El siguiente es un extracto de una ponencia sobre la concepción teórica del M19 elaborada por el autor de este blog.
Este segmento se refiere a la ética de dicho actor político-militar.
CÓDIGO
ÉTICO
Los
actores de violencia política insurgente desarrollan sus propios códigos
éticos, usualmente llamados “ética revolucionaria”, una ética del guerrero,
espartana, estoica, en la cual se valora el sacrificio, la valentía, el heroísmo,
la solidaridad, la disciplina, la lealtad, la entrega a una causa, la capacidad
de trabajo, como el ideal que encarnara el “hombre nuevo” de Guevara. Pero ese contexto épico tiene su lado oscuro,
pues también se tiene que elaborar al “enemigo”, acotar los límites de la
acción violenta y contrarrestar el riesgo de degradación moral.
Este
es un tema tan rico que, en sí mismo, da para un trabajo específico que lo
desarrolle en profundidad. Por tanto,
dentro de las limitaciones de tiempo y espacio de la ponencia, sólo se ofrece
un esquema para el abordaje de su complejidad.
(1)
La ética del M19 es consecuencialista, permeada por la política y en coherencia
con ella y su concepto vertebral de identidad cultural.
(2)
El ideal ascético de la “ética revolucionaria”, con referentes clásicos como el
“hombre nuevo” de Ernesto Guevara, está presente en el inicio del M19, pero
luego se va desmitificando al
emborronarse la frontera entre militancia y no militancia. En su discurso sobre
“el mito de los hombres perfectos”, al inicio de la VIII Conferencia, Bateman
le da sepultura. Sin embargo, el M19
extrae valores morales del pensamiento mágico-religioso[1],
al acuñar conceptos como “la cadena de afectos”, que aún pervive, una idea de
origen gnóstico. Una comparación
subjetiva entre el M19 (clandestino y en guerra) con la Alianza Democrática
M-19 (legal) en los años 90, sirve para ilustrar la dimensión moral al superar
el primero a la segunda en estatura moral. En contraste los códigos sancionatorios formales no
son ilustrativos de la realidad ética del Movimiento.
(3)
Los límites de la acción violenta son el principal dilema moral de los actores
armados con pretensiones de legitimidad.
Como los demás grupos insurgentes, el M19 debió definir límites al
elaborar el concepto de “enemigo”[2],
el trato a prisioneros, la política de financiación (quién paga la guerra y cuáles
son los métodos de cobranza), la destrucción de infraestructura pública o
privada, el ejercicio de la justicia, el manejo de los efectos colaterales, la
ética ambiental. El M19 logró definir
límites más estrictos que otros actores armados. Como resultado es posible realizar un balance
de acciones moralmente cuestionables realizadas por el M19, otras realizadas
pero corregidas, y aquellas jamás realizadas, para contrastarlas con otros
actores. Este análisis va ligado a la
cuantificación del daño y el sufrimiento causado. Como puede verse en el documento ¡Basta ya!
Del CNMH, ese balance es favorable al M19 en comparación con otros actores
guerrilleros, paramilitares, estatales[3] y
de los partidos tradicionales, y explica su vigencia política en el postconflicto.
(4) Un aspecto particular del código ético es el cambio en el lenguaje que consiste en renombrar las acciones violentas para diferenciar aquellas que son moralmente aceptables de las que no lo son, pero esta jerga especial no es exclusiva, sino compartida con otros grupos guerrilleros.
(5) Conciencia del
riesgo de degradación: El M19, en concreto su dirigencia, era consciente del
riesgo de degradación de la guerra y sus actores[4]. Las consideraciones éticas hacen parte de las
razones del rechazo del M19 al concepto de “Guerra Popular Prolongada” o GPP,
pues la extensión en el tiempo conlleva mayor sufrimiento para el pueblo que
padece la guerra y mayor degradación de los propios actores. Esta actitud es concomitante con el
voluntarismo insurreccional de que hizo gala el M19. Las experiencias del ELN con Fabio Vásquez
Castaño y del Frente Ricardo Franco con Javier Delgado en Tacueyó[5]
son tomadas como “espejo”. La
autocrítica (colectiva) a excesos fue un mecanismo correctivo, como parte de la
contrastación empírica. La “guerra
sucia” y la “libanización” del conflicto en Colombia, fueron motivantes para
negociar la legalización y dejación de armas.
(6)
El respeto a los valores populares tradicionales, tales como familia, patria y
religión, fueron parte del comportamiento ético del M19 acorde a su criterio
medular de identificación cultural.
(7)
Finalmente, el M19, al desmovilizarse, pidió perdón en boca de Antonio Navarro
Wolff a las víctimas y a la ciudadanía en general, por los daños y sufrimientos
causados, aún a pesar de que sus contrapartes no lo hicieron (FFMM, el estado
colombiano, el partido conservador y el partido liberal
frentenacionalista). Los crímenes de
lesa humanidad nunca fueron amnistiados o indultados.
[1]
Diego Arias, Memorias de
abril, 195.
[2] En tres categorías: el
combatiente enemigo, el civil de la élite o enemigo sociopolítico, el traidor
[3] Grupo de Memoria Histórica, ¡Basta
ya! , 31-108 (por ejemplo cuadro en p.
67)
[4] Eric Hobsbawm, Guerra y paz en
el siglo XXI, (Barcelona: Crítica, 2010), 165.
[5] Diego Arias, Memorias de abril, 73.
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