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miércoles, agosto 14, 2019

Crítica a Boaventura

Cuestionamientos preliminares a Boaventura de Sousa Santos

Por Jorge Senior

No pretendo en esta breve nota hacer una crítica completa a las tesis que en los últimos años viene elaborando el académico portugués Boaventura de Sousa Santos, formado en Estados Unidos. Más bien se trata de impresiones preliminares que deberán surtirse más adelante en un análisis reposado. Después del primer Foro Social Mundial y los subsiguientes, Santos parece haberse deslizado desde una posición cercana a la socialdemocracia hacia un pensamiento decolonial, que él prefiere llamar anticolonial, pero que involucra también el anticapitalismo y el antipatriarcado y, por esa vía, termina en una posición prácticamente opuesta a la ciencia, el progreso y la modernidad.

El discurso santista es una oferta que tiene un amplio mercado. Sus conferencias son solicitadas en múltiples partes del mundo, especialmente en países de habla hispana o portuguesa. Ha recibido doctorados honoris causa en más de seis países y labora en universidades europeas y estadounidenses. No se entiende como se concilian tales zonas de confort dentro del sistema con una posición política antisistémica y maximalista, que en ocasiones (dependiendo del público o el escenario) puede volverse bastante radical. Me recuerda a los coach, gurúes y speakers que hoy pululan en diversos mercados empresariales, existenciales, etc, sólo que en este caso el segmento objetivo son los estudiantes de ciencias sociales y otros públicos intelectuales de izquierda.

Hoy escuché una conferencia suya en la UNAM (2017) y me sorprendió su crítica a la “enfermedad de la novedad”, refiriéndose a los discursos cambiantes de las ciencias sociales y sus sucesivas modas. Me sorprendió porque en mis lecturas anteriores de Santos, o en otras charlas, la impresión que me dio era que el académico tiene una manía (y un talento, hay que reconocerlo) para inventar nuevos términos, dichos y frases de gran impacto, y daba la impresión de estar descubriendo el mundo. Tal vez porque en esta charla el tema, en teoría, era el pensamiento de Freire y de Fals Borda. En realidad sólo dedicó una fracción de su exposición a estos dos autores, pero al menos reconoció que “está parado en hombros de gigantes”. En todo caso, no fue capaz de profundizar por qué existe esa “enfermedad” en las ciencias sociales. “Enfermedad” es sólo una metáfora que no dice nada sobre su “etiología” (al igual que los posmodernistas, los decolonialistas tienden a hablar en metáforas). El problema, a mi modo de ver, no es una enfermedad, sino el estadio aún infantil (ya puestos en metáforas) en que se encuentran las ciencias sociales. Podríamos considerarlas preparadigmáticas.

En los libros y conferencias de este autor se mencionan cantidades de ejemplos y anécdotas como respaldo a sus tesis generales, pero todos sabemos que sería una falacia pretender que una anécdota o ejemplo sustenta una tesis. La impresión que da es de quien escoge sus ejemplos con sesgo confirmatorio, o de quien ve el vaso medio vacío o medio lleno según la conveniencia. En Santos y otros decoloniales uno encuentra la idealización del indigenismo, idealización del pasado, idealización de movimientos sociales, mezclado con demonización de todo lo occidental, europeo, moderno o científico. Es una visión maniquea. Al menos en esta ocasión habló del “pluralismo interno” de la ciencia, pues en otras ocasiones lo he escuchado atacar a la ciencia como un todo. 

De hecho, usualmente, cuando él habla de “ciencia”, no queda claro si se refiere a sólo a las ciencias sociales o a las ciencias general. Si fuese sólo el primer caso, es posible que tenga cierta razón en lo que dice, pues son sólo protociencias, pero si se refiere a ciencias naturales o formales entonces se encuentra muy equivocado. También he visto que confunde a conveniencia la ciencia con sus aplicaciones tecnológicas o con las empresas que la utilizan. En últimas, su criterio de validez del conocimiento no es epistemológico sino político, pragmático, como lo reconoció en esta charla, pero aun así, él y otros autores decoloniales, hablan de “justicia social cognitiva”, “epistemicidios”, “ecología de saberes” y su concepto estrella: “epistemologías del sur”, el cual hasta ahora no he visto desarrollado como teoría epistemológica (tal vez lo haya intentado en otros escritos, pero no por ejemplo en Descolonizar el saber”). 

En esto siguen la corriente del posmodernismo y del programa fuerte de sociología de la ciencia, ambos muy criticados por sus inconsistencias y falta de sustancia, que termina llevándolos hacia un relativismo radical, totalmente exagerado y descabellado. En toda esta idea hay también una idealización romántica del indigenismo, incapaz de un análisis crítico de la historia de las sociedades amerindias o aborígenes de diversos lugares del mundo (por ejemplo, el desastre ambiental de los mayas, los sacrificios humanos aztecas, las guerras interétnicas precolombinas, el machismo fuera de Occidente, la vulnerabilidad frente a los europeos durante la conquista, etc).

Tiene razón Santos cuando habla de la fragmentación de la izquierda y de los movimientos sociales ambientalistas, feministas, LGTBI, étnicos, etc, pero no hace un análisis a fondo del carácter neoconservador de ciertas reivindicaciones de identidades y tradiciones o del carácter individualista o sexista de ciertos feminismos. El relativismo y el ataque a la verdad objetiva lleva a estos “pensadores” de nuevo cuño a encubrir, bajo el prurito de la tradición y la identidad, un criterio fundamental cuya ausencia resulta fatal para el progresismo: la diferencia entre falso y verdadero, realidad y ficción. Así, cualquier tradición, costumbre, cosmovisión o saber es asumido acríticamente, como si fuera valioso por el sólo hecho de existir, sin someterse a prueba alguna, sólo sustentado en una supuesta legitimidad política per se. A esta condescendencia se la considera “políticamente correcta”. Lo cierto es que se trata de tesis neoconservadoras infiltradas en la izquierda, que la alejan de ser vanguardia de la sociedad. El propio autor reivindica que las “epistemologías del sur” no son para las vanguardias sino para las retaguardias, para los “más lentos”, algo que quizás pueda tener sentido para algunas dinámicas locales limitadas, pero que no sirve a escala mundial o incluso a escala nacional en países donde los indígenas son minoría. Una Izquierda que asuma tal posición se mete un autogol, se automargina.

En su alusión al debate clásico entre revolución y reforma, concuerdo en parte, pues no era una contradicción absoluta sino contextual (por ej, el M19 la superó), pero no llega al asunto de fondo: la orfandad de teoría. En medio del auge del consenso de Washington el reformismo logra grandes triunfos en América Latina, no duraderos y acumulativos por la orfandad de teoría (al menos en parte). Al igual que en la conferencia de Lucía Picarella, disiento respecto al negativismo que ve crisis en todas partes. En lo que coincidimos todos es en que desde 1980 aumentó la desigualdad y la concentración de la riqueza en términos relativos, pero eso no se ha sabido convertir en aglutinante (tenemos feminismos peleando por letras en las palabras o por piropos, ambientalismos de mera resistencia contra obras, etnias peleando por tratos especiales, etc). Ni siquiera Santos prioriza esta contradicción primaria, por andar en su discurso de politización de la epistemología. 

Hay dos temas que uno echa de menos en este discurso santista: (1) Boaventura habla mucho de Latinoamérica y África y a veces de la zona árabe e islámica, pero casi nunca se refiere al gran fenómeno del siglo XXI: el ascenso vertiginoso del Este Asiático. No conozco un análisis serio de Santos sobre China o Vietnam. (2) Concuerdo con Santos en que el derrumbe del socialismo real, esto es, del bloque soviético, desbalanceó la correlación de fuerzas en los países occidentales desarrollados en contra de la socialdemocracia y el estado de bienestar, que hoy tiende a retroceder. Pero no veo que analice el propio fracaso del socialismo como tal, del modelo estatista de economía de planificación central. (A propósito, no es cierto que el movimiento socialista y obrero no reivindicara el tema de género, todo lo contrario, la primera ola de feminismo, mucho más centrada y social que las posteriores, tiene su epicentro allí).

Bueno, el objetivo de esta nota rápida, redactada en una hora es animar un debate de argumentos que me parece pertinente. Es, por una parte, un diálogo sobre estas dos preguntas: ¿hacia dónde va la izquierda? ¿Hacia dónde debe ir? Y por otra parte es un debate de argumentos sobre epistemología de las ciencias sociales y epistemología en general.

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