El ateísmo racioempirista es un extraordinario y admirable logro del intelecto humano. Así debe ser considerado si apreciamos el esfuerzo que significó superar las explicaciones antropomórficas, la vanidad complaciente del antropocentrismo, el peso de la tradición, las cadenas de los dogmas, la seducción de los mitos, la inercia de la costumbre, la prisión del contexto idiosincrásico, el facilismo de pensar con el deseo (wishful thinking, fé), la comodidad de un paternalismo protector.
Durante milenios no hubo alternativa.
En los filósofos presocráticos hubo un atisbo, pero realmente el ateísmo racional y empirista es un logro moderno que va de la mano de la revolución científica y la Ilustración. El ateísmo no es sólo la tesis contraria a la religión, la fé y la creencia acrítica en dioses (sean múltiples o uno solo). También es la tesis contraria a la afirmación de lo sobrenatural, del alma inmaterial e inmortal y del pensamiento sin soporte neural. Y asimismo es la tesis contraria al antropocentrismo, esto es, a la idea de que el ser humano ocupa un lugar especial en el cosmos, en la naturaleza.
Ser ateo es superar el infantilismo, es decir, esa etapa en que el ser humano no es capaz de distinguir entre la realidad y la fantasía, entre la verdad como atributo basado en la evidencia (aunque no nos guste) y la ficción que no se somete a la contrastación de la prueba empírica.
El pensamiento mágico es infantil pues sustenta sus creencias en el deseo meramente subjetivo. Por ejemplo, los deseos de tener protección contra los peligros, de tener ayuda poderosa (sobrenatural, o sea mágica) para lograr ciertos anhelos, de vivir eternamente o de que nos volveremos a encontrar con nuestros seres queridos en "la otra vida". Es infantil no aceptar la realidad y darle crédito a la fantasía. Entonces se niega nuestra naturaleza animal mortal. Se niega la naturaleza fantástica de los mitos o narrativas inventadas por cada pueblo o cultura, o peor aún, se acepta esa naturaleza fantástica para los mitos de los otros grupos humanos pero no para los mitos del grupo al cual pertenecemos, en el colmo de la incoherencia patente.
Ser ateo, entonces, es alcanzar la madurez, el estado adulto, la mayoría de edad.
Ser ateo es superar el parroquialismo y las cárceles identitarias, es ser cosmopolita, universal. Es ser crítico frente a cualquier tradición, dogma o argumento de autoridad. Crítica que debe ser racioempirista, es decir racional, lógica, basada en la evidencia. Evidencia que también está sujeta a control de calidad con los métodos que hemos aprendido en el ámbito científico en los últimos cuatro siglos.
El ateísmo es la consecuencia del pensamiento crítico que, al igual que la ciencia, se fundamenta en el rigor lógico y experimental, en la contrastación empírica y en la valoración máxima de la verdad objetiva como propósito de la búsqueda, sin llenar los vacíos con ficciones voluntaristas. El pensamiento crítico es el detector permanentemente en guardia frente a falacias y sesgos.
En llave con la ciencia y el pensamiento crítico está la filosofía científica y juntos integran una cosmovisión científica. Esta cosmovisión científica puede responder en gran parte a las preguntas ¿de dónde venimos? y ¿qué somos? a través de lo que se ha denominado Big History o Gran Historia, el metarrelato que la ciencia ha logrado construir en los últimos 70 años. Y lo que la ciencia aún no puede explicar no se llena o se soluciona con fantasías o pensando con el deseo.
En el campo de la ontología el ateísmo es naturalista / materialista. Por tanto es contrario al idealismo.
En el campo de la epistemología el ateísmo es racioempirista y objetivista. Se opone al irracionalismo y al subjetivismo. El ateísmo también se opone al absolutismo, pero no cae en el relativismo exagerado, pues reconoce a la especie humana como una sola, reconoce a la naturaleza humana más allá de nuestras diferencias individuales y nuestra diversidad grupal. Y acepta el principio cosmológico, esto es, que la Tierra, el Sol, nuestro sistema solar y nuestra galaxia, no ocupan el centro ni un lugar especial. Por tanto el ateísmo acepta que nuestra capacidad de conocer no está limitada en términos absolutos por nuestra condición de especie animal de la biosfera terrestre.
El ateísmo es cientificista, es decir, pro-ciencia. El cientificismo bien entendido afirma que lo que llamamos "ciencia" es el mejor modo de conocer el mundo (no afirma que sea el único modo de conocer y no entiende la "ciencia" de manera esencialista).
El ateo racioempirista no es dogmático. Si la contraparte puede puede mostrar evidencia de dioses, fantasmas, espíritus, almas, ángeles, magia o cualquier fenómeno sobrenatural, con mucho gusto se somete a investigación. Si la contraparte presenta argumentos bien elaborados con mucho gusto se someten a crítica racional.
¿Y el agnosticismo? Hay otra entrada en el blog sobre ese tema.
¿Y el humanismo progresista? Habrá otra entrada en el blog sobre ese tema.