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lunes, agosto 19, 2019

La cuestión islámica: simplificar es equivocarse

Publicado en noviembre de 2015

Los hechos ocurridos en París el viernes 13 de noviembre de 2015 y unas horas antes en Beirut, Líbano, autoría de ISIS como parte de su “guerra santa”, generan todo tipo de informaciones y análisis en los medios de comunicación, pero…. ¿tiene el público claridad sobre lo que acontece? (¿o los propios periodistas?) 

La respuesta parece ser negativa. En las redes se desatan los comentarios y pronunciamientos cruzados, y por doquier circulan imágenes o memes que muchas veces sirven más para sembrar confusión que para aclarar la naturaleza de este conflicto. Ante situaciones tan complejas y de largo calado histórico, como la del Medio Oriente, la única simplificación válida es decir que toda simplificación está equivocada. 

Por ejemplo, el hecho de que la mayoría de los perpetradores de los atentados de París son nacionales franceses, remite a un problema interno de integración o asimilación de migrantes, aunque no se puede desconocer que el epicentro de la fuerza atacante, el denominado “estado islámico” (ISIS), está en el Oriente Medio, pero es evidente que constituye un fenómeno transfronterizo. Después del 9-11 de 2001 el tema era el mismo, aunque el actor de la yihad era otro: Al-Qaeda. La guerra en Irak y Afganistán, el atentado de Madrid el 3-11 de 2004, la ofensiva que acabó con Kaddafi y varios miembros de su familia en Libia, las masacres por los israelíes en Gaza, la denominada “primavera árabe”, la masacre de Charlie Hebdo a comienzos del presente año, la guerra en Siria, la oleada de desplazados hacia Europa, entre otros hechos históricos en lo que va del nuevo siglo, muestran la explosiva dinámica de este paisaje complejo.

No es propósito de esta nota ir al fondo del asunto, pero sí llamar la atención en torno a cuatro simplificaciones que se han escuchado en este debate, en dos ejes, uno político y otro religioso. Son cuatro maneras erróneas, unilaterales y parciales de entender lo que sucede, a mi modo de ver, o tal vez formas adrede de propaganda, racionalización justificante o disculpante, o estrategias de confusión. 

Las cuatro simplificaciones

1. Se trata de un choque de civilizaciones entre un Occidente moderno con valores democráticos y un mundo islámico premoderno con valores totalmente distintos. Si bien el Medio Oriente cuenta con estados nacionales (algunos de factura reciente que no coinciden necesariamente con los territorios ancestrales de los pueblos milenarios de la zona), estos no se caracterizan por instituciones democráticas liberales sino por otro tipo de institucionalidad de vieja data como la teocracia, la monarquía y el tribalismo. En su cultura impera el machismo, el dogma religioso sobrenatural, el autoritarismo, las costumbres atávicas (algunas de las cuales son violatorias de los DDHH, como la infibulación o la lapidación). El estado de derecho, la separación de las ramas del poder público, la separación entre religión y estado o entre religión y ley, la soberanía popular, la ciudadanía, la equidad entre géneros, los principios de libertad e igualdad, entre otras instituciones democráticas liberales clásicas, están tan ausentes en estos países como puede estarlo la industria endógena o el desarrollo propio de ciencia y tecnología (mucho menos hay desarrollo de instituciones socialistas ni nada que se le parezca; de aquel leve soplo de los años 70 no queda nada).

2. Se trata de la lucha de pueblos oprimidos durante más de un siglo por el colonialismo imperial de las potencias occidentales sobre la región que fue el origen de las tres grandes religiones monoteístas que tan importante papel han tenido en la cultura occidental. Estos pueblos asentados desde hace milenios en una tierra desértica, tuvieron la fortuna, buena o mala según se mire, de tener en el subsuelo las mayores reservas mundiales de la sustancia que la segunda ola de la revolución industrial, alrededor de 1900, convirtió en la principal base material de la civilización tecnológica planetaria: el petróleo. Por esta razón se convirtió en escenario geopolítico clave y teatro de operaciones estratégicas para las grandes potencias, durante las guerras mundiales y la guerra fría. En la primera mitad del siglo XX el rol protagónico fue del Imperio Británico, y en la posguerra fueron las superpotencias URSS y EEUU. Pero tras la caída del muro, con EEUU como Hegemón y gendarme global, la polarización se ha dado entre una resistencia islámica que de alguna manera interpreta la identidad y la dignidad de esos pueblos humillados y el imperialismo en todas sus variantes y cuya punta de lanza es la política exterior de EEUU (o incluso desde antes con la revolución de los ayatollahs en 1979 y los talibanes en 1980, aunque estos inicialmente fueron apoyados por EEUU contra la URSS). Pero no es la política lo que prima, sino la economía. ¿Qué dios detrás de dios la trama empieza? Son los intereses del gran capital transnacional los que mueven los hilos. No sólo del negocio petrolero (caso familia Bush por ejemplo), también el negocio de las armas y todo lo que se mueve dentro del complejo militar-industrial. De ahí la aparente incoherencia de apoyar a Saddam Hussein y luego combatirlo, apoyar a los talibanes y luego enfrentarse con ellos, engendrar ciertos grupos armados y luego ver como estos, cual Frankenstein, escapan a la manipulación de sus gestores y vuelven sus armas contra el imperio. Esto ha sucedido una y otra vez, como bien sabemos en América Latina (por ejemplo, Noriega aquí al lado) y es muestra significativa de una lógica económica que subyace a la política exterior. OTAN, OCDE, G20, Davos, son la fachada visible del club. Y la ONU es un parque de diversiones. Dado que invertir soldados occidentales puede salir muy costoso políticamente, lo que hacen es armar a ambos lados y hacer que se maten entre ellos (fácil, pues los musulmanes empezaron a pelear entre sí apenas se murió Mahoma hace 1.400 años) o bombardear asépticamente “posiciones enemigas” y si caen civiles, niños, lo que sea, pues simplemente se trata de daños colaterales… qué se le va a hacer! La guerra allá lejos no es un problema para Occidente, al contrario, es un buen negocio. Lo malo es el “terrorismo” que se infiltra en la retaguardia y ataca en Europa o Norteamérica. En cualquier caso, para Occidente todo es aguantable menos una cosa: ¡quedarse sin petróleo! (al menos hasta que nuevas fuentes de energía reemplacen a los combustibles fósiles, lo cual sucederá gradualmente a lo largo de este siglo).

3. Todo este asunto se origina en el fanatismo religioso. Lo delata el método suicida de los atentados, por ejemplo. Sin mencionar que el propio discurso de ISIS o Al-qaeda así lo expresa con claridad meridiana: la yihad o guerra santa (muy distinta a la intifada de los palestinos). Los blancos de los golpes en Occidente no son militares, sino población civil, en particular la que expresa un pensamiento y un modo de vida contrario al dogma (recuerden Charlie Hebdo o la persecución a Salman Rushdie por sus obras literarias). Destruyen hasta reliquias milenarias de antiguas culturas de un valor histórico inapreciable. Prácticas brutales como la infibulación (diferentes cortes de labios vaginales y/o clítoris en niñas), la lapidación (muerte a pedradas de mujeres enterradas hasta el cuello… ¡culpables de haber sido violadas!), el uso de niños varones en la guerra, los castigos corporales, el degüello de los prisioneros sean militares o civiles, entre otras barbaridades, reflejan el irracionalismo que hunde sus raíces en la tradición religiosa, la cual no puede ser criticada o cuestionada ni en mínimo grado. Incluso un dibujo puede costarle la vida a una persona. La irracionalidad del dogma llevado a extremos radicales, el peso conservador de la tradición y la autoridad, imponen su imperio sobre las mentes alucinadas del rebaño y son capaces de reclutar hasta jóvenes occidentales descarriados. Quizás ese poderoso imaginario sea acicateado por actuaciones de Occidente, que personifica al demonio, pero ante todo estamos ante un claro fenómeno religioso totalitario que no sólo se opone a los valores políticos de la democracia sino ante todo a los valores culturales del modo de vida occidental que para ellos puede ser decadente, disipado, blasfemo, depravado, impío, como lo son para nosotros las barbaridades arriba mencionadas que violan los más elementales derechos humanos. Esto lleva a las estupideces posmodernistas enamoradas del relativismo cultural a ver una simetría que no existe, porque son incapaces de admitir el progreso en la historia humana. Pero en todo caso hay algo occidental que los yihadistas nunca rechazarán: las armas. Allí no hay relativismo.

4. Todo este asunto nada tiene que ver con la religión. Las apariencias engañan. El yihadismo no tiene que ver con el verdadero Islam. Estos “grupos terroristas” no son auténticos intérpretes de la religión que dicen profesar y la tergiversan por completo. La verdadera religión es ajena a toda esta violencia brutal. En esta tesis contraevidente confluyen de manera asombrosa los creyentes en las teorías conspirativas globales, los afines al Islam pero en versión moderada, los pro-israelíes (porque creen que la religión legitima a sus enemigos, ya que ellos también son teocráticos). Para estas dos últimas perspectivas se trata de unos locos, psicópatas, terroristas, salvajes (alguna explicación psicologista habrá). Y para los conspiretas son simples idiotas útiles, engendros manipulados como títeres por los grandes poderes que luchan por el predominio en el planeta, incluyendo sus aliados dentro del mundo árabe. Son vil carne de cañón del juego geopolítico, aunque a veces se salen del libreto, del control de unos y otros, como ahora cuando coyunturalmente ISIS ataca a Rusia y a Occidente, abriendo extrañamente dos frentes, en su plan de instaurar “el califato” en Siria e Irak.

Pseudoconclusión

Todos estos simplismos tienen una pizca de razón, aunque no exactamente en el mismo grado. Pero todos están equivocados, en especial en sus versiones más extremas y cuando excluyen las otras perspectivas. A veces hay conexiones o intersecciones entre los simplismos 1 y 3 o entre 2 y 4. Pero en general el problema de estos abordajes está en el “reduccionismo”, la visión unilateral o parcial, cuando solo se ven determinados aspectos del problema y de la historia, cuando no se miran todas las caras del poliedro.

Este escrito pretende invitar a una mirada multilateral y a un análisis integral. De seguro por este camino nos aproximaremos más a la verdad.

Epílogo

No tengo espacio ni tiempo aquí y ahora para desarrollar ese análisis complejo, que amerita la investigación y el acopio de mayor información, aunque el desarrollo de las discusiones en los diferentes escenarios permitirá tal vez ir dilucidando realidades. 

De todos modos, para no dejar mi posición sobre el tema en el aire diré, sin mayores sustentaciones presentes, que ni las potencias occidentales ni la religión islámica pueden ser eximidas de responsabilidades en este macro-conflicto, pues las tienen en alto grado, por razones históricas y actuales, intrínsecas a lo que son. Ahora bien, debo puntualizar dos cosas. Primero, yo defiendo la modernidad y sus logros, eso que llamamos progreso, aún con sus contradicciones y peligros. Y segundo, la ecuación “musulmán = terrorista” es falsa y peligrosa, e induce a la injusticia (es otra simplificación sesgada, ligada al simplismo 3). 

Pero por otra parte, me resulta absolutamente imposible identificarme con alguno de los actores en ese teatro de guerra, el Oriente Cercano, sean gobiernos o grupos armados, ni creo que una persona progresista pueda hacerlo coherentemente. Otra cosa es la solidaridad con los civiles, con las familias no combatientes, con la niñez que crece en ese fragor bélico y que ponen la mayor parte de los muertos como ha sucedido en todas las guerras posteriores a la primera guerra mundial. O con el deseo, ingenuo pero imperativo, de que no haya guerra. Frente al dolor o sufrimiento humano, nuestro compromiso solidario es indeclinable.

Y mínimos atisbos 

En el caso puntual de Israel y Palestina, a estas alturas del partido y aunque la creación de Israel haya sido una brutalidad imperial, la solución considero que pasa por la coexistencia de los dos estados, con una Palestina no segregada y no ocupada (lo que implicaría devolución de tierras). Pero mirados internamente, ambos estados distan de un ideal y tendrán que construir su propio camino, ojalá con reemplazo de las dos fuerzas extremistas y polarizantes hoy en el poder en cada uno de ellos.

En el caso de los kurdos me simpatiza su lucha por la independencia, pero qué sabe uno de las alianzas y las facciones que se mueven en ese mar revuelto. Es lo mismo que la “primavera árabe” que uno ve desde la distancia con débil optimismo, pero no logramos enfocar el mapa real. Ni que decir de Siria que tiene a un gobierno laico pero opresivo, apoyado por Rusia, una insurgencia apoyada por Occidente, a ISIS, a los Kurdos, en un tinglado intrincado, y cuyo resultado patente es la destrucción del país. Aunque ya vimos a Líbano, destruido en los 80, renacer de las cenizas y eso alimenta la esperanza. 

En Afganistán y en Irak la guerra y su negocio se extienden al infinito. Talibanes, Estado Islámico o Al-qaeda no representan nada positivo, pero ni la democracia se impone por decreto ni ese mapa tribal nos resulta entendible. Así que antes que democracia, la paz es el primer objetivo. Por eso la solución no puede pasar por el inhumano arrasamiento de la población sino por la ruptura de la cadena de suministro bélico. Son las armas estadounidenses, rusas y europeas las que abastecen a los distintos actores y mantienen la llama de la guerra. Lo que es claro entonces es que en los países occidentales debemos combatir el mercado de armas, empezando por EEUU, donde el partido republicano, cuya principal base social es también un fundamentalismo religioso retrógrado, es su principal abanderado y defensor. 

Por su parte, Persia (Irán) progresa en paz, pero los ayatollahs siguen ahí (estos son Chiíes, así que de seguro disfrutan viendo las guerras imperiales contra los suníes, pero son tan radicales en su imaginario premoderno como los yihadistas suníes).

Finalmente, el éxodo masivo de África y de Siria hacia Europa, es otro fenómeno complejo. La pregunta de “¿por qué hacia Europa?” puede parecer xenofóbica, pero es legítima. ¿Hay un tráfico de personas? ¿hay intereses políticos? ¿quién mueve los hilos de esas oleadas o es que de verdad son espontáneas? También aquí la solidaridad con las víctimas prima y observamos con horror todo el sufrimiento humano que conlleva. Pero hay que investigar a fondo, cosa que nuestros medios de desinformación jamás hacen en sus paquetes de noticias superficiales y fragmentarias. Las redes sociales también desinforman. Así que en medio de tanto ruido, compartamos los enlaces de las fuentes más serias y ecuánimes. Y sigamos conversando.

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