por ejemplo).
¿Por qué
califico de raíces kantianas a estas categorías? Porque todas ellas se mueven en la misma
dirección del famoso “giro copernicano” de Kant, subjetivizando y relativizando
el percibir, el conocer y el juzgar a la manera como el pensador de Könisberg
trabajó la intuición y el entendimiento, pero con una gran diferencia que es la
que evita que Kant pueda ser considerado relativista. Y es que para el filósofo prusiano las
categorías, esquemas o marcos a priori en el sujeto eran infalibles, estáticos,
absolutos, apodícticos, mientras que para los autores de hoy, son cambiantes,
falibles y, por ende, relativos (además de pragmáticos y contingentes).
Creo que todos
estamos de acuerdo con la muerte de los absolutos en materia de percepción,
conocimiento o decisión racional, pero donde no hay acuerdo es en los pasos que
se han de dar en dirección al relativismo y, sobre todo, en los límites de esa
andadura, pues muchos no estamos dispuestos a abandonar la razón, la verdad o
la objetividad.
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