Grupos interesados andan promoviendo en redes y medios al sacerdote y cosmólogo Georges Henri Lemaitre como “padre del Big Bang”, por medio de memes sin fundamento que muchos tragan entero.
En primer lugar, es falso que
Lemaitre fuese el autor del primer modelo de Big Bang, muy a pesar de que la susodicha atribución haya hecho carrera por las afirmaciones ligeras de divulgadores famosos y de académicos admiradores del personaje. Denominarlo “padre del
Big Bang” es una tergiversación de la historia de la cosmología, como veremos
más adelante. Y en segundo lugar, tal mentira es propagada con la intención de
exaltar la religión, como si los méritos de Lemaitre como científico se
trasladaran a sus creencias u opiniones no científicas. Ahí se oculta el
llamado “argumento de autoridad” que es una falacia tanto si la autoridad es
auténtica como si es un caso de falsa autoridad. En ningún caso la autoridad
reemplaza el sustento con base en evidencias, hechos, pruebas experimentales u
observacionales.
Las opiniones de un científico,
por bueno que sea en su especialidad, sobre asuntos que no son de su
especialidad, no tienen más valor que las de cualquier otra persona educada. Y
aún si fuese en su especialidad, mientras sean opiniones y no conocimiento,
tampoco merecen la suficiente credibilidad como para definir un debate. Los
debates se ganan o se resuelven con argumentos con rigor lógico y basados en la
evidencia.
Que un científico sea sacerdote o
un sacerdote sea científico no prueba que la religión y la ciencia sean
compatibles o complementarias. Lo único que revela tal doble condición es la
incoherencia de esa persona. No hay que olvidar que la incoherencia –desafortunadamente-
es una característica muy común en los humanos y los científicos no
necesariomente están exentos de ella. Tampoco hay que olvidar que la ciencia se
volvió un asunto de especialistas y el sistema educativo refleja esa tendencia
que Ortega y Gasset llamó “la barbarie de la especialización”. Esto lleva a que
muchos científicos carezcan de una formación filosófica y de una cosmovisión
científica integral más allá de su estrecho nicho académico.
Sobre la presencia de sacerdotes
o simplemente de creyentes religiosos o místicos en la actividad científica lo
único relevante es la evolución estadística de esa presencia a través del
tiempo. Y esa estadística lo que muestra es que la presencia de creyentes en
las comunidades científicas de primer nivel disminuye, mientras la presencia de
agnósticos o ateos aumenta inexorablemente.
La ciencia y la religión son incompatibles
porque la ciencia se basa en una ontología materialista y naturalista, rechazando
todo lo sobrenatural y toda explicación antropomórfica de fenómenos naturales, mientras
que la religión hace lo contrario al prohijar pseudoexplicaciones basadas en
seres mágicos como dioses, espíritus, duendes, etc. También son incompatibles
en lo epistemológico y metodológico: la ciencia es objetivista y
racioempirista, mientras la religión es subjetivista e irracionalista. La
ciencia es ajena a la fé y la religión es ajena a la evidencia. También son
incompatibles en el caso de la ciencia de la historia cuando su objeto de
estudio es el fenómeno religioso. Por ejemplo, no se puede hacer historia
científica de la religión bajo el prejuicio de que la creencia religiosa es
verdadera (sin mencionar que no hay una creencia religiosa universal sino miles
de creencias diferentes). La historia científica de las religiones lo que
muestra es que son inventos de carácter idiosincrásico en el contexto de las
culturas populares. Por su parte, la neuropsicología rechaza conceptos como el
alma inmortal o alma incorpórea, los cuales carecen de evidencia y chocan
contra el conocimiento científico.
En resumen, mencionar ejemplos de
científicos creyentes o extrapolar sus opiniones metafísicas no constituyen
argumentos válidos a favor de la veracidad de una u otra religión. Sólo evidencian
la incoherencia de tales sujetos. Lo que sí resultaría interesante es que
pudiesen probar que el porcentaje de creyentes religiosos en las comunidades
científicas tiende a aumentar a medida que la ciencia avanza. Pero la tendencia
es exactamente al revés.
Vamos ahora a la historia de la cosmología.
El primer modelo del Big Bang fue elaborado por George Gamow
en 1948. Para esa época la idea de la expansión del universo ya era ampliamente
aceptada gracias a los trabajos de Edwin Hubble y Milton Humason en Monte Wilson.
La hipótesis de Gamow pretendía explicar la expansión, pero además pretendía explicar la
nucleosíntesis de los elementos químicos (y en efecto lo logró para los casos de hidrógeno, helio y trazas de Berilio y Litio). Este trabajo lo asumió su discípulo Ralph Alpher como doctorando y dio lugar, entre otros, al famoso artículo Alpher, Bethe, Gamow, un juego de palabras con el alfa, beta, gamma del alfabeto
griego, pues Bethe no aportó allí; también hay que mencionar a Robert Herman, quien con Alpher calculó la temperatura de la radiación cósmica de fondo teorizada por ellos). Y ese es otro aspecto clave: predijeron un fondo cósmico de microondas. La
hipótesis enfrentaba a una hipótesis rival: la del Steady State o estado estacionario, también llamado de creación
continua, la cual era sustentada por Fred Hoyle. Y precisamente fue Hoyle, en
un programa radial en 1949, quien le puso el apodo de “Big Bang” a la hipótesis
de Gamow.
El descubrimiento de la radiación
cósmica de fondo en 1964 por Penzias y Wilson le dio la victoria a la hipótesis
de Gamow sobre la de Hoyle (aunque Hoyle triunfó con su trabajo sobre
nucleosíntesis estelar). Desde entonces el Big Bang se convirtió en el modelo
estándar de la cosmología main stream.
Vale aclarar que el Big Bang no es una
teoría. Es el nombre, apodo o etiqueta que le damos a una familia de modelos cosmológicos sobre
el universo temprano (inicio de expansión) que tienen unas características
comunes (el modelo de Gamow y sus discípulos fue el primero de una serie de variados modelos).
Se soporta en teorías científicas de tres campos de la física: la Relatividad
General, la física cuántica y la termodinámica. Y se sustenta en evidencias
como: la radiación cósmica de fondo, la expansión (redshift o corrimiento al
rojo de espectros galácticos en proporción a distancia, es decir, ley de
Hubble) y la composición química del universo con más de 99% de hidrógeno y
helio.
Lemaitre, por su parte, fue un
gran científico a pesar de ser sacerdote, pero no por ello hay que
sobrevalorarlo. Su hipótesis del “átomo primigenio o primordial”, resultó falsa, y no se puede
confundir con el Big Bang como pretenden los propagandistas religiosos.
Lemaitre tampoco fue el primero en ofrecer un modelo de universo en expansión.
Ya De Sitter en 1916-17 había hecho lo propio con un modelo sin materia (la
discusión entre De Sitter y Einstein fue clave para alejar a Einstein del
principio de Mach). El soviético Aleksandr Friedman fue el primero en hacer
modelos de universo en expansión con materia en 1922-24. Lemaitre hizo lo
propio en 1927. Y posteriormente Robertson y Wilson hicieron lo suyo (de sus
iniciales viene la sigla “métrica FLRW”, nótese que la L de Lemaitre va de
segundo).
Tampoco hay que subvalorar a
Lemaitre. A favor del científico belga podemos decir que en su trabajo de 1927 prefiguró la ley de
Hubble en un escrito que tuvo una incompleta traducción al inglés, hecha por él mismo. Muchos
consideramos que la Ley de Hubble debería denominarse Ley de Hubble-Lemaitre, tal y como lo aceptó la IAU hace pocos años.
En una próxima entrada analizaremos el artículo corto de 1931 en Nature en el cual Lemaitre lanza su idea especulativa del "átomo primordial" con el objeto de mostrar que tal artículo no tiene nivel científico, ni hace parte de la familia de modelos de Big Bang y que además estaba desencaminado, de ahí que el concepto de "átomo primordial" no se instaló en el vocabulario científico ni constituye un concepto válido actualmente.
Nota Bene. Aprovechemos para aclarar que es
falso que Einstein dijera alguna vez que la constante cosmológica Lambda que
introdujo en 1916-17 fuese “el mayor error de su vida”. Ese cuento lo inventó
Gamow como prueba Mario Livio. La constante cosmológica para modelar un
universo estático no fue un error, sino una necesidad para corresponder a los
datos de la época (sólo el trabajo de Vesto Slipher insinuaba algo diferente,
pero era insuficiente). Cuando los datos dijeron otra cosa en los años 20,
Einstein aceptó la idea de un universo en expansión y quitó la constante
cosmológica Lambda. Sin embargo, Lambda reapareció en la cosmología desde los
trabajos de 1997-98 que introdujeron el concepto de “energía oscura”.
Conclusión: George Gamow es el “padre
del Big Bang”, si es que queremos otorgar ese título. De todos modos los
científicos siempre están parados en los hombros de gigantes, como bien dijera
Newton. La ciencia es un proceso colectivo.
Una gran y aleccionadora colaboración. Gracias por explicarnos esa disyuntiva de quien fue el que sacó por primera vez la idea científica del Big Bang.
ResponderBorrar«Georges Lemaître fue el primero en proponer un modelo en el que el universo tuviera un comienzo infinitamente denso. Así, pues, él y no George Gamow fue el padre del Big Bang».
ResponderBorrar- Stephen Hawking, Físico Teórico, Astrofísico y Cosmólogo
Science and Sustainability Conference, 02 de Diciembre de 2016.