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sábado, mayo 06, 2006

¿Cree la juventud actual en utopias?

En la aurora de los tiempos modernos Moro, Campanella, Bacon -entre otros- pensaron el futuro en terminos de sociedades posibles construidas conscientemente (es decir, construidas por la Razon aunque al amparo de ciertos valores no necesariamente racionalizados en ese entonces).

En los desarrollos de la modernidad a lo largo de los siglos XVIII y XIX surgieron las ideologías que imprimieron los moldes de los sueños de futuro para buena parte la humanidad: el liberalismo, el anarquismo, el socialismo-comunismo principalmente. Los valores de Libertad e Igualdad fueron las columnas sobre las cuales se erigieron esos edificios ideológicos con diversos matices.

La burguesía revolucionaria produjo logros importantes en el despliegue de las libertades individuales y los derechos políticos asi como un impresionante progreso material a través de economías de mercado y sociedades de consumo alimentadas por los vertiginosos avances de la ciencia y la tecnología.

En ese sendero el fascismo y el nacionalsocialismo (nazi) fueron un callejon sin salida y el socialismo real un experimento que tuvo aspectos enriquecedores pero que en términos generales resultó frustrante, entre otras cosas por que la fuerza social en la cual se sustenta su despliegue -esto es, la clase obrera- definitivamente no dió la talla.
La juventud universitaria de las décadas de 1960 y 1970 tenía aún en el marxismo las respuestas a sus fobias y anhelos, pero el giro de los años 80 debilitó el potencial de esta corriente de pensamiento. El derrumbe de la URSS y del muro de Berlín creó una nueva situación histórica.
En ese momento, cuando Colombia cambiaba su vieja constitución de 1886 por una nueva, en EEUU un hegeliano del Departamento de Estado (y actualmente en la Rand Corp), Francis Fukuyama, publicó un artículo titulado El Fin de la Historia (despues aparecería un libro El Fin de la Historia y el Último Hombre, editorial Planeta, 1992). En esta euforia triunfalista de las derechas se planteó en la misma dirección, no sólo el fin de la historia sino además el fin de las ideologías, el fin de las utopías.
Tanta euforia subjetiva fue el cobro de una victoria histórica pero a la larga nada más que wishful thinking (pensar con el deseo). Es cierto que se agotó la mayor parte de la fecundidad del marxismo y que varias ideas de esa estirpe son fuertemente cuestionables hoy, dejando a muchos en la orfandad ideológica o refugiados en ecologismos y feminismos.
Y es en este ambiente de vacío ideológico donde se presenta la llenura de la que hablaba Estanislao Zuleta expresada en el torrente turbulento de ideas y pseudoideas profusas, confusas y difusas que circulan por doquier. Fenómeno potenciado por las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (nTICs).
Pero lo que queda claro es la necesidad y la vigencia de pensar el presente y el futuro bajo nuevas luces, asumiendo a plenitud el aporte de las ciencias y el legado cultural acumulado. Tal es la misión actual de la filosofía. Ese es el desafío.

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