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La mala educación de los científicos (tema de un post reciente sobre el desconocimiento de los científicos de los fundamentos epistemológicos de su disciplina) se origina desde la educación básica y media. Si hay reflujo científico en los primeros niveles, la educación superior parte de un talento humano con defiencias y se convierte en últimas, si acaso, en educación para el trabajo, reproducción simple del "capital ideológico". No hay allí ni educación para la democracia, ni pensamiento crítico. Es decir, no hay ni cultura política, ni cultura científica. Y en el siglo XXI la ecuación es: cultura política = cultura científica y viceversa.
Si las fuerzas alternativas o progresistas no inciden en el recambio del sistema educativo en su contenido y dinámica (no en meros formalismos o legislaciones) y si no se recuperan las dinámicas de educación popular de décadas anteriores (pero con contenidos del siglo XXI), las posibilidades de progreso social serán únicamente las de la inercia y los derrames o externalidades que dejan las élites y los países desarrollados.
Por eso los movimientos alternativos deben ir más allá de lo electoral. Hay que darle al viejo sueño modernista de la educación emancipadora (que no puede ser otra sino el pensamiento crítico), la última oportunidad.
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A partir de los 90 y en el siglo XXI la educación popular desapareció de los barrios en las ciudades colombianas. En mi concepto fue el producto de los giros intelectuales mundiales originados en la orfandad del marxismo y la moda posmodernista.
La premodernidad, sin alternativas a la vista, se acendró en los barrios populares y en los campos, reforzada por la expansión de negocios religiosos, en su mayoría de origen estadounidense.
Algo similar pasaba en las escuelas. El sistema educativo retrocedió ante la indiferencia de Fecode, un sindicato clientelizado (como la mayoría de los sindicatos).
El caso colombiano tiene particularidades que lo distinguen de otros de América Latina: el predominio conservador, la prolongación de la guerra, el fenómeno mafioso (la corrupción no lo diferencia tanto de otros países).
El resultado ha sido la derrota de la modernidad en buena parte de los escenarios alternativos, a excepción, quizás, de algunas universidades públicas (aunque bastante menguadas).
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De los dos puntos anteriores surge la propuesta de las Escuelas de Pensamiento Crítico como Escuelas populares de apropiación social de la ciencia y formación de valores. Líderes populares y maestros deben confluir en el mismo escenario de aprendizaje, como actores multiplicadores claves para la construcción de ciudadanía. Punto de encuentro de redes de docentes, estudiantes, líderes sociales, divulgadores científicos, comunicadores, profesionales de todas las áreas.
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