LA FALSA POLARIZACIÓN ES UN TRUCO DE MANIPULACIÓN DE LA OPINIÓN QUE ES IMPULSADO POR LA CENTRO-DERECHA (algunos sectores verdes, el fajardismo y el santismo) Y POR LA EXTREMA DERECHA URIBISTA, CADA UNO CON SUS CÁLCULOS.
YA NO HAY EXTREMA IZQUIERDA EN COLOMBIA
La idea de un espectro político de izquierda a derecha se originó anecdóticamente durante la revolución francesa cuando en la convención nacional de 1792, con carácter constituyente, los jacobinos quedaron ubicados a la izquierda y los girondinos a la derecha del escenario. El esquema cuajó y ha servido de modo descriptivo para mapear el ajetreo político partidista en medio mundo, así sea de manera lineal y sobresimplificada. Algunos dicen que ese esquema está superado, pero la realidad parece contradecirlos, como lo evidencian los últimos procesos electorales en EEUU, España, Brasil, Argentina, México o Colombia.
Debo admitir, eso sí, que el
análisis político no puede agotarse en tal esquema lineal, pues puede haber
asuntos transversales, alianzas inconsistentes con el esquema o coincidencias
insospechadas, como la que se dio entre la extrema izquierda y la extrema
derecha conservadora de nuestro país, en tiempos del Frente Nacional, para
rechazar juntos la política de control de natalidad. A pesar de esas excepciones que confirman la
regla, hoy vemos que asuntos que deberían unificar a toda la humanidad, como la
lucha contra el calentamiento global o el impulso a la ciencia, se ven
politizados y encorsetados en el esquema, pues en varios países hay una derecha
negacionista del cambio climático y enemiga del pensamiento científico.
El espectro de izquierda –
derecha tiene entonces plena validez en el mundo actual, tanto en sistemas
electorales bipartidistas como en aquellos multipartidistas. Colombia está en este último caso, mientras
que EEUU aparentemente se encuentra en el primero. Pero hay una similitud obvia debido a que en
el Partido Demócrata, Bernie Sanders lideró en las primarias una propuesta
ubicada mucho más a la izquierda que el muy moderado Joe Biden, quien
finalmente ganó la candidatura (en EEUU se entiende por Left a los de pensamiento liberal).
Eso dio lugar a una lectura tripartita con Trump en la extrema derecha,
Biden en el centro y Sanders en la izquierda.
Algo muy parecido a la realidad colombiana, donde el uribismo copa el
espacio de la extrema derecha (halando al partido conservador que lleva varias
elecciones presidenciales sin candidato propio); el santismo, fajardismo y el
ala derecha verde representan un centro que bien podríamos llamar de
centro-derecha; y una centro-izquierda que se representa en Colombia Humana,
varios partidos pequeños y parte de las bases del Polo (partido este último que
tiene la brújula dando vueltas como un trompo). Es notoria la ausencia de
extrema izquierda en Colombia, en contraste con las décadas de los 60, 70 y
80. A duras penas queda el clandestino y
marginal ELN que nada tiene que ver con el certamen electoral.
Y aquí viene el truco de la falsa
polarización, una táctica que funciona tanto en Colombia como en Estados
Unidos. Al no haber extrema-izquierda,
por ejemplo de tipo comunista o netamente socialista, revolucionaria o
antisistémica, la polarización frente al autoritarismo de extrema derecha que
encarnan Trump allá y Uribe acá, es imposible.
No hay dos polos extremos, sino uno solo, el extremismo de la derecha
autoritaria que conjuga lo represivo y lo populista. El truco está en convertir a Bernie Sanders o
a Gustavo Petro en supuestos extremistas radicales, cuando el estudio objetivo
de sus programas muestra una línea moderada de tipo socialdemócrata o de
liberalismo social.
El uribismo vive de la
polarización, la necesita, como el ser humano necesita el oxígeno. El fenómeno Uribe surgió de la polarización
con las FARC, grupo éste poco inteligente que se convirtió en el combustible
político que impulsaba a su archienemigo de 2001 a 2010. Luego, durante el proceso de paz la tesis del
“Centro Democrático” era que Santos le iba a entregar el país a las FARC
(juzgue el lector tamaño engaño a la audiencia crédula) y así polarizó con los
dos. Al desaparecer las FARC, el
uribismo urge de un polo opuesto para galvanizar la opinión y los votos,
entonces lo busca en contradictores frenteros como Petro, acomodándole adjetivos
como “castrochavista” y utilizando el coco de Venezuela para manipular el
miedo.
Por su parte, el centro aderechado
sigue el juego pues cree que, como pasó en EEUU, la ciudadanía va reaccionar
contra la polarización artificialmente creada, apostándole al “moderado” y
“tranquilizador” centro neutro. Esa es
la apuesta del fajardismo y el nuevo lopismo (el de Claudia), mientras Santos
todavía no muestra las cartas y permanece astutamente en bajo perfil. El cálculo es que, de llegar el
centroderechismo a segunda vuelta, la izquierda, que cada vez es más numerosa y
ya se cuenta por millones, votará por la opción más cercana, o sea el mal
menor, como pasó en 2014. Esa táctica
les falló en 2018, pero todo indica que insisten en el juego de la falsa
polarización.
Humberto De la Calle identificó
con lucidez ese juego de “atacar en gavilla” a Gustavo Petro y lo rechazó,
lanzando una propuesta de altura para buscar consenso en el terreno
programático. La idea fue acogida por Petro,
quien habla de un “Pacto Histórico”, mirando más allá del 2022. El dilema lo tienen ahora los “alternativos”
del amarillo y el verde, que llevan por dentro de sus partidos la fractura
entre centro-izquierda y centro-derecha, a veces apaciguada por la fría pero
dulce mermelada de la capital.
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