El consenso es posible y consiste en no discriminar
Publicado originalmente el 17 de agosto de 2016
El consenso para lograr ambientes escolares sin discriminación es perfectamente posible. A pesar de las agrias y polarizantes discusiones, las marchas, insultos y demás contribuciones negativas, lo cierto es que la inmensa mayoría de los colombianos está de acuerdo en una cosa: es malo discriminar. Para algunos será una convicción profunda, otros apenas lo están aprendiendo (porque hay que reconocer que no es fácil, dada la humana naturaleza, y ese valioso esfuerzo hay que retroalimentarlo positivamente).
Puede que tengamos diferentes concepciones de la naturaleza humana y de la sexualidad, pero ello no implica la imposibilidad de la convivencia, la tolerancia y el respeto en un contexto pluralista y democrático. La clave es la no imposición de una concepción del ser humano a los que no la comparten, la no imposición de un discurso a los que no lo comparten, la no imposición de una creencia moral a los que no la comparten.
Esta gran mayoría capaz de respetar al diferente incluye religiosos y no religiosos, conservadores, liberales y progresistas, heterosexuales estadísticamente mayoritarios y minorías de sexualidad diversa. Sólo quedan por fuera de esta gran mayoría aquellos extremistas que persisten en imponer una visión a otros desde una supuesta superioridad moral y unos valores no consensuados, y que por eso discriminan, atacan o reprimen al diferente.
Hoy por hoy las democracias son plurales en múltiples aspectos, incluyendo los códigos morales. Pero debe haber un Acuerdo sobre lo Fundamental, un núcleo de consenso, la intersección de las diversas morales vividas desde una pluralidad de creencias. Y ese núcleo está constituido por los Derechos y Deberes Humanos.
Un pésimo manejo de esta coyuntura fracturó aún más el tejido social colombiano, ya de por sí rasgado por las violencias y los conflictos de nuestra sociedad, y lo que debería ser una oportunidad de deliberación pública de la razón y construcción de consensos se convirtió en una polarización pasional e irracional.
Aun estamos a tiempo, quizás, de retomar el camino del uso público de la razón y ese es el llamado que me permito proponer desde esta modesta tribuna.
(La filosofía tiene una responsabilidad social ineludible)
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