Reseña crítica de El país de las emociones tristes de Mauricio García Villegas
Subtítulo: Una explicación de los pesares de Colombia, desde
las emociones, las furias y los odios.
Primera
parte: La ética de la vida
Segunda
parte: Las emociones tristes
Tercera
parte: La representación del mal
Este libro de 326 páginas fue publicado
en diciembre de 2020 por Editorial Planeta (Ariel) y ya va por la segunda
edición (2021). Su autor es el abogado y
politólogo paisa Mauricio García Villegas (1959). Lo de paisa es un dato relevante pues el
libro tiene mucho de autobiográfico y la cultura montañera lo impregna, a pesar
de que el autor es también un cosmopolita que ha vivido en decenas de
países. El texto es un ensayo diletante
que recoge un esfuerzo fundamentalmente bibliográfico para tratar de entender a
Colombia como sociedad atravesada por la conflictividad, a partir del “arreglo
emocional” de la nación, producto de su herencia española y dos siglos de
historia republicana.
El propio autor reconoce el
carácter diletante del trabajo que involucra conocimientos de disciplinas
distintas al derecho, “las ciencias políticas” y la sociología jurídica, que
son su experticia. En la primera parte,
sobre todo, se adentra en terrenos diversos como la biología evolutiva, la
psicología evolucionista (que García erróneamente llama “evolutiva”), la sociobiología, la
neurociencia, las ciencias cognitivas, la psicología experimental, que tienen
su médula en el concepto de “naturaleza humana”. Esa es la que podríamos llamar la base
científica. Por otro lado, también
incursiona en la historiografía, la filosofía clásica, la filosofía política, la
literatura y las humanidades.
García también cuenta como llegó
al género literario del ensayo, liberándose hasta cierto punto de las ataduras
y la rigidez del estilo académico. Es
una elección adrede. En el texto no
aparecen estadísticas ni datos que sustenten la argumentación, sino básicamente
se soporta con fuentes secundarias condimentadas con citas y evocaciones
literarias que refrescan el texto, sin caer en un exceso de erudición (su
bibliografía es bastante conocida, nada rebuscado o especializado ni papers).
Y como ya dijimos utiliza experiencias vivenciales autobiográficas y
algunas reflexiones propias de su evolución intelectual.
De las tres grandes subdeterminaciones
que tiene la historia social humana (ver otras entradas del blog), García
descuida la ambiental, geológica y biogeográfica, para enfocarse en la
biogenética y la sociocultural. Trabaja
la base biológica de la especie humana en la primera parte para enfatizar el
transfondo (background) genético y evolutivo del animal humano, lo que le
permite resaltar la primacía de las emociones y la relativa subordinación de la
racionalidad: ese sería como el marco teórico.
Sin embargo, no hay determinismo genético alguno, pues reconoce que la
cultura y la historia de los pueblos modula su naturaleza biológica que es
común a toda la especie (no hay análisis alguno de razas, etnias, linajes,
clusters genéticos o algún tipo de grupo humano definido desde la biología).
Así que la genética es causa
última, pero la causa inmediata y específica es netamente sociocultural e
histórica. Por eso en la segunda parte, hace un estudio interpretativo un tanto
esquemático de la historia de España y de Colombia, pasando por la conquista y
la colonia (un amigo español que leyó un pedazo del capítulo sobre España lo
consideró ligero y lleno de clisés, y el propio autor reconoce que se interesó
tarde en la historia de España y su cultura).
Sin embargo, al comienzo de esta segunda parte y antes de hablar del
proyecto de nación colombiana y de la madre patria, García introduce de
contrabando (digo yo) otros dos elementos al marco teórico que le dan el título
al libro: las emociones tristes y la identidad de país o carácter nacional.
La categorización de las
emociones proviene del filósofo Spinoza que en su Ética, según la interpretación de García, traza una separación
entre emociones tristes (odio, miedo, ira, envidia, resentimiento, indignación,
venganza, etc) y emociones amables o plácidas (júbilo, gozo, alegría,
entusiasmo, alborozo, benevolencia, simpatía, compasión, respeto, civilidad, etc). El autor simpatiza con el enfoque de Spinoza
y trata de convencernos de hacer lo mismo, intentando conectar al filósofo del
siglo XVII con la neuropsicología actual, pero ese puente es muy débil. De hecho, García trabaja muy poco en el
conocimiento actual de la psicología de las emociones (salvo en su impacto
sobre la cognición) y no lo digo porque ni siquiera mencione a Daniel Goleman y
la inteligencia emocional, sino porque en general no profundiza en el asunto y
se queda con la división maniquea y especulativa de Spinoza, algo que el lector
no tiene razones para aceptar.
Más arriesgado aún es el otro
elemento: el de la identidad nacional.
En el siglo XXI están en pleno furor los movimientos identitarios que
esparcen sus ondas sísmicas desde su epicentro en Estados Unidos. Pero este libro ni siquiera toca esos temas,
salvo algunas mínimas alusiones “políticamente correctas” a la subordinación de
la mujer. En cambio, al hablar de
identidades colectivas resucita un viejo concepto ampliamente trabajado en los
siglos XVIII, XIX y hasta la segunda guerra mundial: el del “carácter nacional”. No es sólo que el concepto esté desueto o
haya pasado de moda, es que la movilidad de los seres humanos y la globalización
han desdibujado y revuelto los que antes eran fronteras culturales más o menos
claras. El autor admite que la base
empírica es débil. Pasar de la
personalidad de un individuo a la de una nación es un salto mortal, carece de
fundamento más allá de una somera analogía.
En ese sentido, los trabajos de neuropsicología individual o de grupos
pequeños invocados en la primera parte, no son aplicables a colectivos inmensos
como una nación. La tesis de García es
que así como los seres humanos tienen distintas personalidades, de tal modo que
en un individuo priman unos arreglos emocionales (por combinación de genética y
ambiente) y en otros individuos priman otros, así sucede con los países. En conclusión, la explicación diferencial a
las peculiaridades de Colombia, en especial a su violenta conflictividad, recae
en la matriz o “arreglo emocional” que nos dejó España y la historia
republicana, con la religión ocupando un lugar central.
Esa tesis no es nueva. Lo novedoso sería el intento de conectarla
con avances de lo que Pinker (La tabla rasa, 2003) llama “ciencias de la
naturaleza humana”. Estoy plenamente de
acuerdo con lo que he llamado “biologización de las ciencias sociales” (ver
otras entradas del blog) y creo que el intento de García Villegas va en esa
dirección, lo cual aplaudo, pero le falta mucho. El autor insiste una y otra vez en la
complejidad de los fenómenos psicológicos y sociales, pero su análisis de las
emociones es muy simple, se encuentra demasiado lejos aún del nivel de
complejidad de la realidad, colombiana o universal.
En la tercera parte, que bien
podría titularse “elogio de la temperancia”, el autor se centra en la ética,
aunque ésta ha estado presente en todo el libro. En filosofía moral hay
diversas corrientes, desde Spinoza y Hume, que han manejado un enfoque basado
en los sentimientos y las emociones.
García va en esa línea y redondea su faena desembocando su argumentación
en nuestra concepción colombiana del bien y del mal, y en dos maneras de ser,
la moderada y la radical. Aquí toca un
tema que he trabajado en el análisis del movimiento guerrillero colombiano: la
construcción del “enemigo”. Uno puede
coincidir con la idea de fondo. Sin
embargo, el autor en su elogio de la temperancia merodea una tibieza de la cual
él mismo es tan consciente que debe hacer una serie de aclaraciones y
matizaciones para no quedar como un pusilánime sin carácter. En su alegato
revuelve radicalidad, dogmatismo y emociones exaltadas, que son tres cosas
diferentes. En realidad las polarizaciones que menciona son la de los extremos
armados y en otro nivel la de Uribe y Santos o la de los debates acalorados en
las redes.
En resumen, el argumento central
del libro es el siguiente:
·
En el animal humano las emociones y sentimientos
tienen predominancia sobre la razón (base científica).
·
El esquema bipolar spinoziano de emociones tristes
y emociones plácidas es válido para configurar los “arreglos emocionales” que
caracterizan las personalidades de los individuos y de instituciones culturales
como la religión (en particular la católica)
·
Análogo a las personas, las naciones también
tienen “arreglos emocionales” y en el caso colombiano predominan las emociones
tristes como legado histórico español católico.
·
La educación sentimental es la salida a nuestros
ciclos de violencia para cambiar el “arreglo emocional” del país.
El autor aclara que ese no es el
único aspecto, ni mucho menos. Él reconoce los problemas estructurales
objetivos. Lo que quiere indicar que
esos problemas estructurales objetivos se podrían resolver mejor o de manera
más pacífica, fructífera y eficaz si los abordamos desde un “arreglo emocional”
más balanceado hacia las emociones plácidas que a las tristes.
El libro tiene un componente anticatólico y antirreligioso interesante. Eso en Colombia es de destacar.
Otros comentarios
-
Mauricio García Villegas cita pocos autores
colombianos, algo curioso para un libro que intenta entender a Colombia. Del Caribe colombiano sólo cita uno, aparte
de Gabo que sí aparece varias veces. A
Orlando Fals Borda no lo menciona, a pesar de que el concepto de Ethos de Fals se relaciona mucho con lo
que García desarrolla aquí. Más aún,
Fals diferenciaba ethos regionales. Y
efectivamente, el problema de la violencia fue diferente en el Caribe
colombiano al interior del país y la hipótesis de Fals hacía referencia del “ethos
costeño”. La cultura montañera paisa que
García conoció de niño y en la que se crió, no es la del país en su
conjunto. En cierto sentido, este libro
merece la misma crítica de libros como Historia
Mínima de Colombia de Jorge Orlando Melo y Los años sesenta de Álvaro Tirado Mejía, también intelectuales
paisas (ver sendas reseñas en otras entradas del blog). Me refiero al regionalismo que los lleva a
confundir su región con el país entero.
Si nos atenemos a la tesis de García podríamos proponer la siguiente
modificación: el arreglo emocional del Caribe colombiano es diferente al arreglo
emocional andino, sea bogotano o paisa.
-
Otro punto es una especie de vitalismo que se
cuela en la concepción de lo biológico que maneja García. Permanentemente habla de “pulsiones” e “impulsos”,
como si tales términos tuviesen poder explicativo. Incluso hasta un concepto como “homeostasis”
lo interpreta como una fuerza vital o un impulso vitalista. ¿Será influencia de
Onfray?
-
La psicología evolucionista y la sociobiología
son bien interesantes, pero tienen muchos problemas y discusiones no resueltas,
sobre todo por su debilidad metodológica para la contrastación empírica. Lo mismo pasa con conceptos neurológicos como
las “neuronas espejos”. García Villegas
toma de manera acrítica muchos resultados de estas disciplinas que siguen
siendo todavía provisionales. Para hacer
un alegato anti-dogmatismo como el que suelta al final del libro, la primera
parte resulta ser bastante dogmática.