Por Jorge Senior
A fines del siglo XIX la matemática se estremeció hasta sus cimientos al atravesar una profunda crisis de fundamentos, originada en el sorprendente surgimiento de las geometrías no euclidianas.
Tres genios brillarían en la historia fundamentando la aritmética y la geometría: los alemanes Gottlob Frege y David Hilbert (rival de Einstein en la recta final hacia la relatividad general en 1915) y el italiano Giuseppe Peano.
Peano fundó una fructífera escuela de ciencias formales, continuada por su más destacado discípulo, Alessandro Padoa. Poco antes de la segunda Guerra Mundial, Padoa formó en lógica a un joven, nativo de un pueblito costeño del Mediterráneo, que ya era Doctor en física y matemática. Su nombre: Carlo Federici. Afiliado al Partido Comunista, Federici estuvo a punto de ser fusilado en 1945, pero la derrota del fascismo lo salvó. En 1948 el profesor Federici migró hacia Colombia, entró por Barranquilla y llegó a la capital el día anterior al Bogotazo.
Desde la Universidad Nacional de Colombia, Carlo Federici habría de convertirse en uno de los intelectuales que irradió mayor influencia en la educación superior colombiana, en conjunto con una pléyade de grandes maestros como Carlos Vasco, Guillermo Hoyos y Luis Enrique Orozco.
Entre los muchos discípulos y amigos de Federici se encuentran el exrector de la Universidad Nacional, Antanas Mockus, y la exdecana de Psicología de la Universidad Javeriana, Ángela María Robledo, ambos con importantes incursiones en la arena política democrática (Robledo es actual candidata a la Vicepresidencia de la República). Y no resulta extraño que el científico colombiano más destacado en el mundo, Rodolfo Llinás Riascos, cuyos apellidos costeños tienen arraigo en Sabanalarga y Santa Marta, fuese también su pupilo.
Llinás ha desarrollado su notable gesta científica en Estados Unidos, pero se doctoró en Australia bajo dirección de John Eccles, quien ganaría el premio Nobel de Medicina y sería coautor con el filósofo Karl Popper del libro El Yo y su cerebro. Llinás, que nunca aceptó la posición filosófica dualista de Eccles, contrapunteó con un texto crítico titulado El cerebro y el mito del Yo.
En la reciente Feria del Libro (2018) en Bogotá la publicación que más me impactó fue Rodolfo Llinás, La pregunta difícil, una biografía intelectual bien lograda por Pablo Correa. Esa incógnita difícil que nos reta es el gran misterio de la conciencia. La obra nos deleita al recrear cómo las dinastías intelectuales, en fértiles entramados sin fronteras, fecundan la concepción científica del mundo.
El Búho
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